Mabel abre el cartel con el que pide “Justicia para Nisman” y lo muestra orgullosa frente a una cámara. La codea a Luisa para que haga lo mismo con el suyo, que pide lo mismo. No son amigas de toda la vida –se conocieron en un grupo de Facebook que se formó los días siguientes a la muerte del fiscal–, pero se encuentran “para las cosas importantes”, dicen casi a coro, como el homenaje realizado ayer, a dos años de su muerte. “No fue un simple suicidio”, remarca Mabel. “Nisman no se mató”, duplica Luisa, “a Nisman lo asesinaron. Tenemos todas las pruebas”. “Sentido común”, responde ante la consulta sobre cuáles son esas pruebas. Entonces, llega la explicación de su compañera de bronca: “Cualquier gente con sentido común se da cuenta de que esto fue tramado”. Iban a ampliar su explicación, mientras esperaban al rayo del sol que comenzara el homenaje, pero una ola de aplausos y gritos de “justicia, justicia” las interrumpió. Se sumaron a la acción general, y a casi todas las que se repitieron a lo largo del acto, con gritos de “Nisman presente, ahora y siempre”, a los vítores al fiscal Germán Moldes –uno de los oradores del acto– y a los pedidos de cárcel para la ex presidenta Cristina Fernández. “Ojalá se muriera encerrada esa”, remató Luisa.
Entre un público mayor de edad, que promediaba los 70 años, muchos se quejaban por la ausencia de jóvenes. “Creen que no necesitan justicia, pero ya van a ver...”
Al comienzo del acto, la locutora advirtió que no se iban a nombrar “presencias políticas” desde el escenario montado de espaldas a la Plaza de Mayo y de frente a las oficinas en donde funciona la Unidad Fiscal especializada en el atentado a la AMIA, que encabezó Alberto Nisman. Algunas “personalidades”, no obstante, no requirieron presentación. La jueza federal Sandra Arroyo Salgado, ex esposa de Nisman, y las hijas de ambos, atravesaron el cúmulo de gente reunida en torno de las vallas ubicadas a cuatro metros del escenario, poco antes de las 18. Dos de los oradores de la tarde, el familiar de una de las víctimas del atentado a la mutual judía Luis Czyzewski, y el escritor Federico Andahazi, ya estaban allí. A último minuto llegaron la vicepresidenta Gabriela Michetti, el ministro de Ambiente, rabino Sergio Bergman, el secretario de Medios de la Nación, Hernán Lombardi, y el ministro de Cultura, Pablo Avelluto. Detrás de ellos se ubicó la jefa de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso. Muchos se acercaron a la valla y, con ánimo de tomar lista de asistencia, los fueron reconociendo uno por uno. Los más detallistas detectaron, también, al fiscal Ricardo Sáenz.
Pero si hubo alguien a quien nadie desconoció, ése fue Moldes, que se abrió camino entre los manifestantes detrás de la madre del ex fiscal homenajeado. Caminó despacio, atendiendo a cada saludo, cada grito de aliento y cada agradecimiento. “Gracias, Moldes.” “No te mueras nunca, Moldes.” “Fuerza, que te cuiden.” El “único fiscal de Cámara que queda”, como él mismo se presentó ante el micrófono, fue el encargado de cerrar el homenaje.
Los oradores que lo antecedieron eligieron la solemnidad y la congoja como postura identitaria para participar del homenaje. Czyzewski acudió a su condición de padre de Paola, fallecida en el atentado de la AMIA, hace 22 años, y desde allí trazó una parábola hacia las hijas de Nisman: “Chicas, su papá dio su vida por lo que estaba investigando y eso debe llenarlas de orgullo”, les dijo a Iara y Kala Nisman. Luego, comparó la muerte del fiscal con la de las víctimas del atentado, para ponerles un ultimátum a los nuevos integrantes de la Unidad dedicada a investigar el ataque de 1994: “Está en ustedes hacer todo lo que corresponda para que la sangre de los muertos de la AMIA y de Nisman no haya sido inútilmente derramada”.
Más tarde, a través de las redes sociales, Diana Wassner, de Memoria Activa, salió al cruce: “No ofendan a los muertos de la AMIA comparándolos con la muerte de Nisman, quien jamás los honró”, señaló.
En el acto, el escritor Andahazi definió a la muerte de Nisman como “un magnicidio” –él mismo, según dijo, lloró “sin consuelo” y necesitó que aquello “fuera una pesadilla”–, un hecho que generó “el dolor apocalíptico que produce la muerte de la Justicia”, y dijo que con Nisman “no solo murió un hombre, sino una parte de la República” –entonces detuvo su lectura, a la espera de un aplauso que demoró en llegar–.
Moldes le bajó los decibeles emocionales al homenaje. Con las manos en los bolsillos, saludó tranquilo a la “multitud” que celebró su presencia en el escenario con aplausos y gritos. Lejos de la solemnidad y de cierto dejo de congoja que eligieron los oradores que lo antecedieron, el fiscal empatizó con su público: “¿Cómo les va? ¿Pasó algo desde que nos vimos la última vez?”, les preguntó en relación con el primer homenaje.
En una intervención el doble de extensa que la de los otros oradores, el fiscal reconoció sentir “el bichito de la ilusión” en su cuerpo tras la apertura de la investigación de la denuncia que Nisman había presentado días antes de morir. Consideró que “pasando en limpio”, la Corte Suprema “dijo que Nisman murió por haber denunciado a Cristina Elisabeth Fernández viuda de Kirchner, Héctor Timerman y a los cinco grandes del buen humor que le hacen coro”, en referencia a los dirigentes políticos que figuran en la denuncia del fiscal. “Chorra, asesina”, devolvió el público cuando mencionó a la ex mandataria. “Traidor”, “hijo de puta”, cuando mencionó al ex canciller. “Ladrones, sinvergüenzas”, calificaron al resto.
Moldes también cuestionó a la fiscal Viviana Fein por “querer engañar a todos con la única teoría del suicidio” –“sucia, sos una nadie”, se animó a completar una mujer a los gritos–; a la procuradora general Alejandra Gils Carbó y a los jueces y fiscales “sumergidos hasta el cuello en la ciénaga de la vergüenza, militantes de esa secta obsecuente que es Justicia Legítima” e incluso la ligó “el puñado de abogados inescrupulosos” de los acusados por Nisman. Luego pidió que “no” le “hagan decir cosas que no se deben” por ser el fiscal que debe investigar el caso y echó un manto misterio: “Quizá sigamos con la figura de encubrimiento que propuso Nisman, quizá avancemos en traición a la patria”, dudó frente al micrófono, y sus palabras funcionaron como cebo en la multitud, que se encendió con la idea de “traición”. Tal vez el fiscal escuchó que más temprano, los hombres y mujeres que asistieron al homenaje a Nisman cantaban “Cristina, Cristina, queremos verte presa por la gloria de Argentina”. “No vamos a aflojar”, advirtió el fiscal de Cámara, por si acaso: “A mí para callarme me van a tener que aplicar la receta Nisman”.