Al igual que Lionel Messi y Marcelo Bielsa, Alfredo Fiorito es un rosarino tan mundial como incomprendido en su país de origen. Aunque de la terna es el más ignoto. Al mismo tiempo que Larry Levan, el primer DJ Todopoderoso, ponía a prueba los límites de las bandejas en la Nueva York del auge de la música disco, el argentino, tras establecerse en Ibiza, no sólo comenzó a esbozar un estilo propio, el “balearic beat”, sino que también instaló en el imaginario mundial a la isla en calidad de plaza internacional del baile. Eso lo convirtió, décadas más tarde, en una leyenda viva, a diferencia de su colega estadounidense, quien murió en 1992. “Nadie es profeta en su tierra”, afirma DJ Alfredo, al otro lado del teléfono desde Ibiza, mientras prepara las valijas para su regreso a Buenos Aires, a veinte años de su último set en la capital argentina. “Quizás allá el estilo musical sea más fuerte. En todo caso, se me reconoce más en España, en Inglaterra o en Japón”.
Elegido en 1988 –en su época de esplendor– como “DJ de la Década” por la revista DJ Mag, Fiorito se presentará hoy en Niceto Club (Niceto Vega 5510), a partir de las 23:30, como integrante de la delegación baleárica que invadió esta semana la ciudad amparada por el programa de recitales “Mapa Sonoro: Baleares en Buenos Aires”. “Me resulta normal representar a Ibiza”, afirma quien recibió a Miguel Abuelo en su casa, durante el periplo europeo del líder de Los Abuelos de la Nada. “Lo que me resulta paradójico es hacerlo esta vez en el país en el que nací”. Curiosamente, su condición de icono ibicenco de la música electrónica fue a causa de la adversidad. “En 1976, tuve varios amigos que cayeron presos, mientras que otros desaparecieron. Y empecé a tener miedo”, recuerda DJ Alfredo, precursor de un estilo ecléctico que mixtura ítalo disco, psicodelia, funk, flamenco, reggae y house. “Mi exmujer era suiza y ella me empujó a irnos. Tras salir, la situación empeoró. No lamento de haberme ido: salvé mi vida, tengo dos hijos, y estoy vivito y coleando”.
–¿Se había fogueado antes de viajar a Ibiza?
–En Rosario era promotor de conciertos de rock y periodista en el diario La Capital. Cuando llegué a Ibiza, me dediqué a hacer ropa, tartas, velas, y al rugby, a lo que ya jugaba en la Argentina. Después de terminar un partido, un amigo me dijo que se iba a Tailandia y me pidió que llevara su bar en el puerto. Así que comencé en esto por casualidad.
–El balearic beat, que definió su carácter sonoro a mediados de los ‘80, ¿está inspirado en cómo creía que debía sonar Ibiza o lo armó en función de sus gustos musicales?
–Como cualquier joven argentino de esa época, tenía conocimiento de la música italiana, inglesa, estadounidense y sudamericana. Y también escuchaba jazz, que me había inculcado mi padre. Fue un sonido que formé con mis gustos, con los discos que tenía, y también de acuerdo al público que me fui encontrando, que era muy variopinto. Debido a que la gente venía de diferentes lugares, tenía que atraerla de distintas maneras, y en eso, más allá de que quería montar la fiesta, la música jugó un rol fundamental.
–¿La etiqueta fue idea suya?
–No, fue de los ingleses. Y lo hicieron para hacerse un lugar. Es muy diferente decir “voy a poner la música que pasa Alfredo” a “yo pongo Balearic Beat”. Era lo que pasaba en Amnesia (discoteca ibicenca de la que era DJ residente). Se trata de una manera de poner música y no de un estilo como el funk, el house o el jazz.
–Usted fue el “gurú” del llamado “Verano del amor” de 1987, que inspiró a instituciones de la música electrónica británica como Paul Oakenfold, Danny Rampling y Nicky Holloway a firjar los cimientos de la cultura rave.
–No me vinculé mucho con ellos, eran parte del público. Yo ni siquiera hablaba inglés en aquel entonces. Sí, me di cuenta de que representaban a una industria enorme y que las cosas que decían tenían una repercusión más amplia que lo que podía decir yo. También entendí que el hecho de que esos chicos vinieran y escucharan lo que ponía hizo que la isla se transformara en el centro de la música de baile. Lo percibí desde el inicio.
–¿Fue coincidencia o confusión que se crea que el chill out y el ambient house son lo mismo o un desprendimiento del balearic beat?
–La confusión está en las millones de denominaciones que hay en los estilos musicales. En algunos casos, no tienen sentido o tienen un sentido comercial. Esa es una práctica que se da en la industria inglesa para definir los mercados.
–Pese a las modas, su estilo musical se sostuvo en el tiempo e incluso tuvo pupilos en todo el mundo, incluso en la Argentina, donde el dúo Ibiza Pareo es uno de sus embajadores más noveles. ¿Qué opinión le merece su evolución?
–Veo que hay gente joven que se siente atraída, de la misma forma que yo lo hice cuando puse música de todo tipo y no me centré en un estilo musical único. Me gusta el hecho que, de alguna manera, el trabajo que hicimos en Ibiza tenga tanta repercusión, más allá del paso del tiempo.
–Ahora que Ibiza es uno de los paraísos de la música electrónica, ¿cómo se siente al respecto?
–Cuando se produce esa invasión en el verano, es un palo porque también tengo mi vida. Si bien hacemos dinero, nos quejamos de que no podemos ir a la playa o a un restorán porque están llenos. La isla es pequeña para la inmensidad de gente que viene. A nivel musical, me parece que todo es parecido a lo que ya sonó. El dance está demasiado comercializado. Los jóvenes no están tan enganchados con el house como lo estábamos nosotros antes de 2000. No transmite nada.
–Aunque editó varios compilados, ¿por qué nunca hizo un disco con música propia?
–Lo intenté, pero no tuve tiempo. Esa es la verdad. Además, viajé mucho, y constantemente, entonces tuve que hacer una elección. Ahora no estoy tan enganchado ni tan informado como antes. Es una cuestión de la edad, aunque la pasión por pasar música sigue intacta.
–A sus 65 años, es uno de los DJ más veteranos del mundo. ¿Cuál es su mayor limitación?
–No fue fácil pasar del vinilo a los CD y ahora a las tarjetas de memoria. Tuve que aprender. Me ayudó mi hijo, que tiene 40 años, y siempre estuvo a tope con la tecnología. Tocamos varias veces juntos en temporada, y aprendí a regañadientes. Vivo en una época de cambios tecnológicos importantísimos.