El secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, señaló ayer, en su última intervención ante la prensa en ese cargo, que en un ataque contra dos campamentos jihadistas en Libia pudieron haber muerto decenas de milicianos, intervención militar que, en su opinión, muestra que los días del Estado Islámico (EI) están contados. El operativo lanzado por el Ejército estadounidense tuvo lugar en la noche del miércoles con ataques aéreos de precisión contra posiciones del grupo islamista radical. Los ataques, realizados a 24 horas del cambio de presidente en Estados Unidos, se llevaron a cabo en coordinación con el gobierno libio y destruyeron dos campos del EI situados 45 kilómetros al suroeste de la ciudad de Sirte, informó ayer en un comunicado el vocero del Pentágono, Peter Cook
Por su parte, Carter reveló que en los ataques se cree que fallecieron 80 milicianos, algunos de ellos provenientes de los combates en Sirte, donde Estados Unidos lanzó bombardeos para ayudar al gobierno de acuerdo nacional libio a liberar la ciudad del control de EI. En un movimiento poco habitual, el ataque contra dos campamentos se realizó con dos bombarderos B-2 invisibles a radares, algo que Carter atribuyó a una decisión tomada por los comandantes, que determinaron que era la plataforma más adecuada.
Carter aseguró que esos campamentos estaban siendo utilizados para planear ataques y para reagruparse, tras los reveses ocurridos en la ciudad de Sirte. El secretario de Defensa, que dará paso –si es confirmado por el Senado– al general retirado James Mattis, el nominado del presidente electo Donald Trump para ese puesto, reivindicó la estrategia de la administración Obama contra el EI. En su opinión, con las misiones en Irak, Siria y Libia le han negado a los yihadistas suníes el establecimiento de su califato y los bombardeos los colocaron en un posición defensiva y con movimientos reducidos.
No obstante, Carter reconoció que el EI aprovecha bolsones, como sucede en Libia, donde han aprovechado la guerra civil para consolidarse. “Los esfuerzos realizados atacando puestos del EI y apoyando a tropas locales sobre el terreno ha dado resultados positivos y eso es lo que legaremos al siguiente equipo para que tomen sus propias decisiones”, indicó Cook.
“Aunque todavía estamos analizando los resultados de los ataques, la evaluación inicial indica que tuvieron éxito”, sostuvo el vocero y detalló que los ataques se realizaron contra yihadistas que habían huido hacia campos del desierto desde Sirte para reorganizarse y que planteaban una “amenaza para la seguridad de Libia, de la región y de los intereses nacionales de Estados Unidos”. “Esta acción fue autorizada por el presidente Barack Obama como una extensión de la exitosa operación que los militares estadounidenses llevaron a cabo el año pasado para apoyar a las fuerzas libias en la liberación de Sirte del control del EI”, dijo el portavoz en su comunicado.
Cook aseguró que Estados Unidos sigue apoyando los esfuerzos libios para contrarrestar las amenazas terroristas y derrotar a EI en ese país, y que la finalidad de esos ataques aéreos es impedir que los extremistas tengan un refugio seguro, al mismo tiempo que apuesta a degradar su capacidad para atacar y desestabilizar Sirte.
El portavoz del Pentágono afirmó que las capacidades y la munición elegida llevó a la determinación de utilizar de bombarderos que despegaron desde de la base de Whiteman, en el estado de Missouri, en una misión que se prolongó por más de 30 horas y en la que se lanzaron más de un centenar de proyectiles.
Cook mostró dos vídeos. Uno previo al ataque, en el que se observan a combatientes transportando lanzagranadas y morteros; y otro en el que las bombas destruyen dos edificios, en lo que el vocero estadounidense aseguró fue una operación muy exitosa. El portavoz del Pentágono indicó que el uso de los B-2 desde Estados Unidos, frente a otros medios como destructores o despegues desde bases cercanas como Rota, en España, o Aviano, en Italia, tiene como único objetivo la lucha contra el terrorismo y no enviar mensajes a adversarios como China o Rusia.
Tras el derrocamiento y posterior muerte de Muammar Khadafi, Libia se hundió en una guerra civil que involucró a islamistas, milicias y diferentes etnias que combaten por hacerse del control del país norafricano. Según organismos internacionales, desde 2015 más de 15.000 personas murieron frente a las costas de Libia al intentar alcanzar las costas de Europa. En el plano político, el país está dividido en tres gobiernos: dos en la capital, que compiten por el liderazgo en el oeste del país, y otro en Tobruk, que domina las regiones del este y controla los principales recursos petroleros. De los dos en Trípoli, el primero se formó tras un fallido acuerdo de paz auspiciado por Naciones Unidas (ONU) y firmado en diciembre por miembros del antiguo gobierno de la capital y una pequeña parte del Parlamento desplazado en Tobruk.