Dos aniversarios redondos dan cuenta de que cuando se crean buenas propuestas destinadas al público infantil –y al adulto que, inevitablemente, acompaña– es posible apostar no solo a la permanencia, también al crecimiento y a la generación de nuevos públicos, aun en tiempos de crisis y feroces recortes presupuestarios. Treinta años está cumpliendo el Grupo Kukla, una edad que tiene su hora cero en la lejana Bulgaria, pero que tuvo su desarrollo por estas tierras. Y veinte son los años que celebra la Compañía El Nudo, desde el egreso de sus integrantes del histórico Grupo de Titiriteros del San Martín. Esgrimiendo como siempre las armas del teatro de títeres, y también del trabajo cooperativo, los elencos lo celebrarán hoy desde las 19 en la que es su “casa”: El Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, ver aparte), junto a sus protagonistas y a muchos de los que hicieron posible estos 30 + 20 años.
Desde el asombro de movimiento y colorido que provoca el teatro negro el Grupo Kukla; desde los pequeños títeres y objetos construidos con preciosismo en el detalle El Nudo, ambas compañías han sabido construir en estos años de historia todo un estilo propio, una marca que los ha vuelto identificables a lo largo de sus espectáculos. Que pueden ser para el público adulto o para el de niños y niñas; y que en este segundo caso se mantienen y reponen en distintas temporadas. Un caso emblemático: Circo Fokus Bokus, del Grupo Kukla, lleva diez temporadas, y entre las funciones locales y las giras suma (sin inflar la cifra, juran los titiriteros) un millón doscientos mil espectadores.
La historia de Kukla se remonta a 1988 en Bulgaria, cuando Antoaneta Madjarova y Krasimir Gospodinov, egresados de la Facultad de Títeres de la Universidad Nacional de Teatro y Cine de Sofía, fueron a trabajar al Teatro Nacional de Títeres de la ciudad de Burgas, cumpliendo la regla socialista de devolver con trabajo los años de formación. Junto a dos compañeros de este teatro crearon el grupo y un primer espectáculo. Era Los cuentos de la fantasía, y en la celebración de hoy estará representado por el Ratón Charly, el primer títere del grupo, que Madjarova aun conserva.
La Compañía El Nudo también tuvo un lugar de formación como motor y punto de encuentro, en este caso la Escuela de Titiriteros del Teatro San Martín que dirige a Adelaida Mangani. “Un grupo de egresados de dos camadas nos juntamos sin saber lo que iba pasar, simplemente porque nos habían quedado un montón de cosas para investigar dentro del lenguaje de títeres, como una continuidad de la formación de la escuela”, recuerda ahora Nelly Scarpitto, una de sus integrantes y fundadoras. Así surgieron dos primeros espectáculos para adultos, y los que siguieron para niños. “Desde ese inicio, no paramos nunca. Se generó una energía en común, nos une una pasión muy marcada por la profesión y un respeto mutuo por lo que pueda hacer el otro. No somos un grupo donde todos hacemos todo, sino que cada uno aporta lo mejor que tiene. Y después de veinte años, nos seguimos admirando. Supongo que la clave pasa por ahí”, analiza la titiritera el camino recorrido.
Kukla llegó a la Argentina con su primer espectáculo, participando de un festival, y fue para quedarse. Madjarova ocupó luego el lugar de programadora de espectáculos para niños en el desaparecido Teatro Liberarte, donde se presentaba Kukla, y ahí mismo comenzó a dar talleres y cursos de formación de actores y titiriteros. Entre los espectáculos que siguieron, recuerda especialmente Cuentopataletas, estrenado en el 99, una adaptación de dos cuentos de María Elena Walsh. “Gracias a eso tuve la oportunidad de conocerla personalmente, por el tema de los derechos de autor. Tuve una larga entrevista con ella en su departamento, charlamos mucho, me regaló el gran halago de felicitarme por haber cuidado su lenguaje y comprender su poética”, recuerda la directora.
