Hace unos meses atrás, Manuel José Ossandón, parlamentario de derecha y pre-candidato presidencial chileno, decía que el sexo anal no es sexo. Estas fueron las palabras escogidas del parlamentario para criticar el folleto de sexualidad que la Municipalidad de Santiago había realizado para distribuir en los colegios de la comuna y debatir con los jóvenes sobre educación sexual. A estas alturas hay que reconocer que la derecha chilena es una maquinaria creativa y brutal de frases para el bronce. Los últimos días se impuso en la agenda mediática y social, la inmigración y las políticas de inclusión y discriminación. Las declaraciones del ex presidente de derecha Sebastián Piñera, quien lidera las encuestas como pre-candidato presidencial para el 2018, declaró: “Muchas bandas de delincuentes en Chile son de extranjeros” y en la misma vereda otro político, el mismo del sexo anal, decía que: “Las puertas del país como las de la casa se abren, pero no a todos”. Quizás una fijación anal reiterada, creo.
El 2016 estuvo además marcado por el debate sobre la despenalización del aborto, el aumento cada año de los femicidios, y grandes manifestaciones contra violencia de género. Desde el arribo de la transición democrática o la post-dictadura, se presentaron más de 25 proyectos para reestablecer el aborto terapéutico, amarre pinochetista que dejó a Chile como uno de los países más restrictivos en esa materia en la región junto a Nicaragua y El Salvador. La legislación derogada había estado vigente hasta el año 1989 cuando Pinochet dejó una serie de leyes antes salir visiblemente del poder. El proyecto que el gobierno de Michel Bachelet presentó incluyó la autorización del aborto cuando hay peligro para la vida de la madre, inviabilidad del feto y violación. En el contexto de la presentación del proyecto desató una discusión pública y las minorías silenciosas y pudientes salieron a la calle. Se organizó una gran manifestación en el centro de Santiago, un desfile inédito de niños, adolescentes y familias “bien” llegaron al centro de la ciudad en decenas de buses de colegios privados y católicos a la Moneda. Niños bien mantenidos, apoderados y padres estupendos con la consigna: “siempre por la vida”. El 6 de septiembre de 2016 la despenalización del aborto de sus tres causales fue aprobada por la Comisión de Salud del Senado que debe seguir su proceso de indicaciones legislativas.
La influencia de la derecha hace lo suyo con las políticas de diversidad sexual. Hace una semana atrás la Fundación Iguales, organización gay de gran influencia mediática realizó su cena anual en un exclusivo barrio de la zona alta de Santiago. La fiesta animada recibía a unas 350 personas que pagaron 100 dólares para participar del evento. Entre los asistentes se encontraba un pre-candidato presidencial, José Miguel Insulza que fue aplaudido intensamente por la concurrencia como también personalidades de derecha como el ex UDI Felipe Kast, o la dirigente de Evopolis Lili Pérez, mesas de la UDI y Amplitud, RN. La escena fue intensa y frenética, todos en un momento sacaron la lengua con esforzadas piruetas para convertirse en los elegidos de la noche, incluido el mismo pre-candidato presidencial, ex secretario general de la OEA, personaje que hace unos días protagonizó un bochornoso incidente en un encuentro empresarial, la postal recorrió Chile y el mundo posando con una muñeca inflable con la boca tapada, escena que incluía dos candidatos presidenciales y un Ministro de economía que recibía “el regalo inflable”, recuadro brutal y violento con aires de Trump. Lo que no deja de sorprender finalmente es la promiscuidad de clase, poder y masculinidades, convivencias que muchas veces se disfrazan de buena crianza política, pero que revelan los fuertes lazos de la elite política chilena con lo más granado de la homonormatividad del país. Quizás nos sacaron la lengua a todos desde hace mucho tiempo y no nos dimos cuenta.