El Indio Ceballos lancea un toro en plena arena española y Goya lo inmortaliza en una de sus estampas. Y la escena no llamaría la atención a nadie si no fuese porque Mariano “el Indio” Ceballos era un torero rioplatense, “exportado” cual Messi de las lides a la Madre Patria para medirse en las plazas europeas. Por eso y porque la estampa forma parte –junto a otras cuarenta obras– de la exposición Goya + Picasso + Dalí. Arte y tauromaquia, que acaba de inaugurarse en el Museo de Arte Español Enrique Larreta (Juramento 2291). La muestra está repleta de trabajos originales de los tres grandes nombres de la plástica ibérica, además de material audiovisual, objetos, literatura vinculada al tema y una acuarela del marinero inglés Emeric Essex Vidal, que retrata la (no tan) fugaz práctica de las corridas en el Virreinato del Río de la Plata, que se extendió hasta el siglo XIX en Buenos Aires. La exhibición fue curada por Patricia Nobilia y producida por el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA), con apoyo de la Embajada de España. Podrá visitarse hasta el 6 de enero, de martes a viernes de 12 a 19, y sábados, domingos y feriados de 10 a 20.

El eje de la exposición es la tauromaquia, es decir, del universo que los siglos construyeron alrededor de las corridas de toros, desde la crianza del animal hasta cada instancia de la corrida en sí misma, que tiene un orden que bien puede calificarse de ritual. Y aunque la propuesta sugiere ver representadas en sus obras también la mirada crítica a la práctica, lo cierto es que los tres artistas fueron fervientes entusiastas de “los toros” y amaban ir a Plaza a ver las lides. Una primera hipótesis de la muestra, por tanto, es que deja muy en evidencia la importancia del ojo del observador en la construcción de sentido de la obra. Si esas lanzas sanguinolentas de Dalí son críticas o celebratorias, y cómo tomarse eso, va más por la postura del espectador que por lo que la propia obra tenga para decir. En todo caso, los plásticos supieron captar la intensidad de los momentos y lo de primario que había en esa práctica que tanto los atraía.

Por detrás de eso, el ojo atento (o al menos el buen lector de catálogos) descubrirá que la exposición permite trazar vínculos y relaciones entre los grandes nombres del arte español: ahí están Francisco de Goya y quienes lo inspiraron a explorar el camino de sus estampas. Allí está el Pablo Picasso buscando pararse en los hombros de su ídolo. Ahí está el contrapunto estético entre el cubismo de Picasso y el surrealismo de Salvador Dalí. O su explosión de colores y el sacudón que provocaba su obra en los aficionados a los toros. En este sentido, la muestra es una fiesta para los amantes del arte español, pues aúna un tema identificado con esa nación y a los grandes nombres de su pintura (pese a que la colección que se ofrece en el Larreta es de grabados y litografías). Además, se trata de obras que bien ayudaron a construir toda una estética vinculada al toreo o inspiraron de/reconstrucciones de esa imaginería, dentro y fuera de España. La tauromaquia es una disciplina que, aunque alcanzó su mayor expresión en España, también generó pasiones en otras regiones, donde aún se la sigue con entusiasmo. Por ejemplo, en Nimes (Francia) el museo de su arena romana le dedica un espacio muy amplio a su práctica en ese lugar, y la imaginería torera aparece una y otra vez en la ciudad.

Allí hay otro punto interesante para apreciar con la muestra, que es el poderoso efecto que la tauromaquia tiene entre sus practicantes y espectadores. Un apartado “literario”, en el que se exponen libros temáticos, revela también cuánto fue escrito y reflexionado en torno a la práctica, al ser español y a cierta condición ontológica del ser humano, que puede asquearse y fascinarse a la vez por el toro lanceado. En el catálogo, un artículo de Ricardo Valerga da cuenta de esto y traza encuentros entre las letras y los toros de cantidad de autores, incluyendo a Domingo Faustino Sarmiento.