La tarde de sábado en Santa Fe y Scalabrini Ortiz empieza a ponerse distinta apenas pasan de las 6. Hay un señor que vende pañuelos (verdes por el aborto legal, anaranjados por la separación de la Iglesia y el Estado, con todos los colores del arcoíris por la diversidad sexual) y de a poco se van juntando chicos y chicas, que también lucen sus pañuelos. Llega un grupo del Movimiento Socialista de los Trabajadores con pancartas de la agrupación Libres por la Diversidad con la leyenda “Accademia della Violenza”. Y se va armando la protesta. Se reúnen en la puerta de la pizzería para repudiar la actitud de uno de los encargados y dos mozos, que días atrás echaron a una pareja gay por besarse mientras cenaban en el local. Los agredieron en el local, los persiguieron cuando salieron y los hostigaron, les pegaron y los insultaron hasta un cajero automático (el local no acepta pagos con tarjetas, pese a que están obligados por la ley).
Desde el micrófono, una de las primeras cosas que recuerdan es que no hay que caer en las provocaciones (que va a haberlas) y que a las agresiones hay que responderles con amor y buena onda. A lo largo de la tarde se verá que no es tan fácil de hacer como se dice.
A medida que se va juntando gente en la vereda, desde adentro de la pizzería advierten que algo está pasando. Dos treintañeras le preguntan a una moza qué pasa. Les cuenta de la agresión a la pareja de gays y asegura que ella no está de acuerdo con lo que hicieron sus compañeros. El resto de los clientes va de los absortos en la pantalla que muestra la tribuna en el partido que Gimnasia le ganó a Boca a los que miran con franca desaprobación la variopinta humanidad que se va reuniendo. Algunas de las chicas responden a esa desaprobación con inmensas carcajadas y levantándose las remeras, mientras otros y otras se besan. Ya hay cantitos, glitter verde que circula en bolsas grandes y mate y cerveza por partes iguales.
Juan, un veinteañero que llegó temprano a la fiesta/protesta, reflexiona: “Siempre hubo problemas y gente que nos ataca violentamente. Pero en otro momento, es estaba más escondido, porque desde la sociedad no se aceptaba tanto que nos discriminaran. Pero cada vez que sube un gobierno de derecha hay más bardo con los fachos, porque hay un clima social que les hace sentirse apoyados. Desde el cambio de gobierno aumentó mucho la violencia contra nuestro colectivo. Mi pareja y yo (hace un año que estamos casados) también fuimos víctimas de violencia”.
Y Pablo, del MST, le da un marco más político a la situación: “Estamos en un momento en que el discurso que viene de arriba es muy violento. Patricia Bullrich sacó un protocolo policial que va derecho a perseguirnos, el Papa dice que tienen que mandarnos al psicólogo... Todas esas violencias avalan las peores actitudes de gente jodida. Y además van marcando un clima de época”.
Ya a esta altura, las más de trescientas personas que se juntaron cortan la mano hacia el Bajo de Santa Fe y un buen tramo de Scalabrini. Siguen las cumbias y los discursos. De pronto, muchos chicos y chicas, en ronda, largan un “tuerking” (acuclillados, mueven glúteos y caderas mientras mantienen quietos las rodillas y los hombros) dedicado a la pizzería.
Muchos automovilistas tocan bocina y saludan. No todos.
Una señora se abre paso entre la multitud. Un chico, con glitter y una encantadora sonrisa, le abre paso y le pregunta si va a entrar. La señora responde que sí y entonces el muchacho le explica lo que ocurrió ahí y le dice que ayudaría a bajar los niveles de violencia si no va más a ese local. La señora se indigna: “Este es un barrio muy lindo y ustedes los putos no tienen nada que hacer”. No siempre es fácil responder con buena onda a esos mensajes.
Rodolfo se destaca entre la muchedumbre de jóvenes, con sus 75 años. Luce pañuelo por el aborto en el cuello. “Yo vengo en defensa de los derechos del colectivo, que los veo en peligro. No van a derogar las grandes leyes, pero en lo cotidiano se está poniendo más difícil. Hay poca gente de mi edad en esta protesta, son todos caretas”, dice y sonríe. “Pero cuando veo que hay tanta gente me pongo contento, porque sé que vamos a resistir. Estuve en la vigilia por el matrimonio igualitario, en las del aborto. Les agradezco a las mujeres en general y a las jóvenes en especial, porque nos están abriendo caminos increíbles. Ellas se cargaron la lucha al hombro”, insiste.
No todo es fiesta. Con el micrófono, alguien larga una consigna: “Existimos, resistimos, insistimos”.
Un par de travestis hablan de discriminación, de todo lo que falta para que las diversidades sexuales sean aceptadas, de lo difícil que resulta combatir el odio y la violencia que reciben a diario.
Y Joaquín, uno de los agredidos en la pizzería, describe: “Estamos conmocionadas, emocionadas, muy completas. Nos sentimos muy abrazadas por tanta gente que vino. Ojalá no hubiera hecho falta, pero es maravilloso lo que está pasando”.
Luego explicó por qué no están de acuerdo con que hayan echado al encargado de la pizzería: “En principio, el dueño actuó sin hablar con nosotros, que somos las víctimas. En realidad, lo que hizo fue lavarse las manos. Aprovechó la volada y se sacó de encima un empleado que le molestaba. Y después se paseó por todos los medios diciendo que quería hablar con nosotros, pero no hizo ningún esfuerzo por contactarnos”. Pero no es ése el mayor problema. “Y lo peor es que genera mucha más violencia de la que ya hay. A un tipo de esas características, le agrega además el quedarse sin laburo en un contexto de mucho desempleo. Nosotros venimos recibiendo muchísimas agresiones y mensajes violentos en las redes, hay un montón de gente que nos putea y nos dice que por nosotros un buen tipo se quedó sin laburo”, detalla Joaquín. “Con su actitud inconsulta, ese hombre nos pone más en peligro todavía”, cierra Joaquín.
A raíz de este episodio, el Inadi brindará un curso al personal de la pizzería. “Cómo ser respetuoso de la diversidad en la atención al público”, es uno de los ítem. El taller brindará información sobre las leyes que regulan la discriminación en Argentina, qué es el Inadi y como funciona y contenidos específicos sobre diversidad sexual, identidad de género, personas trans, familias diversas, las leyes argentinas y cómo ser respetuoso de la diversidad en la atención al público.
Tomás, el otro agredido, se mostró de acuerdo con la iniciativa:
“La sensibilización al personal del lugar sirve, pero esto es algo que se soluciona con políticas públicas reales. No hubo un repudio serio de las autoridades”. El joven, de 22 años, dijo que quieren ver “cómo sigue la denuncia” y observó en tono crítico que el presupuesto que discute el Congreso prevé un recorte en las políticas de género y diversidad. “Es necesario terminar con la violencia institucional y pedimos, entre otras cosas, la aplicación de la Ley de Cupo Laboral Trans en la provincia de Buenos Aires. Esto hay que arreglarlo desde la raíz”, remarcó.