El martes 10 de enero falleció en la ciudad de Rosario una de las editoras más destacadas del país. Adriana Astutti (Cañada de Gómez, 1960) había creado en 1991, junto con Marcela Zanín y Sandra Contreras, la editorial Beatriz Viterbo, donde publicaron autores como Sylvia Molloy, César Aira, Alberto Giordano y Cristina Iglesia. En 2016, ese sello había cumplido sus bodas de plata con la difusión de la literatura y el pensamiento crítico y estético. Astutti compuso un catálogo refinado, que perdurará como fuente de regocijo para los lectores.
En los ensayos que escribió a lo largo de los años despuntaba su interés por el detalle, las miniaturas e incluso el delirio, que convirtió en pilares de Beatriz Viterbo. Astutti tradujo y editó El ansia, libro de Susan Stewart dedicado a esos temas, marginales en opinión de algunos críticos aunque sustanciales para la imaginación contemporánea. Fue autora de Andares clancos, volumen de ensayos publicado en 2001.
Nora Domínguez compiló con Astutti un libro sobre la obra de Norah Lange, Promesas de tinta (2010). “Adriana sabía leer muy bien el desamparo, la pobreza, el pudor en los personajes que se le cruzaban: una novela de Clarice Lispector, un cuento de Silvina Ocampo, unas cartas de Victoria. Longitudes de los estados afectivos que ella transformaba en rítmicas descripciones críticas”, dice Domínguez, que editó en Beatriz Viterbo el ensayo De donde vienen los niños. “No se dejaba marear por ninguna jerarquía. Era directa, franca, generosa. Compartimos y organizamos jornadas críticas, editamos compilaciones, avanzamos hasta dar con los originales dispersos de Lange. El último libro que me regaló fue Enemigos de la lluvia, de María Martoccia. El regalo de una editora es una onda de afecto disparada como un mensaje hacia la futura lectura.” Así debe leerse el legado de Astutti.
“En boca de Adriana el diminutivo era siempre una variante cariñosa del elogio –cuenta Débora Vázquez, que publicó en 2013 Un verano con Rohmer?. ‘¡Mirá qué bien tu librito!’, me decía cada vez que se publicaba una reseña. Le gustaban las cosas pequeñas, artesanales. Los ejemplares de ese libro me los trajo desde Rosario en el baúl de su auto y me los dio después de ver juntas, ella, Marcela Zanín y yo, una muestra de Liliana Porter en el Malba. Carolina Rolle trabajó con Astutti en Beatriz Viterbo y proseguirá allí con esa labor. Cuenta que fueron innumerables las declaraciones de afecto, admiración y agradecimiento que se recibieron luego de la muerte de Adriana. “A la pesca de nuevos talentos, se sumergía en las librerías, en las revistas culturales, leía con avidez ese cúmulo de descargas en las redes sociales y de repente se encontraba con algo que le despertaba la inquietud y asumía de un modo personal publicar al autor”, dice. Se sabe que rechazaba obras de autores consagrados, porque no encontraba en esos textos algo que potenciara sus ganas de leer.
Uno de los proyectos de Astutti para 2017 era la publicación del cuento de Silvina Ocampo “Nueve perros”, ilustrado por el creador de las tapas de Beatriz Viterbo, el artista Daniel García. Ese libro saldrá en otoño en la colección Ficciones/Álbum. Nueve Perros se llamó, además, la revista cultural que ella dirigió entre 2001 y 2004.
“Nunca imaginé, a comienzos de 1991, cuando Adriana, Marcela y Sandra se acercaron para consultarme acerca del diseño de los libros de una editorial que estaban fundando, que ese sería un trabajo que me acompañaría durante toda mi carrera -dice García. Que todos creceríamos juntos. Con Adriana, lo profesional y lo afectivo estaban siempre mezclados. Creativa, estimulante, apasionada por su trabajo. La última vez que la vi, en los primeros días de este año, todavía me consultaba por proyectos y me contaba que tenía muchas ganas de sentarse a dibujar con Gilda Di Crosta este verano.” ¿Cómo no compartir las palabras finales de su testimonio? “La vamos a extrañar.”