¿Qué transforma las vidas? ¿Qué hace de pronto que todo cambie? Con esas dos preguntas poderosas pero inquietantes, la obra La vida urgente pone en escena la juventud como una edad biológica llena de caminos y decisiones que pueden ser fundamentales aunque, al mismo tiempo, estén atadas al azar. Una procesión por los dolores que produce la incertidumbre de ser joven, buscarse entre identidades diversas, identificar aquello que desea rechazarse y el costo de hacerse cargo por todo ello.
La puesta va los miércoles a las 20.30 en el espacio G104, de Almagro, y es fruto de un trabajo de varios años de La Zancada, grupo formado por estudiantes que cursaron juntos la Licenciatura de Actuación en la UNA. “Se había generado un grupo tan copado que a fin de 2016, cuando terminamos la carrera, seguíamos proponiendo cosas y nos dimos cuenta de que teníamos que hacer algo más allá del UNA”, reconoce Julieta Costa, una de las actrices del elenco completado por Pedro Alonso, Paula Baigorri, Josefina de Cara, Alejandra Escalada, Nicolas Gentile, Carola Montefeltro, Gabriel Riesco, Iago Scippo y Lucas Scott. La dirección es de Aldana Pellicani y Daniel Misses, quienes habían sido profesores del plantel.
La vida urgente es una obra dinámica y arriesgada con música en vivo y fuerte despliegue físico. Entre una escenografía mínima y casi industrial (enfatizada por el tren Sarmiento vibrando por arriba de tanto en tanto), el espacio es dominado por la corporalidad, los gestos y las entonaciones vocales que los actores son capaces de multiplicar a través del ritmo que le imponen las transiciones veloces. Durante la hora y media de la obra casi no hay tiempo para distracciones.
“En 2017 empezamos a ver qué temas nos interesaban y surgieron la juventud, la política y la militancia”, reconoce Julieta. “Nos propusimos hacer un teatro físico y con música en vivo porque por un lado queríamos expresar cosas con el cuerpo y por el otro nos interesaba el enlace con otras artes”. Según los propios actores, La vida urgente rompe las formas compositivas convencionales porque todo fue producto de la creación colectiva: “Ese método se llama multiplicación dramática y en el momento inicial la obra no tenía su principio, desarrollo y fin sino que era un cúmulo de recuerdos, exaltaciones, un pedacito de un texto, después otra info”, y así.
Pero hubo algo que articuló todo ese collage y le dio la identidad necesaria para que toda obra se expanda sobre una base sólida: la historia de Soledad Rosas pero también la de Romeo y Julieta. Un hecho real, otro ficcional, y encima de dos tiempos históricos distintos, pero ordenados alrededor de la urgencia que implica ser joven, el amor como motor de búsqueda de una persona o de un ideal y la tragedia de la muerte prematura, triste e injusta. “Nos parecieron figuras poderosas y actuales que le permitían al guión dialogar con el momento histórico, social y cultural en el que se pone en escena”, explica Costa. “Son, esencialmente, dos historias políticas sobre jóvenes que quisieron vivir de un modo que estaba en contra de lo establecido.”
El trabajo requirió mucho hipertexto y metadata, lo que en la obra se luce a través de menciones que van desde el escritor anarquista Errico Malatesta hasta Los Saicos, el grupo peruano que muchos señalan como verdadero pionero del punk mundial, pasando por la violencia de género, el uso de drogas y el abuso policial. Además funcionales a la dinámica de la obra, estas alusiones componen un profundo inventario sobre lecturas, estímulos y consumos de la cultura joven. Ordenar y tejer este entramado llevó dos años de laburo con tres ensayos semanales de hasta cuatro horas cada uno.
A pesar de la solemnidad que podría sugerir la temática, La vida urgente se estriba de momentos también en el humor, aunque en este caso de uno cáustico: la risa más fuerte es la carcajada, producida por igual por chistes inteligentes como por desgracias amargas. ¿Las muertes de Soledad, Romeo y Julieta “sirvieron” de algo? ¿Dejaron algo más que tres cajones enterrados? “Una de las bajadas más claras de la obra es que no importa tanto lo que opinemos al respecto de eso, porque el teatro debe generar preguntas para que el espectador responda”, asegura Julieta. “Pero eso no quita que hayamos buscado lograr un mensaje político, porque de hecho la producción de la obra fue política: somos diez pibes queriendo hacer teatro como sea, poniendo plata de nuestro bolsillo y mintiendo en el trabajo para poder ir a los ensayos.”
* Miércoles de octubre y noviembre a las 20.30 en G104, Gascón 104.