Cuando Mauricio Macri, en el inicio de su campaña presidencial, afirmó que la inflación era “un tema fácil de resolver, es lo más simple”, no estaba lanzando un exabrupto fuera de libreto, sino que reflejaba lo que sus asesores económicos –luego, su equipo de gobierno– le entregaban como diagnóstico. La inflación tenía como origen la emisión monetaria excesiva, le dijeron. Entonces, si se reducía la cantidad de dinero circulante, problema solucionado. Así lo creían, y probablemente lo siguen creyendo.
Macri y su equipo transitaron desde entonces por ese sendero de política monetaria. Aunque en el último tramo, desde abril de este año en adelante, asumieron que el costo de esa política iba a ser una profunda recesión. Pérdida de capacidad adquisitiva por parte de los asalariados, pérdida de ingresos monetarios por reducción de horas de trabajo, pérdida de empleos posiblemente por reducción de planteles o cierre de establecimientos. El gobierno eligió quién iba a pagar los costos, pero “el sacrificio” (ajeno, por cierto) debía tener un resultado muy valorado: erradicar la inflación.
Hoy, el modelo económico suma un nuevo fracaso. La inflación se les desbocó a nivel mayorista y no es una sorpresa: si se permitió dolarizar los insumos básicos, incluso los servicios públicos; si los esquemas de mercados concentrados –no competitivos– en vez de diversificarse con la apertura importadora se concentraron aun más; si se borraron de un plumazo todas las regulaciones y se viabilizó el traslado a precios de la megadevaluación que el propio modelo generó, el resultado no podía ser otro que el híperaumento de precios (hablar de hiperinflación sería apresurado, aunque no estamos lejos). Así lo registraron las estadísticas de septiembre y así lo reflejarán las de octubre, si no hay una “mano invisible” que las modifique.
En cuanto al costo –la pérdida salarial, la recesión y consecuente caída de la demanda–, el daño está hecho y se seguirá haciendo. La fórmula oficial sigue siendo “secar la plaza” para detener la remarcación de precios, lo cual tendría como lógico reflejo una mayor suba de tasas. Esto es, mayor recesión. A no sorprenderse. Este gobierno ya demostró cómo reacciona: cuanto peor le va, peor es la respuesta. Son cientos de miles las personas que sufren las consecuencias de este experimento, y serán muchos más si continúa.