El programa económico presentado por Jair Bolsonaro puede ser definido como ultraneoliberal y ultraviolento. En su propuesta de plan de gobierno las principales preocupaciones que se explicitan tienen que ver con el combate a la corrupción, la seguridad y la economía. Respecto de la economía, comienza con el diagnóstico actual, en donde se destacan como principales problemas el elevado déficit fiscal, el bajo crecimiento y el importante nivel de desempleo. En términos generales, el programa es de carácter ortodoxo, manteniendo el “trípode macroeconómico” actual: tipo de cambio flexible, metas de inflación y metas fiscales.
A continuación, el plan avanza con las principales medidas. Respecto del déficit fiscal, se reconoce que responde al elevado endeudamiento heredado. Como meta objetivo se propone alcanzar el superávit primario durante el segundo año de gobierno (2020). Las políticas recomendadas no traen ninguna novedad y son parte del recetario ajustador del Consenso de Washington: reducción del Estado y eliminación de ministerios; implementación de recortes a los fondos asignados a los ministerios y despido de trabajadores estatales; privatización de empresas públicas para el pago de la deuda pública; reforma previsional con introducción de un modelo de capitalización individual; y reforma tributaria que reduce la carga impositiva a las corporaciones y recorta cargas sociales.
En relación con la búsqueda de crecimiento y la generación de empleo, el programa descansa en la “teoría del derrame”, que establece que si las clases más acomodadas de la sociedad se enriquecen, va a mejorar su capacidad de ahorro y de inversión, y esa riqueza material multiplicada va a terminar derramando prosperidad sobre el conjunto de la sociedad. Un hermoso relato, salvo que este fenómeno jamás se produjo a lo largo de la historia de la humanidad.
En términos de política comercial, se declama que la apertura de la economía también va a funcionar como acicate al crecimiento y la generación de empleo. Se anuncia la reducción de las tarifas de importación y la eliminación de barreras no arancelarias. Asimismo, se propone la firma de acuerdos bilaterales, lo que va en contra de la actual normativa del Mercosur, que establece que sus miembros deben negociar sus acuerdos comerciales de manera conjunta. De aplicarse, esto conducirá al fin del Mercosur tal como lo conocemos. Al parecer, vamos hacia una degradación del acuerdo, pasando de la actual unión aduanera a una mera zona de libre comercio.
Para la creación de empleo se apela al mix de reforma laboral cum emprendedorismo. Se espera que la flexibilización de las condiciones de contratación redunde en menores costos laborales y, siguiendo el relato neoclásico, en un nivel mayor de empleo. Se propone la creación de una nueva cartera de trabajo, que funcionaría de la siguiente manera: los trabajadores podrán optar por ser contratados bajo la “cartera azul” –bajo las normas tradicionales de contratación– o bajo las mucho más flexibles condiciones de contratación de la “cartera verde amarilla”.
El combo se completa con el chamuyo del “emprendedorismo”, a partir de la creación de un “ambiente favorable” en el que florezcan millones de emprendedores que generen su propio empleo, lo que en los países periféricos como Brasil significa la proliferación de trabajadores autónomos sin protección social y emprendimientos de subsistencia por fuera de la economía formal.
Sin embargo, parecería que Bolsonaro no cree demasiado ni en su propio programa de empleo. Por ello, a continuación presenta un “programa de renta mínima”. Si bien se trata de una medida claramente progresista, es difícil pensar que Bolsonaro busque con ella darle mayores derechos al pueblo brasileño. Claramente se trata de un paliativo para contener el empeoramiento de las condiciones de vida que afectará a la mayoría de los brasileños si se pone en marcha su programa económico, en conjunto con el ejercicio de la violencia y la represión. Bolsonaro aspira a contener la protesta social con un reguero de balas, palos y farofa por sobre las barriadas brasileñas.
En suma: liberalismo económico, ortodoxia fiscal y monetaria, apertura comercial, degradación del Mercosur, privatizaciones, recortes presupuestarios, reforma tributaria regresiva, reducción del Estado, despidos en el empleo público, reforma laboral flexibilizadora, el verso del emprendedorismo y la contención de la protesta social con represión y renta mínima. Esas serán las claves de un eventual programa de gobierno de Bolsonaro. Y bien conocemos los resultados de estas políticas económicas inspiradas en los “diez mandamientos” del Consenso de Washington: desindustrialización, reprimarización, aumento del desempleo, mayor pobreza, indigencia, exclusión, marginalidad y violencia. Un programa económico ultraneoliberal. Un programa económico ultraviolento.
* Docente investigador de UND. Asesora de la CTA de los Trabajadores.