Desde Roma
Como hace mucho tiempo que no sucedía, los jóvenes parecen haber sido escuchados por la Iglesia, al menos respecto a algunos puntos como abusos sexuales y abuso en el uso de Internet, rol de la mujer en la Iglesia, homosexualidad y sexualidad y jóvenes migrantes, según el documento final del sínodo de Obispos que bajo el título “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” concluyó ayer. “Quisiera decirles a los jóvenes, en nombre de nosotros adultos: perdonen si a menudo no los hemos escuchado, en vez de abrirles el corazón les hemos llenado las orejas”, dijo el Papa durante la misa celebrada en la basílica de San Pedro como conclusión del Sínodo.
El documento final, que incluyó 167 puntos sobre distintos temas, fue aprobado después de tres semanas de trabajo por los cardenales, obispos y religiosos de los cinco continentes asistentes al encuentro, entre ellos tres prelados argentinos. Los 34 jóvenes de distintos países que fueron invitados como escuchas y a veces invitados a hablar, no tuvieron derecho al voto.
Los jóvenes “quieren ser escuchados, reconocidos, acompañados” y quieren que su voz sea “considerada interesante y útil en el campo social y eclesiástico”, dijo el documento que no dejó al parecer muy conformes a quienes esperaban más determinación de parte de la Iglesia. Según la joven abogada chilena Silvia Retamales, oyente invitada al sínodo, “no hubo ninguna instrucción por la cual no se podía tocar algún tema. Nosotros pudimos hablar con completa libertad dentro del aula de los temas que estimábamos convenientes”, dijo al diario La Stampa de Turín.
Pero hay que ver qué dice el texto sobre los temas más escabrosos que se habían planteado desde un principio. En cuanto a los abusos, por ejemplo, el texto se refirió a los distintos tipos de abusos, desde aquellos de poder, a los económicos y sexuales “cometidos por algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, que han provocado en las víctimas sufrimientos que pueden durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio”. Por eso el sínodo pidió a las autoridades de la Iglesia una “rigurosa adopción de medidas de prevención que impidan que se repitan estos hechos”, partiendo de una correcta selección de las personas a las que serán confiadas “tareas de responsabilidad y de educación”. También pidió que se persiga “la falta de responsabilidad y de transparencia con la cual muchos casos han sido gestionados”.
En cuanto a las ventajas y desventajas del uso de Internet, el texto destacó entre otras cosas que el “ambiente digital es también un territorio de soledad, de manipulación, de explotación y violencia hasta el caso extremo del llamado “dark web”. “Los medios digitales pueden exponer a riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad, obstaculizando las relaciones personales auténticas” y pueden dar pie a formas de cyber acoso, pornografía, o explotación de las personas a nivel sexual.
No faltó el debate sobre el rol de la mujer –o mejor dicho, según algunos el “no rol de la mujer”– dentro de la Iglesia. Los y las jóvenes pidieron que actúe un cambio en la práctica pastoral, permitiendo una mayor presencia femenina en los órganos eclesiásticos a todo nivel, incluso a nivel de decisiones. En efecto, el rol de la mujer dentro de la Iglesia, tanto de eclesiásticas como de laicas, siempre ha sido más que secundario – y no sólo dentro del Vaticano sino también de los episcopados locales– pese a existir miles de ellas de órdenes religiosas que han dedicado la vida a la Iglesia.
En relación a la sexualidad, el texto presentó como “urgente” la búsqueda de un nuevo camino formativo para proponer a los jóvenes una nueva “antropología de la afectividad y de la sexualidad”. Muchos jóvenes se han alejado de la Iglesia por considerar obsoleto su modo de pensar respecto a las relaciones sexuales. A menudo, la moral sexual de la Iglesia es percibida como “un espacio de juicio y condena” mientras los jóvenes buscan “una palabra clara, humana y empática”, dijo el texto, y quieren hablar sobre las diferencias entre la identidad masculina y femenina, la reciprocidad entre hombres y mujeres y la homosexualidad.
Sobre las distintas “inclinaciones sexuales” el Sínodo reiteró que “Dios ama a cada persona, y así hace la Iglesia, renovando su compromiso contra toda discriminación y violencia de base sexual”. Igualmente consideró “reduccionista definir la identidad de las personas únicamente por su orientación sexual”. Respecto a los homosexuales recomienda ayudar a estas personas en su camino por la fe. Pero el texto no habló de la comunidad LGBT como se esperaba en un principio. Según algunas fuentes periodísticas, algunos cardenales dijeron que no aprobarían el texto final si esa palabra o grupo estaba incluido.
Muchos jóvenes, que viven en contextos de guerra, sufren la violencia en muchas formas: raptos, extorsiones, criminalidad organizada, trata de seres humanos, explotación sexual, esclavitud, recordó el documento refiriéndose a los jóvenes migrantes. Bajo el título “Destruir muros y construir puentes”, el texto recordó que buena parte de los migrantes en todo el mundo son jóvenes que provienen de esas situaciones y que la Iglesia tiene la misión de contribuir para que se superen los miedos y la desconfianza que se genera a veces en los países receptores. “Acoger, proteger, promover e integrar” son las palabras claves con las que el papa Francisco sintetiza las líneas de acción en este campo.
En relación a la integración, ya no referida a los migrantes, el texto destacó curiosamente que muchos padres sinodales provenientes de países no occidentales, destacaron que en sus países la globalización ha traído como consecuencia una “colonización cultural” que aleja a los jóvenes de la cultura y la religión a la que pertenecen.
Los jóvenes participantes, el viernes pasado hicieron una fiesta en la Sala Paulo VI del Vaticano, con cantos, bailes y poemas para celebrar el fin del sínodo pero también agradecer al Papa por su participación. Estuvo presente el papa Francisco a quien los jóvenes entregaron un pergamino firmado por todos ellos en el que agradecían sus esfuerzos con frases como: “Papa Francisco, no te rajes. México contigo”, “Gracias por todo papa Francisco. De corazón”, “Rezamos por vos”, “Te queremos”.