Convocada por Floreal Gorini, a través de Juano Villafañe, Madjarova pasó luego a hacerse cargo del área de títeres y espectáculos para niños en el Centro Cultural de la Cooperación. “Nos reunimos durante tres años sin saber si se iba a construir el centro cultural, pasamos esos años tan tremendos de 2000 y 2001, con esa gran movida desde el movimiento cooperativo”, repasa la titiritera, que desde este año ocupa la dirección general del centro cultural. Pulgarcita –estrenado en Singapur antes que en Argentina–, El invento terrible, una versión del cuento de Gianni Rodari, con dos puestas distintas, la varieté circense Circo fokus bokus (“nuestra obra bisagra”, la define Madjarova) y Música, maestro, un repaso por la historia de la música a través del teatro negro, son otras de las piezas para niños del grupo. Con ellas recorrieron en giras casi toda Latinoamérica, y lugares más lejanos como Singapur, Hong Kong, Vietnam, Malasia.
El Nudo sigue conformado por sus fundadores Nelly Scarpitto, su hermano Daniel Scarpitto, Claudia Villalba, Mriana Trajtenberg y Julieta Alessi, más los técnicos, músicos y titiriteros invitados de los diferentes espectáculos. Tiene la característica de trabajar con títeres y objetos muy pequeños, de delicada factura. Y también para niños y niñas muy, muy chiquitos, a los que logran fascinar con las técnicas de títeres de mesa, de retablo, con varillas o bocones. “Varios de nosotros venimos de la plástica y le damos una importancia grande a lo estético, y además todos somos admiradores de los Muppets”, cuenta Scarpitto sobre este estilo, y entre risas agrega: “Sobre todo creo que, como casi todos los titiriteros, nos hemos quedado en alguna etapa de nuestra primera infancia. Por eso nos gusta esto de recrear permanentemente el juego con elementos a escala”. En ese juego se enmarcan obras bellas y delicadas como Un hipo desafinado, Un tigre en el gallinero, El viaje de Azul o Un ovillo con pelusa.
–¿Y qué es lo que las atrapó de los títeres?
Antoaneta Madjarova: –Desde que tengo memoria, todo mi juego gira alrededor de los títeres, desde los primeros muñecos que habitaron mi cuarto de niña, a los que manipulaba y les daba vida. Y no solo eso: armaba las historias, escribía los textos, disponía la ropa, les hacía los muebles… Ya más grande, de adolescente, en las vacaciones de invierno y verano, allá en Bulgaria, juntaba a los nenes del vecindario y armábamos festivales de música o teatro. Organizábamos todo dentro del juego: actuación, dirección, producción, puesta en escena, los textos, los trajes, cobrábamos la entrada, hacíamos todo… ¡Más o menos, como hago ahora! (risas). Era muy divertido. Y sigue siéndolo.
Nelly Scarpitto: –Esa posibilidad que tiene el títere de dar vida a la materia inmóvil, me fascinó siempre. Porque en realidad no es inmóvil, es inerte; cuando uno la anima y la pone en situación dramática, enseguida la materia toma vida. Se convierte en un personaje dramático. Solo con un títere se puede dar vida a la materia.
–¿Cómo sostienen la forma de trabajo cooperativa, en ambos casos?
N.S.: –Seguimos siendo una cooperativa a la antigua: desde la persona que recibe al público en la sala, hasta la que pone una luz, la que dirige o interpreta, todos cobramos lo mismo. Estamos todos en el mismo barco. Y sentimos parte indispensable de ese barco al centro Cultural de la Cooperación, que hace catorce años nos abrió las puertas. Desde entonces nos han dejado trabajar con una libertad única.
A.M.: –Como cooperativa independiente, producimos básicamente con los ahorros de la propia cooperativa, y unos pequeños subsidios que a veces conseguimos y cada vez son menos. También contamos con la generosidad del CCC, que nos brinda los espacios para ensayar. Y que hace posible que podamos desarrollar un programa como Arte en la escuela, gracias al cual podemos dar funciones gratuitas para escuelas de poblaciones más carenciadas.
–¿Qué es lo más lindo que les pasó en estas décadas?
A.M.: –El aplauso del público, y la curiosidad siempre intacta de los chicos. El agradecimiento y la sonrisa que te devuelven... ¡y también los que vuelven una y otra vez a ver el mismo espectáculo!
N.S.: –Cuando vemos a muchachones adolescentes que nos dicen: yo los vi vuando era chiquito, ahora traigo a mi primito... ¡sentimos que nos sale otra cana! (risas).