El viernes pasado Fernando Fazzolari inauguró, en la Barraca Vorticista, Cenizas de signos, una enorme instalación que recubre la mayor parte de la sala, donde las paredes, el piso y el cielo raso están revestidos de signos provenientes de distintas lenguas –incluidas lenguas privadas, secretas–, de modo que envuelven y contienen a los visitantes a través de tres colores: dorado, negro y rojo. La escritura como forma, como dibujo, como trazo por el que es posible dejarse llevar, más allá del significado, bordeando el sentido.
–¿Cómo fue el proceso que lo llevó a esta muestra?
–Todo comenzó con la voluntad de aprender chino. En realidad lo que me fascinaba era la caligrafía. Y allí aparece Zhong Chuanmin, que aún no logró que aprenda chino, siendo él un excelente maestro, pero nos hicimos amigos. De pronto me tropiezo con su pariente japonés. Ideogramas, Kanjis y luego el sho-do: el camino de la escritura. Después sigue el buceo en la etimología del signo, un trabajo de por si apasionante pero para el que son necesarios casi tantos años como los de la misma humanidad. Tal vez, el camino de la escritura haya nacido en Olduvai...Tanzania… cuna de los primeros homínidos que dan cuenta del inicio de la vida humana, en la tierra de Etiopía, en el África de Lucy... y finalmente que todo sea nada mas que una deriva detrás del alimento.
–Está el deseo y la voluntad de dejar alguna marca, algún rastro.
–Si se rastrea la escritura aparece en el norte de África; en Noruega, sobre el círculo polar; en China, en la Manchuria; en el norte del Japón… como petroglifos. Grabados en la piedra: ese primer papel eterno. En Altamira, Lascaux, Atapuerca; en el Tíbet, en la India, en la China de la ruta de la seda... en los barcos de los esclavos, en las rutas carcelarias... en los alfabetos primitivos, en las estructuras de la Mesopotamia. Coptos, sasánidas, en Egipto, Grecia, Etruria, Roma. En Israel, Palestina y todos los pueblos semitas… La Media Luna árabe. Los ingleses dividiendo para su reina… El estrecho de Bering; los toldos de los salvajes pieles rojas. México, Centroamérica; América andina... las tribus de la selva y el ser humano que transporta y transforma el lenguaje y otra vez la piedra y el oro como papel... Indudablemente habría que tener alrededor de seis mil años por delante para poder hacer la trazabilidad de los signos en la comunicación humana.
–También hay lenguajes secretos.
–Crípticos, sí. Y hay código Morse, el alfabeto del mar... Lo binario... Pero por sobre todas las cuestiones culturales y académicas, está la emergencia del gesto en decir lo que el cuerpo reclama más allá de la vista y el deber de la forma. El lenguaje del cuerpo es palabra en tanto cuerpo y en el cuerpo da forma. El cuerpo es un actor importante en la exposición: el cuerpo como lenguaje, el cuerpo en danza, el cuerpo en forma, el cuerpo en amor, es un cuerpo que se lanza sobre nosotros recordándonos nuestra condición de carne y deseo.
–¿Y la notación musical?
–No me metí ni con la música ni con la teoría de las cuerdas porque lo mío era algo pequeño que fue creciendo hasta que en un momento le he puesto un punto. Hubiera seguido; de hecho voy a seguir, pero sin atormentar a nadie más.
–Al mismo tiempo que la escritura está el dibujo.
–Hice muchos dibujitos, de cada cosa que encontraba. Y seguí con Barthes, Bataille, Bachelard, Quignard, Saussure. Freud, Lacan, Byung-Chul Han…..y siguen las firmas. No tengo dudas de que la escritura es un dibujo. Si uno escribe en artefacto está escribiendo con el cuerpo y está dibujando sentimientos, saberes o dudas bajo las formas de unas letritas amontonadas. Creo que estoy dejando de pintar para escribujar.
–Y si hablamos de la escritura como dibujo, se trata también de la escritura como forma.
–Entre los signos que dibujé se incluye, por ejemplo, la cruceta que sostiene a la marioneta con sus hilos. Ahí se infiere la mano de la titiritera, que lo gobierna y hace con los hilos un lenguaje que asombra. Deja de ser escritura para ser forma. Y era forma antes de ser signo. Los haikus, por ejemplo, tienen la virtud de ser una imagen de estado de poesía. O las ramas de bambú: una larga, una corta, dos largas… pasan de ser un mensaje en clave Morse a un sumi-e y luego a una frecuencia abstracta de un signo. También los lenguajes de las manos para hipoacúsicos son un tratado de anatomía en términos de dibujo y lenguaje. O la puntillosidad del braille se puede conjugar desde un trazado de figuras discretas.
–Hay una escritura que está más allá del signo.
–En un libro hermoso sobre Japón, El imperio de los signos, Roland Barthes se pregunta “Où commence l’écriture?… où commence la peinture?”, y lo escribe de propia mano, bajo una ilustración. Y allí la escritura es un dibujo, una obra de arte. Mi querida Mirta Dermisache lo llevaba a un estado de gloria. Los textos de León Ferrari, las obras de Henri Michaux, en esa búsqueda de cierta indescifrabilidad de los seres humanos. Y me olvido de muchos.
–La instalación es contenedora y al mismo tiempo la escritura resulta envolvente, lo cubre casi todo.
–Las instalaciones tienden a envolvernos en una atmósfera en la que somos invitados a vivir. Es en este caso envolvente, pero también puede resultar agobiante, invasiva. Es aquí donde el signo, representante gráfico del lenguaje, se constituye en cultura, nos traviesa, en este caso groseramente, no nos da resquicio como hoy la comunicación masiva, como antes la iglesia, como lo fueron las obras del poder, las pirámides, los sarcófagos, las capillas particulares, y así llegamos a las paredes de pantallas de led, la realidad virtual, el camino al holograma. Son parte de las transformaciones que venimos viviendo desde las tecnologías aplicadas a las ciencias, a la domesticación civil, al nuevo sujeto solitario en libertad. El “yo” desligado de la red social y convertido en un algoritmo. Un QR de diseño que no era una obra abstracta.
* En la Barraca Vorticista, Estados Unidos 1614; jueves y viernes, de 19 a 21; sábados, de 11 a 15 (para citas en otros horarios, escribir a www.fazzolari.com.ar), hasta el 20 de noviembre.