A unos trescientos metros del cauce viejo del Riachuelo se encuentra el sitio de excavación arqueológica más antiguo dentro de la ciudad de Buenos Aires. Restos de un asentamiento indígena del siglo XII-XIII, es decir, rastros de una aldea prehispánica y señal de que la vida no empezó en la ciudad con los españoles. “Lo que muestra esto es que no somos hijos de los barcos, acá había gente mucho antes, con su cerámica, con su cultura. Pueblo originario en la ciudad”, dijo Ulises Camino, director de excavación del sitio bautizado La Noria, investigador del Centro de Arqueología Urbana (CAU) y docente de la Unsam.
El sitio arqueológico, que tiene una forma esférica de unos 80 metros de diámetro, está atravesado por un paredón que lo divide en dos. Una parte queda dentro del Parque de la Ribera, a unos trescientos metros del cauce viejo del Riachuelo, y la otra, dentro del área del Autódromo.
Antes de la rectificación del río, el arqueólogo y paleontólogo Carlos Rusconi había hallado algunos fragmentos de lo que podía ser un asentamiento prehispánico. Pero nunca más se excavó. En 2012, Camino retomó el tema para su tesis doctoral, y en 2014 comenzaron de forma sistemática las excavaciones, más de 35 a la fecha.
“Es un sitio prehispánico único en la Capital Federal, y probablemente no se descubran más en la ciudad. Se calcula que data de unos 250 años antes de la llegada de los españoles y de la colonización efectiva de 1586. Y está a unos trescientos metros del relicto del Riachuelo porque la gente o ocupaba lugares donde se inundaba y el Autódromo está en una zona más alta”, contó el arqueólogo, que puso cierto reparo a la hora de nombrar como querandíes a los pobladores.
“Nosotros usamos el término cazadores recolectores pampeanos ceramolíticos. Los cazadores recolectores no solían tener cerámica hasta que aparece la agricultura, es decir hasta que se sedentarizan. En La Pampa, antes de ser sedentarios tenían cerámicas y eso les posibilitaba el hervido, conservar más tiempo el alimento y alimentarse de mejor forma”.
De acuerdo al experto, que tuvieran cerámicas indica que no tenían un grado alto de movilidad, porque al trasladarlas se corre el riesgo de fracturarlas. Los rastros también señalan que era un grupo que cazaba venado de La Pampa. “No hay peces. Vivía de cazar venados, y su actividad estaba más ligada al interior pampeano que al estuario, a diferencia, por ejemplo, de otro grupo de recolectores localizados a la altura de Talar de Pacheco, que estaban vinculados a la pesca. Si bien jamás pescaron, a través del río tenían comercio y obtenían materias primas, como la carneolita, roca roja que viene de lo que hoy es Uruguay, y con las que hacían artefactos”, explicó Camino.
Además de las vasijas, en el sitio se encontraron puntas de flecha, cuentas de collares, fragmentos de mortero, entre otros cientos de elementos que se analizan en el CAU.
En cuanto al proyecto de ley presentado por el Colectivo Ribereño para que se considere el área como patrimonio cultural, sostuvo que es necesario, pero remarcó que debe contemplar “un Centro de Interpretación Arqueológico. Sin un centro interpretativo el lugar no dice nada. Si no se ponen réplicas de objetos y se explica qué es cada cosa, si no se deja un sector de excavación descubierto y sus correspondientes explicaciones, no va a decir nada”, afirmó el arqueólogo, para quien, sin ese centro la transferencia de conocimientos a la comunidad se pierde.