Dolly Sigampa se convirtió en una referente de la lucha contra el gatillo fácil luego de que su hijo Ezequiel Demonty fuera asesinado por cuatro policías federales, quienes a punta de pistola lo obligaron a arrojarse del Puente Alsina el 14 de septiembre de 2002. Los maestros villeros fueron claves en la vida de esta madre, quien con dolor llevó adelante la lucha por mantener la memoria viva de su hijo. Los maestros junto a un grupo de alumnos llevaron adelante el proyecto para que desde 2015 el puente pase a llamarse Ezequiel Demonty. Dolly, desde el Bajo Flores, sigue siendo testigo de los abusos perpetrados por las fuerzas de seguridad y no tiene miedo de denunciar que “hoy se premia a quienes matan a nuestros pibes”.
–¿Qué significan para usted los maestros villeros?
–Como maestra villera tengo memoria de Norma Colombatto, ex directora de la Escuela de Educación Media (EEM) Nº4, y de Eugenio Perrone, ex director de la EEM Nº3. Los dos directores como educadores, junto a los profesores de ambas escuelas, estuvieron conmigo mucho tiempo ayudándome en la lucha por el pedido de justicia. Y se hicieron siempre actividades en las dos escuelas. Siempre estuvieron comprometidos con los chicos del barrio.
–¿Qué destaca de la labor de docentes?
–Mis hijos iban a la escuela de Norma, y ella siempre nos contenía, antes de la muerte de Ezequiel ya recibía contención por parte de ella. Porque nueve meses antes de que maten a Ezequiel, murió otro hijo mío que estaba con tratamiento de leucemia y ellos nos contenían en la escuela. Igual que cuando nació mi otro hijo, Isaac. Yo tenía problemas de dinero porque el tratamiento de Lucas era costoso.Teníamos que estar todo el día en el hospital, viajar en remís. Norma Colombatto me regaló un bolso con pañales y cosas para el bebé. Esas son las cosas que hacen ellos, porque son personas solidarias y comprometidas. Se comprometen tanto con los chicos como con sus familias. En todo, y también en lo emocional. Como sabía los problemas que tenía, me contenía inclusive con la palabra. Charlas que debían ser de unos quince minutos terminaban siendo de horas. Cosas como éstas hablan de la grandeza de estas personas.
–Cuando sucedió lo de Ezequiel, ¿ellos también se convirtieron en un apoyo importante para usted?
–Sí, porque hacían actividades como “Juntos por la vida”. Después, la E.E.MNº3 había hecho algunos encuentros como un homenaje con Mercedes Sosa. También se hicieron charlas donde participaba contando mi testimonio por lo de Ezequiel. Organizaron el proyecto con los chicos del cambio de nombre del Puente Alsina para recordar a mi hijo. Pude ver desde que nace la idea hasta donde termina el proyecto, que fue darle el nombre de mi hijo al puente. Muy emocionante y muy agradecida por la iniciativa. Siempre digo que los familiares tenemos que ser creativos para mantener viva la memoria. Y eso fue parte de la lucha para que no vuelvan a pasar estas cosas. Lamentablemente no se terminan y hoy con estos gobierno antipopulares se ve más que nunca con nuestros pibes. Una cosa es verlo desde afuera y otra cosa es vivirlo acá adentro, cuando nuestros chicos son abusados permanentemente. Y yo no justifico un pibe que delinque, pero no les dan una oportunidad, no les dan educación, no les dan salud, hoy les están sacando todos los beneficios que habían adquirido. No justifico el delito, pero estos pibes no tienen oportunidades.
–¿Estos abusos los sufrieron siempre o hubo momentos en los que cambió?
–A partir de lo de Ezequiel, que en esa época estaba Duhalde como presidente, hubo cambio. Y siempre destaco que ese Estado se comprometió y en 2004 se pudo juzgar a nueve policías. Después hubo un cambio, y hubo casos de homicidio y abuso de poder, pero hubo un gobierno y un Estado durante doce años donde ellos mismos te daban las herramientas y los recursos para que los familiares de las víctimas podamos hacer las denuncias. Había un teléfono a donde llamar y denunciar lo que estaba pasando, había personas que se acercaban, se ponían abogados. Yo trabajo en el Ministerio de Justicia y hoy no hay nada de eso. Al contrario, hoy se premia a los que matan a nuestros pibes y encima se está naturalizando. No está bien que les saquen el derecho a la vida. Lo bueno sería que esos pibes tengan oportunidades.
–¿Dónde vive hoy?
–Yo sigo viviendo en el Bajo Flores. Hay momentos que está tranquilo y momentos que no. Es como por temporadas. Siempre hay uno que va a comerse ofertas, no solamente adentro del barrio y no solamente con Gendarmería, sino con la Policía de la Ciudad o la Federal, porque acá tenemos todo.
–¿Y por qué cree que suceden estos abusos por porte de las fuerzas de seguridad?
–Siempre hablé de discriminación. Primero le habían imputado el robo de un taxi, después el robo de una bicicleta y nunca se pudo probar en el juicio. Al damnificado del taxi se le mostraban fotos de Ezequiel y de los chicos, y dijo que ellos no habían sido. El supuesto dueño de la bicicleta nunca apareció. Y si escuchás los testimonios de los chicos que estaban con mi hijo y que sobrevivieron, siempre se referían a ellos como “negros de mierda de acá, negros de mierda de allá”. Yo siempre dije que lo que hicieron lo hicieron para divertirse. Ellos se divertían con nuestros pibes. Hoy podés ver lo mismo con los chicos de Barracas, en el caso de los prefectos condenados, es como una herencia y por suerte esos chicos están vivos. No los arrojaron al río pero hicieron un simulacro de fusilamiento, hubo golpes, amenazas, insultos, tuvieron tortura física y psicológica. Y no hay explicación, sólo discriminación porque son pobres, porque son de un barrio popular.