No tener ni ayer ni mañana; olvidar el tiempo, olvidar la vida; estar en paz: así imaginaba la poeta Sylvia Plath que debía ser la muerte. Un RIP afable y calmo que, evidentemente, es un lujo chino que se le continúa negando a la cantante y compositora Amy Winehouse, fallecida siete años atrás. A la tumultuosa vida le sigue un pos mortem ibídem, y hoy se agolpan los planes para sacarle más y más dividendos a su legado. Porque aun cuando su día a día fue constante comidilla de prensa sensacionalista, plagando tapas de diarios y revistas cada traspié de la asediada brit, tras su muerte llegaron las biografías, el álbum póstumo, los fotolibros… Para más inri, el documental Amy (2015) de Asif Kapadia, ganador del Oscar, terminó de exprimirle hasta la última gota, replicando lo mismo que presuntamente criticaba: lejos de poner el foco en el insólito genio creativo de la muchacha, hizo leña del árbol caído, ocupándose de su espiral descendente, las malas juntas, los problemas con las drogas y el alcohol.
Muerta a los 27, ¿quedaba más tela para cortar? Para los herederos, sí: la familia acaba de ponerle el gancho a un contrato millonario para que, en 2019, comience a rodarse una biopic sobre ella. Obra y desgracia de papá Mitch: progenitor ausente que solo empezó a arrimar el bochín cuando su hija crecía en popularidad. Un señor que desaconsejó a la inestable chicuela internarse en rehab para no interrumpir el muy exigido cronograma de conciertos. Un hombre que, cuando Amy se recluyó en la isla caribeña Santa Lucía para intentar desintoxicarse, le truncó el sosiego al caerle de sorpresa con un equipo de filmación, amén de rodar un docu que irónicamente se llamaría Salvando a Amy… Pues, coherente con su línea oportunista, papá Mitch va por más y, además de la susodicha biopic, ha encontrado el modo de resucitar a la gallina de los huevos de oro y devolverla a los escenarios por 3 años, en gira mundial. Con la tecnología a disposición del morbo, la versión revenant de Amy será un holograma. ¿Había necesidad?
Aunque admite que la propuesta es “un poco rara”, Mitch comparte sus razones para este corolario digno de circo romano: primeramente, quiere que nuevas generaciones puedan ver a su hija muerta “en directo”. La versión pre hecatombe, cabe asumir, antítesis del último concierto que ofreció Amy: el infamemente célebre toque en Serbia donde la petit joven de tatuajes grandes fue depositada on stage cuando apenas podía mantenerse en pie, menos aún sostener una nota, y el asunto acabó en abucheos y un cruento derrotero de burlas. Quiere además papá Mitch inyectar cash a una buena causa: todas las libras, dólares, euros, pesos recaudados en concierto irán a parar a la Fundación Amy Winehouse, la organización benéfica que él fundó y que actualmente regentea, cuya finalidad es asistir a jóvenes para que superen sus adicciones a las drogas y el alcohol.
Ergo, explotado fantasmita AW al rescate, en modo tecno digital, siguiendo la macabra moda de “reanimar” a personajes RIP, propio de una cultura del espectáculo que no parece conocer límites, ni siquiera los que impone la Parca. Finalmente, como recuenta un reciente artículo de El País, “ya en 2012 el rapero Tupac se ‘apareció’ en forma de holograma en Coachella para actuar en el escenario junto a Dr. Dre y Snoop Dogg. En 2014 fue el turno para la ‘actuación’ de Michael Jackson en los Billboard Music Awards, y en 2016, el dueto vía holograma de Christina Aguilera con la difunda Whitney Houston para The Voice se colaba en Internet tras haber sido censurado por la familia de la artista fallecida por no parecerse a ella y ser de mala calidad”. La propia firma fichada para recrear a Winehouse, Hologram BASE, logró levantar de la tumba a Maria Callas y al crooner Roy Orbison, que llevan meses y meses de gira. La diva operística, sin más, iba a presentarse este mes en nuestro país, pero por razones de logística -ajenas a la voluntad de la legendaria damisela, sobra decir, en tanto lleva más de 4 décadas muerta-, arribará el próximo marzo a la Argentina.
Para crear el holograma de Amy, por cierto, la empresa contratará a una actriz que imite los movimientos escénicos de la cantante, y completará el conjuro sci-fi con imágenes generadas por computadora, según detalló el presidente ejecutivo de BASE Hologram, Brian Becker, y aclaró que acompañará al espectro una banda en vivo (si serán o no los enormes Dap Kings, nada se ha dicho).
Como bonus track, vale mencionar que un inminente documental (sale el mes próximo) se despachará en breve con (más) material inédito y entrevistas a colegas y amigos de Amy para diseccionar el legendario Back to Black, su segundo y último disco de estudio, aquel que supo devolver el sonido Motown a las islas piratas y, desterrando cualquier inocencia ‘50, cosechó una gramática altanera y cruelmente introspectiva, capaz de hablar con transparencia de lo jodido del amor, lo agridulce de las relaciones y el alcohol. El disco de culto que la colocó en la cima, cuyos éxitos volverá a “cantar” el año próximo, “hablándole” entre tema y tema al público, entrando y saliendo del escenario ya no a sus anchas sino cuando los titiriteros así lo decidan.
Mitch está seguro que Amy estaría chocha con la iniciativa holográfica. La periodista ibérica María López Villodres no está tan segura: “Según se retrata en el documental de Kapadia, la idea de tener que defender de nuevo los temas de Back to Black, nacidos del dolor de su primera ruptura con Blake Fielder-Civil, justo cuando parecía recuperarse y tenía una nueva relación con Reig Traviss, la aturdían y podrían haberla empujado a su recaída definitiva. Quedar inmortalizada repitiendo en bucle la misma actuación no parece su final más deseable”. Después de una vida demasiado corta donde su talento monumental se vio empañado por adicciones, problemas alimenticios e inseguridades varias, a la pobre Amy ni el “que en paz descanse” le han permitido.