Las apariencias engañan o los prejuicios son huesos duros de roer. El hombre de mirada celestial, que podría ser un actor francés, fue durante quince años teniente en el departamento judicial de Sena-Saint Denis, al noroeste de París. “El peor error que puede cometer un policía es pensar que su adversario es más débil que él”, dice el escritor francés Olivier Norek a PáginaI12, como si no pudiera abandonar esa condición anfibia entre el policía y el escritor, aunque lleva seis años en disponibilidad y le quedan aún cuatro años para decidir qué hacer. Hace siete años ganó un concurso de relatos y decidió escribir su primera novela policial, Code 93 (2014), donde aparece el policía Victor Coste. El personaje se convirtió en protagonista de la trilogía integrada por Territoires (2015) y Efecto dominó (2016) –premiada como Mejor Novela Negra Europea en el festival Quais du Polar–, donde la ficha de dos historias, la de un joven que termina preso en la peor cárcel de Francia y el secuestro de un chico, desatará una trama vertiginosa y adictiva, que no da tregua a los lectores, hasta ese final con una pregunta cuya respuesta sólo se sabrá con el tiempo. Norek (Toulouse, 1975) participó en el 6° BAN!, el Festival Buenos Aires Negra, con la conferencia “La jungla carcelaria en la literatura y en la vida real”, hoy a las 20.30 en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551).
–“No hay lugar más peligroso, desigual e injusto que la cárcel. Y los internos, en lugar de salir equilibrados o centrados, salen de allí más violentos, desorientados, perdidos y agresivos, sin ningún plan de reinserción”, se afirma en “Efecto dominó”. ¿De qué manera cree que se puede modificar esta “escuela del crimen”?
–La violencia y la delincuencia surgen cuando carecés de algo y querés esa cosa. Si en la cárcel todos tienen lo mismo, entonces solucionás el problema de los celos. Pero las cárceles son escuelas de desigualdades, porque hay detenidos que tienen dinero, teléfonos móviles, televisores y no todos los presos comen lo mismo. En Francia, el 70 por ciento de los presos que pasaron por alguna cárcel reinciden. ¿Por qué? Agarrás a alguien que cometió una falta en un medio social, lo metés en una cárcel durante unos, dos, diez o la cantidad de años que sean; cuando cumple la condena, se lo libera sin ningún tipo de reinserción y lo volvés a meter en ese medio donde se comportó mal, con las mismas personas, en el mismo barrio. Cuando está solo, va a volver a delinquir. El problema real de la cárcel es la ausencia de reinserción. La reinserción es muy cara. ¿Qué es la reinserción? Tener a alguien que acompaña al preso en sus trámites, en sus iniciativas, en encontrar un trabajo. En las cárceles francesas hay cinco o seis personas en celdas que corresponderían para dos. Si ni siquiera se pueden ocupar de ellos en la cárcel, tampoco se van a ocupar cuando salgan. Cuando quedan en libertad, son mucho más violentos que cuando entraron, están más rotos aún que cuando los arrestaron. Así que antes de ayudarlos a encontrar trabajo hay que repararlos.
–Victor Coste no es como la mayoría de los protagonistas de las novelas negras, que suelen ser muy escépticos y alcohólicos. ¿Cómo surgió el personaje?
–No creo que se pueda ser un buen policía si no se tiene confianza en el ser humano, si no se es abierto y tolerante. No se puede ayudar a la gente si uno mismo está roto. Si este policía parece distinto de los demás es porque es un verdadero policía. No es un policía de novela. No se levanta a la mañana y desayuna con whisky, no se pasa el día tomando cocaína, y su noviecita no es una prostituta. Este policía soy yo, tiene mi manera de investigar, de proceder, mi manera de ver el mundo.
–En la Argentina, la policía suele estar del lado de la represión; genera miedo y rechazo en mucha gente. No está bien visto. ¿Por qué decidió ser policía?
–En Francia tenemos confianza en nuestra policía, para nosotros son héroes. Cuando hubo atentados, la gente salió a la calle para aplaudir a los policías. Cuando era más joven, hice misiones humanitarias en la ex Yugoslavia, durante la guerra, en el frente y en los campos de refugiados. Ahí descubrí que la única manera en que me sentiría realizado sería haciendo un trabajo que tuviera que ver con el otro. Necesito al otro para sentirme completo.
–¿En qué momento se dio el pasaje entre el policía y el escritor?
–Me saqué cinco sobre veinte en el examen de bachillerato, así que no era nada seguro que pudiera escribir algo en mi vida. Pero un día estaba en la escena de un crimen y recibí un mail que decía: “concurso de relato”. Lo borré. Lo volví a recibir más tarde y lo volví a borrar. Cuando regresé a casa después de esta investigación criminal, a la una de la mañana, recibí otra vez el mail. Escribí cuatro páginas en treinta minutos y las mandé. Y gané el premio. Meses después fui a buscar el premio. Tenía barba, estaba demacrado, cansadísimo, y dije: “yo soy el autor”. Como esperaban ver a una mujer y vieron esto, entre los miembros del jurado había representantes de las editoriales, y dos de esas editoriales me aconsejaron: “si conservás la sensibilidad femenina, que hizo que nosotros pensáramos que eras una mujer, pero al mismo tiempo nos contás tu vida diaria, que es muy violenta y peligrosa, podés escribir un libro ultraviolento, pero ultrahumano también”. Lo que intento hacer como escritor es encontrar luz en los lugares más oscuros del hombre.
–¿Por qué en “Efecto dominó” hay una mirada muy crítica hacia los abogados?
–Los abogados, los jueces, los policías, formamos lo que yo llamo “el equipo verdad”. Los policías sólo podemos presentarles a los jueces hechos y pruebas que existan. El juez y el jurado van a pronunciarse únicamente sobre esas pruebas existentes. No tenemos ningún derecho a ocultar, a quitar o agregar nada. Pero en “el equipo de la verdad” está el abogado y si su cliente le dice: “yo violé, yo maté”, el abogado no está obligado a decirlo. Entonces hay alguien que tiene el derecho a mentir y para mí no tiene que estar en ese equipo. El trabajo de un abogado no es hacer salir a su cliente. Si su cliente es inocente, tiene que mover las montañas para probar su inocencia. Pero si su cliente es culpable, tiene que explicar el contexto que hizo que su cliente haya cometido ese crimen. En cambio los abogados dicen: “mi cliente no hizo nada”. El abogado tiene derecho a mentir; en un tribunal puede decir “mi cliente es inocente”, cuando sabe perfectamente que es culpable.