No hace una semana, se presentó en estas páginas a Diógenes de Urquiza, el futuro secretario de Deportes de la Nación que el propio Mauricio Macri eligió para reemplazar al colorado Carlos Mac Allister. Poco se sabía de su trayectoria en el mundo del deporte, más allá de su función como ex presidente de la Federación Argentina de Pádel y su cargo como coordinador gerencial del Enard. Poco dijo De Urquiza cuando se conoció la noticia, apenas se limitó a confirmarla. Era cuestión de esperar a que hablara para saber cuál era su visión sobre el cargo que a partir de noviembre deberá honrar. En una entrevista con el diario Olé, De Urquiza adelantó su fuerte convicción de recortar el presupuesto para el área y, consultado sobre los deportistas que reciben becas del Estado, replicó: “No puedo entender eso de ‘vamos a pedirle al Estado’. ‘Papá, dame plata’. No, andá a laburar, ya tenés 21 años”.
Con los zapatos lustrados con los que recorrió hace unos días la Villa Olímpica al lado del presidente Mauricio Macri, quien así nomás, al paso, lo ungió como futuro secretario de Deportes de la Nación, De Urquiza comenzó el andar el camino de lo que será su misión y sus objetivos al frente de la Secretaría. No esperó siquiera a que terminaran los Juegos Olímpicos de la Juventud para soltar lo que al conocerse su nombramiento muchos dirigentes deportivos sospechaban por lo bajo: que el elegido era un CEO y que su función, palabras más palabras menos, sería la de aplicar el ajuste.
De Urquiza, empresario de la industria de las marcas deportivas –entre ellas Signa, proveedora del Estado y que visitó ya a varias generaciones de deportistas argentinos– y la importación de zapatillas, también vinculado a empresas del rubro agropecuario, construyó una buena relación con Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino, como dirigente del mundo del pádel. Dueño también de un complejo de canchas para este deporte, el futuro secretario de Deportes llegó con el macrismo al cargo de coordinador gerencial del Ente Nacional del Alto Rendimiento Deportivo (Enard), un organismo de composición mixta (entre el ámbito público y el privado) creado por la ley nacional 26.573, aprobada en el Congreso a fines del 2009 con la finalidad de conseguir y administrar fondos para los deportistas de alto rendimiento.
Desde su puesta en funcionamiento en 2010 hasta la actualidad, el Enard cumplió la misión propuesta por sus socios fundadores y coadministradores: el COA y la Secretaría de Deportes. Desde entonces y hasta finales del año pasado, los recursos económicos del Enard salieron de un impuesto que gravaba el 1 por ciento a los usuarios de telefonía celular para solventar los gastos del deporte olímpico. Este año, justamente, con la ley 27.430 se derogó este mecanismo como fuente de ingresos para el Enard, que pasó a financiarse a través de la Ley de Presupuesto que depende del Poder Ejecutivo.
Si Mac Allister se caracterizó por su insensibilidad frente a los deportistas, todavía se recuerdan sus declaraciones poco felices al intentar justificar la caída de las becas de dos maratonistas: “Uno salió creo que 89 y otro abandonó en los Juegos Olímpicos”, su sucesor parece querer ir todavía más a fondo. En su entrevista con Olé, De Urquiza mostró por qué fue elegido por Macri para ocupar este cargo. Consultado sobre cómo afectará la reducción del presupuesto a los atletas que reciben apoyo estatal, De Urquiza remarcó: “La función del Estado no se la puede sacar nadie. Lo que no puede ser es que el deporte solo viva del Estado, es una locura. Hay muchas empresas que nos pueden ayudar. No puedo entender eso de ‘vamos a pedirle al Estado’. ‘Papá, dame plata’. No, andá a laburar, ya tenés 21 años”.
El ambiente del deporte ya puede ir armando el bosquejo de lo que le espera con el arribo de De Urquiza. Ajuste sobre los gastos, disminución de viajes al exterior de los deportistas que buscan y necesitan rodaje, y una etapa signada por la lógica empresarial y por la meritocracia deportiva.