¿Qué quiere Carrió? La pregunta se repite en la Casa Rosada. ¿Qué quiere Carrió? El interrogante retumba en el Ministerio de Justicia. ¿Qué quiere Carrió? Se lo preguntan hasta sus propios seguidores. Quienes hablaron desde esos lugares con este diario dejaron en claro que la remoción de Germán Garavano no es el fondo de la cuestión. La cabeza de Ricardo Lorenzetti es otra de las exigencias que Elisa Carrió le hizo en forma directa a los interlocutores que le envía el presidente Mauricio Macri. Hay más: el mapa de relaciones se va reconfigurando. La aliada cívica recuperó su buena relación con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, por eso de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. En este caso, los nuevos enemigos de Carrió son el titular de la Cámara baja, Emilio Monzó, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. A ellos los identifica con el grupo que busca un acuerdo con el peronismo y, según Carrió, impunidad en la Justicia.
Es curioso como la pregunta se repite una y otra vez entre seguidores, aliados internos, adversarios en Cambiemos: nadie termina de entender cuál es el objetivo final de la líder de la Coalición Cívica. “Hay algo más de lo que ya dijo. Algo nos olemos. Pero la verdad... Mejor no enterarse”, dice uno de los emisarios del presidente, que busca encauzar la relación.
En su propio espacio, siempre dejan la idea de que faltan piezas de rompecabezas. Piezas que solo Carrió conoce. “Nunca hay que tomar la literalidad de lo que dice Lilita. Sino el metamensaje”, confían quienes la conocen desde hace muchos años. Y no dicen mucho más. A lo sumo un guiño de un ojo como una contraseña para los que “ya sabemos como es Lilita”.
Otros lilitos apuestan por explicaciones más sencillas: “Lo que hubo es una situación concatenada. Primero, excluyeron a su abogada en la Unidad AMIA (Mariana Stilman). Después, fueron los dichos de Garavano hablando como si fuera solo un jurista cuando es un ministro. Y sin tener en cuenta el contexto. Y después vino lo de Menem”. Fueron demasiadas cosas. “Lo de Menem” es el fallo que lo absolvió a Menem, algo que Carrió le imputa a Garavano, pero más específicamente al camarista Carlos Mahiques y a su hijo Juan Mahiques. Esos dos están explícitamente en la mira de Lilita. Pero hay otros que recién ahora empiezan a aparecer.
Como Frigerio. Carrió lo atacó en los últimos días. Dijo que quiere ser presidente. Lo acusó de difundir encuestas en las que él aparece al tope de los ministros con mejor imagen (las encuestas existen: son de la Universidad de San Andrés y lo muestran a Frigerio y a Carolina Stanley entre los ministros mejor posicionados y a Marcos Peña y Nicolás Dujovne entre los peores posicionados). “Puede ser candidato a presidente pero del peronismo, en Cambiemos no sé”, descerrajó Carrió contra el ministro del Interior. Fue la primera señal de que hay una pelea de fondo con la llamada “ala política” del Gobierno.
El otro al que Carrió le apunta, aunque todavía no en público, es a Monzó.
“Se amigó con Peña porque Monzó es su nuevo peor enemigo”, confía a este diario un consigliere del presidente que la conoce bien. Todos saben que aliados y enemigos cambian en forma frecuente: hace una semana lo acusaba a Peña de ser quien le daba órdenes a Garavano. Carrió lo pone a Monzó en el mismo grupo que Frigerio, pero también que los radicales. Para ella, todos son acuerdistas. Y están dispuestos a pactar con el PJ. En esa lista, suma a Lorenzetti, el único por el que pidió en forma explícita al presidente: Carrió quiere que la apoyen y que avance el juicio político contra el ex presidente de la Corte Suprema para echarlo definitivamente de allí. En este punto, toda conspiración cierra: las peleas con Carlos Rosenkrantz parecen haber aparecido en el momento oportuno.
“Monzó está en una conspiración más grande”, lanzan pistas sin completar en relación al presidente de Diputados, quien volvió a discutir en duros términos con el jefe de Gabinete por el extra a las tarifas que finalmente fue dado de baja (y será pagado a las petroleras por el Estado). ¿Cuál sería esa conspiración? Nadie lo dice con claridad. Solo mencionan a un operador que podría estar involucrado: Guillermo Seita.
El otro por el que va Carrió es Daniel “El Tano” Angelici. Pero no está claro qué tendría que ocurrir para que la aliada cívica considere que el presidente rompió relaciones con el titular de Boca Juniors. Algo que, por otra parte, no está ni cerca de suceder. Una certeza, no obstante, es compartida por todos los sectores: “Garavano es el chivo expiatorio”. No significa que Carrió no pida que lo terminen sacrificando igual.