Desde Porto Alegre
La ciudad amaneció apacible, casi sin rastros de una elección crucial, que dividió a Brasil en dos. No había vestigios de la campaña electoral en las paredes, los parques y las plazas donde a menudo jóvenes que reciben a cambio unos pocos reales se muestran con banderas y carteles de los candidatos. Por la noche sí aparecieron los festejos en el parque Molinos de Viento, centro de una algarabía que a puro cohetazo expresaron los partidarios de Jair Bolsonaro. En contraste, en la Ciudad baja, barriada de universitarios y artistas, la tristeza dominaba el ambiente.
En Petrópolis, un sector más acomodado y cercano al viejo casco histórico, conviven casas de familias de clase media y condominios de edificios bien custodiados. Los árboles frondosos y las calles empedradas le dan un aire parecido a San Isidro, cerca del río, al norte del conurbano bonaerense.
En la escuela Santa Inés, sobre la avenida Protásio Alves, votó por la mañana la candidata a vicepresidenta Manuela D’Ávila, la compañera de fórmula de Fernando Haddad. Vestía con una blusa blanca que tenía sobre su pecho la inscripción “Vote como una garota”. Un lema del feminismo que se visibilizó mucho en las calles, con las mujeres como protagonistas excluyentes. Manuela es un cuadro del Partido Comunista de Brasil, más conocido como PCdoB. Diputada estadual en Río Grande do Sul y periodista, lució su carisma en cada acto del PT y fue importante para su remontada electoral aunque no le alcanzó. Siempre fue seguida por su pequeña hija Laura. Con ella recorrió de sur a norte muchos rincones del país, a lo largo de diecinueve estados. Cuando comenzó la campaña, todavía la amamantaba. El activismo y la simpatía de D’Ávila es una cualidad que le destacan hasta sus adversarios políticos.
Cuando llegó al colegio Santa Inés la recibieron con un buqué de flores coloridas, hizo la ve de la victoria y hasta bromeó con la gente. Ella se mostró siempre sonriente y después de emitir su voto en la urna electrónica dijo que confiaba en la “virada”, algo que finalmente no ocurrió. La tendencia electoral de los días previos se confirmó. A las 7 de la tarde, con el 88 por ciento de las urnas escrutadas, Jair Bolsonaro se convertía en el nuevo presidente con una diferencia indescontable.
Un vuelo a San Pablo la esperaba para seguir el desarrollo de la elección junto a Haddad. Juntos vivieron la derrota que se conoció muy temprano, a las 19, apenas dos horas después del cierre de la votación. Antes de abandonar su ciudad, la capital del estado donde nació el 18 de agosto de 1981, dejó un mensaje en el Facebook del PCdoB: “Vos estuviste conmigo en este tiempo, por las calles y por las redes. Hemos estado juntos, sufrimos por las mismas cosas, nos emocionamos con los mismos hechos, vivimos las mismas esperanzas. Tal vez nunca nos hayamos visto, tal vez hayamos intercambiado una palabra, una sonrisa, un acento o una mirada en estos días crueles, tensos, como bellos y emocionantes al mismo tiempo. Quiero agradecer tu apoyo”.
D’Ávila se formó en periodismo en la Pontificia Universidad Católica de Río Grande. Es hija de una jueza y un ingeniero. Su marido Duca Leindecker es un músico de rock y pop que tiene un grupo llamado Ciudadano Quien. Surgió a la política desde las luchas estudiantiles. En 2004 se convirtió en la concejala más joven de la historia de Porto Alegre. Su trayectoria siguió con dos mandatos consecutivos como diputada federal en 2006 y 2010. Este último año recibió un aluvión de votos (482.590) que le permitieron aumentar su popularidad. En 2011 pidió la salida de Bolsonaro de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados por sus declaraciones elogiosas a la dictadura militar y sus arrebatos discriminatorios. No tuvo éxito, pero continuó en la lucha que la llevó hasta donde está hoy.
Con el desenlace de la jornada electoral, y a sus 37 años, es la savia nueva de la política brasileña. Aunque una sensación de tristeza inmensa se percibía en una buena parte del país, aunque las urnas y los festejos de Barra da Tijuca a la avenida paulista reflejen otro Brasil, D’Ávila continúa su vida como militante que es.