El 33° Encuentro Nacional de Mujeres, en Trelew, terminó con una fuerte represión, diez detenidas (que ya fueron liberadas) y periodistas y manifestantes heridas con balas de goma. La marcha más grande que conoció la ciudad patagónica tuvo algunos incidentes que no fueron disuadidos, sino reprimidos con métodos ilegales como tirar balas de goma a corta distancia, no respetar el trabajo de la prensa identificada y la intervención de agentes de civil no identificados, que maltrataron y golpearon a manifestantes.
La policía no intervino para frenar o disuadir los incidentes, pero tampoco para defender a las mujeres que fueron agredidas por varones locales, grupos religiosos o sectores no identificados que apedrearon las escuelas donde dormían, les robaron mochilas y pertenencias y apedrearon los micros en los que se tenían que transportar. La falta de custodia policial dejó la zona liberada para las agresiones. Y, en cambio, una represión indiscriminada y fuera de los protocolos de seguridad democrática para reprimir el final de la marcha del Encuentro en Trelew.
“En 25 de Mayo y Rivadavia había un despliegue de doscientos policías aproximadamente que salieron alegando que diez chicas agredieron la librería de la Iglesia. Le pedimos a Federico Massoni, ministro de Gobierno, que desmilitarice la zona”, relató Florencia Rubilar, de la Comisión Organizadora del Encuentro de Mujeres a la periodista Mariana Carbajal. Las mujeres detenidas en la Alcaldía local habían llegado desde Neuquén, San Luis, Mendoza, la Ciudad de Buenos Aires y Mar del Plata y tienen entre 18 y 39 años.
También hubo heridas que tuvieron que atenderse en el hospital zonal de Trelew (en un hecho inédito) a pesar de que la represión en Mar del Plata, en el 2015, también dejó a chicas detenidas (dentro de la Catedral) y con grupos neofascistas cerca como modo de intimidación y que en Rosario, en el 2016, también hubo represión con balas de goma que lastimaron a manifestantes y fotógrafas. En Chaco, Resistencia, el operativo de seguridad demostró que si hay decisión política la represión no es necesaria. La seguridad chaqueña estuvo consagrada a funcionarios/as de la Secretaria de Derechos Humanos. Y, cuando hubo incidentes en la Catedral, un grupo de bomberos pudo disuadir las agresiones, sin generar detenciones, ni agresiones. En Trelew, en cambio, la policía le dio vía libre a quienes agredían a las mujeres, no previno ni evitó los incidentes y generó una represión sin control, virulenta e indiscriminada.
Una de las características antidemocráticas de las detenciones es que, en algunos casos, fueron realizadas, según testimonios que pudo recoger PáginaI12, por personal de civil. Sergio Román, un varón trans contó, en el bar Touring, mientras se encontraba en shock: “Corrí para salvar a mi pareja y no pude porque aparecieron varones sin identificación que hacían fuerza para agarrarla y le tiraban de los pelos”. Por otra parte, Nor, al lado suyo, y con lastimaduras que la mostraban ensangrentada, reforzó: “Me agarraron hombres de civil, me arrastraron y pegaron patadas. Me salvaron unas chicas, pero nos querían levantar y cagar a palos. Yo creí que eran barrabravas. No eran gente del pueblo, sino policía de civil”.
La periodista feminista Estefania Pozzo, de El Cronista y Futurock ayudó, en la noche del domingo 14 de octubre y la madrugada del lunes 15 (en que fueron liberadas las detenidas), a identificar a las víctimas y frenar los embates policiales. Ella analiza: “La represión que se vio el domingo en Trelew empezó antes de esa noche, con el abandono de las mujeres que fueron agredidas a piedrazos; siguió con el patrullaje desmedido de miembros de la Policía de Chubut e Infantería por las calles de la ciudad, y terminó con el encarcelamiento de las pibas a manos de agentes vestidos de civil, sin observar garantías ni derechos. No es casual que dos periodistas hayan sido baleadas en ese contexto. Esta escena de miedo se repitió en el Hospital Zonal de Trelew, en el que llegaban pibas sin haber sido identificadas ni informadas, y que fueron conectadas con sus organizaciones solo por el pacto de las mujeres feministas que se apostaron como garantía de cuidado colectivo. La cantidad de miembros de la fuerza chubutense apostados en la guardia del hospital hacía pensar en cómo para dos chicas se contaba con todos los recursos disponibles (y más) y cómo para los piedrazos a mujeres en barrios sin transporte había cosas más importantes que hacer. Creo que esta respuesta represiva es una decisión política y está enmarcada en la persecución del movimiento organizado de mujeres, lesbianas, travestis y trans”.
