Un puñado de libros hechizados. ¿Una saga animista? ¿Formarían parte de una biblioteca soñada por Nadja? Nadja, esa criatura quimérica, inspirada y errante que fascinó a Breton y a cuyo avatar dedicó una novela célebre. Como en la obra de Mildred Burton, aquí representada por media docena de curiosos volúmenes, en el libro del poeta francés se encontraban de un modo paradigmático discordias atávicas entre sueño y vigilia, realidad y ficción, locura y cordura, consciencia e inconsciencia.
En estas obras los dibujos se materializan, “brotan” de la superficie que los contiene y vemos colapsar los ejes cartesianos. Las formas y los contenidos se deslizan por coordenadas inciertas. La ilusión bidimensional deviene 3D para replegarse finalmente en otra escena que la arrinconará definitivamente en el alto y el ancho de la hoja enmarcada.
Burton exploró de modos diversos a lo largo de su vida el extrañamiento del mundo, sus metamorfosis y su renovación en atmósferas de ensoñación, las posibilidades de un universo dislocado y la escenificación del absurdo, del sin sentido. Su trayectoria singular y sorprendente amerita un estudio pormenorizado aún pendiente. Pensar un diálogo posible con su obra virtuosa, preciosista, pero también agrietada, con fisuras para la irrupción de la muerte y lo siniestro, me llevó a considerar las naturalezas muertas de Luciana Rondolini. Lo bello maravilloso en estas Vánitas contemporáneas. Vanidad de una época que rinde culto a la abundancia y a la imagen como mercancía.
En la obra de Burton nos asomamos al culto al azar, esa causa inconstante, anómala, irreductiblemente múltiple, que entrevera las palabras y las cosas. Burladas, desechadas, las leyes físicas, las matemáticas, vemos desbaratado todo orden o jerarquía. Lo insólito irrumpe también en los trabajos de Rondolini, pero el sortilegio es calculado, recurrente, preciso, y la artista procura anclar su significado. La potencia de este encuentro fortuito, de la fruta podrida y el diamante de cotillón, hubiese agradado al grupo seducido por la lógica disruptiva del sueño, devoto de Freud, el estudioso de la condensación y el desplazamiento.
En estas obras de Burton que tanto deben a Magritte, el gran embaucador, el maestro del espejismo, de la topografía falaz, las escenas encabalgadas colisionan en loop. Los dibujos de Rondolini, pensados para esta edición de “Explorando la colección”, irrumpen en el espacio de la sala. Se resisten, ellos también, a permanecer del otro lado del espejo. Con humor e ironía Burton y Rondolini se valen de sintaxis dislocadas, de seres y cosas empujados a los márgenes del diccionario, las cornisas del sentido, bocanadas de aliento surreal que persisten en tantas producciones artísticas contemporáneas. Restos elusivos y dispersos que sostienen la vigencia acuciante del apego al potencial emancipador de la imaginación. Frente a la sobreabundancia de imágenes concebidas de acuerdo a una lógica de mercado, que replica muecas y pautas publicitarias, en las obras de Burton y Rondolini las sustancias y las consistencias fueron llamadas a mutar, a derramarse, a disolverse en nuevas configuraciones y vemos asomar, agazapada, a la muerte. Burton ironiza, por caso, con la versión edulcorada de la infancia, la edad de la inocencia, y una niña que nos recuerda a Heidi despelleja las ovejitas que luego cocinará. Rondolini ha dedicado una serie de obras a figuras mediáticas de culto adolescente que asumen un aspecto payasesco, absurdo, rebosantes y vacías al mismo tiempo. Pone en escena otras ilusiones asociadas al aura de lo nuevo, a la celebridad efímera.
Burton y Rondolini promueven la contaminación de sentidos e imágenes, desviaciones singulares, y algo del orden del “chasco”, del ocultamiento. Aguardan el momento preciso para romper el hechizo, el instante del “desencantamiento”, sólo que la calabaza que resultó de la carroza ya no será compensada por príncipe alguno que corra detrás de la doncella. Fin y punto.
Gabriela Francone: Curadora de la exposición. Texto de presentación de la muestra, que forma parte del ciclo Explorando la colección, en el décimo aniversario de la Colección Fortabat, en Olga Cossettini 141, Puerto Madero, hasta el 24 de febrero de 2019.