La periodista Cynthia Castoriano, documentalista, integrante de Manifiesta comunicación feminista y trabajadora de la Universidad de General Sarmiento (UNGS) fue lastimada, junto con Natalia Bordesio, con ocho balazos de goma y relata: “Vivimos una marcha espectacular. Y no queremos opacar la fiesta que fue el Encuentro con la represión. Pero no se puede quitar el dolor en el cuerpo”, evalúa. Y describe: “Nosotras llegamos a 25 de mayo cuando la represión ya estaba disipada. Había muchos policías armados, pero el clima era de tranquilidad. Ellos empezaron a gritar que había un saqueo y empezaron a agarrar a cinco chicas y a arrastrarlas del pelo hasta una traffic de la policía. Yo sentí que la policía avanzaba a mis espaldas. Corrí y sentí disparos. Y en un microsegundo hice contacto visual con un varón que me disparó. Estoy todavía en shock. Amanda Alma me lleva a un hall. Yo empiezo a sentir que me quemaba la piel. Salimos con manos en alto mostrando el carnet de prensa y diciendo que estábamos heridas. Me llevaron hasta el hospital donde me atendieron. En principio me atendió un médico que me dijo que me lo merecía. Y al lado mío había una chica con un palazo en la cabeza. Fue muy violento. Tengo ocho agujeros en el cuerpo. Y me duele muchísimo los hombros, la panza y las manos. En realidad, son balas que solo se pueden disparar de las rodillas para abajo porque duelen mucho. Y había una señora con un bebé que sale en la foto de Jose Nico. Por eso, salimos y fuimos a hacer una denuncia por violencia institucional. La comisión organizadora va a ser querellante”. Ella propone, en relación al Encuentro de Mujeres de La Plata, en el 2019: “Si tocan a una nos tocan a todas tiene que dejar de ser una consigna para ser una realidad. Y hay que evaluar cuáles son las políticas de autocuidado y seguridad que vamos a desarrollar nosotras mismas porque la brutalidad avanza y no se va a detener. En contextos tan hostiles tenemos que tener la capacidad de cuidarnos todas juntas”.
Por un lado, la represión fue más fuerte e indiscriminada que nunca. Pero también los ataques de grupos civiles (que deberían haber sido detenidos e identificados) y que constituyen formas de amedrentamiento e intimidación contra el feminismo organizado. Las piedras tiradas a micros y escuelas no son al voleo, sino formas de mostrar la reacción conservadora y el aval de grupos religiosos y medios de comunicación que demonizan al feminismo y legitiman la zona liberada para los ataques a mujeres y trans. Sofía Veliz, referente feminista de Futura, explaya su propia experiencia: “En mi micro rompieron un vidrio de arriba y tuvimos que arreglarlo con cinta aisladora junto a los choferes en un viaje que terminó siendo eterno. Pero todo el clima de la ciudad había sido bastante hostil desde que llegamos, con los rumores que circulaban allá sobre que íbamos a matar bebés, quemar iglesias y romper autos y locales. Rumores que nos comentaron los niños, los taxistas y algunos comerciantes. El final del Encuentro fue tenso. Marchamos cuatro horas hasta que en la plaza escuchamos los gases y vimos el patrullero a pocos metros. Paramos, hicimos una ronda inmensa, y lanzamos nuestro hechizo, una suerte de ritual contra la violencia machista que hacemos en CHANA, en el que todas repetimos “¡maldecimos tu imperio para hacerlo caer!” Dos horas después vivimos una venganza de los varones: la venganza misógina que nos expulsó de la ciudad. Creo que esta venganza que vivimos es una experiencia micro que representa fenómenos sociales más amplios que vamos a tener que afrontar desde el feminismo”.
Por su parte, Sol Prieto, referente de Usina de Estudios Políticos Laborales y Sociales (Ueplas), un centro de estudios vinculado a Futura reconstruye: “Fue escalofriante lo que nos pasó. Apedrearon tres de los cuatro micros en los que fuimos. Horas antes de partir los choferes nos habían advertido sobre otros micros apedreados y nos dijeron ‘apaguemos las luces y cerremos las cortinas así no las ven’. En mi micro se escucharon primero dos golpes muy seguidos. El primero metálico, el segundo estalló el vidrio y una lluvia de cristales filosos cayó justo al lado de una compañera. Todavía me pone mal pensar qué hubiera pasado si las cortinas no hubieran atajado los pedazos que cayeron entre los pies de las chicas, sobre las mochilas y en los asientos. En seguida nos agachamos, hicimos silencio y cerramos todas las cortinas mientras seguían tirando piedras. Por suerte nadie se lastimó. Agachadas, encerradas, con el corazón acelerado, abrazadas, dejamos la escuela N° 793 de Trelew. En el Encuentro habíamos charlado mucho sobre (Jair) Bolsonaro y la cobertura que los medios más grandes hicieron de Trelew, muy demonizadora, avivando estos mitos de las feministas violentas. Parece un augurio de tiempos complicados y extremos para las mujeres y las disidencias en general”.