Desde Porto Alegre
Jair Krischke tiene 80 años y una vida curtida por la militancia. Es el presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos brasileño (MJDH) que durante los años ‘70 ayudó a muchos exiliados a hacer más tolerable su vida afuera del país. Por su solidaridad internacional, recibió amenazas de muerte en Uruguay de un denominado comando Barneix, que lleva el apellido de un general acusado por haber participado en el terrorismo de Estado. El militar se suicidó en 2015. Ahora se prepara para lo que viene y dice que tendrá demasiado trabajo. PáginaI12 dialogó con él en su antiguo despacho del centro de la ciudad, a metros de la peatonal Rúa da Andrada.
–¿Qué opina del desenlace electoral que vivió el domingo su país?
–Fue la crónica de una muerte anunciada. En Brasil vivimos hace tiempo un fenómeno importante: el antipetismo. La gente no votó a Bolsonaro, se pronunció en contra del PT. Yo digo que nosotros votamos con el hígado y pasó esto. No se midieron las consecuencias de esta opción. El perfil político–ideológico de los brasileños es muy bajo. No se dieron cuenta que votando así lo hicieron por un candidato con un discurso furioso contra todo lo que significan las conquistas democráticas. El nuevo presidente desprecia los derechos humanos, trata a los familiares de los desaparecidos de una manera brutal, a las mujeres, a los negros… Esto tendrá un costo altísimo para la sociedad. Pero me imagino que no va a llegar al final de su mandato.
–¿Por qué lo dice?
–Porque él pertenece a un partido muy chico y que juntó a su alrededor gente que no tiene capacidad para gobernar el país y, lo más preocupante, es que el Congreso se renovó para ser peor. Tenemos treinta partidos. Esto es imposible de manejar.
–Bolsonaro expresó el descontento de fuerzas reaccionarias como el bloque ruralista o las iglesias neopentecostales, pero convive con militares que no necesariamente adhieren al libre mercado. ¿Cómo hará para amalgamar esos intereses?
–Es falso imaginar que Bolsonaro representa el pensamiento de los militares. Está vinculado al grupo más reaccionario, que son todos jubilados. Pero de los que están activos no vi ninguno que se manifestara a su favor. Al revés. Me enteré de que hubo una reunión en Brasilia con los altos mandos del ejército, la aviación y la marina y sé que están muy preocupados. Porque cuando Bolsonaro dice que representa a las fuerzas armadas puede meterlos en una situación bastante complicada. Él pasó nada más que ocho años en el ejército y veintiocho en el Congreso Nacional. Los milicos no lo reconocen como uno de los suyos. Además, lo echaron. Incluso su vicepresidente Mourâo es un general. Y un capitán no lo va a mandar a un general.
–¿Cuál de los factores de poder que acompañaron la candidatura de Bolsonaro le provoca más preocupación?
–El de las mal llamadas iglesias evangélicas, que de evangélicas no tienen nada. Son iglesias de negociados y que tienen el poder. Esto sí que es preocupante. Más que los militares. Tienen una influencia impresionante en Brasil y usted no se imagina cómo trabajan en la formación de cuadros para insertarlos en las carreras del Estado. En las legislaturas, fiscalías, en las fuerzas armadas, ellos preparan a la gente joven basados en un proyecto de poder. Y eso es gravísimo. Llegaron con Bolsonaro que tiene más vínculos con ellas que con los militares.
–¿Cómo analiza el rol que le tocará cumplir a la oposición y en especial al PT?
–Es otro tema complicado. La posición política de Ciro Gomes que públicamente declaró que no iba a apoyar a Haddad fue porque ya estaba jugando a ser el gran referente de la oposición. Fue claramente una jugada política. Y en el ámbito del PT dudo quién será la figura que intentará ejercer un liderazgo. La tarea de la oposición será fundamental. Porque debería ser el freno para posibles locuras de un presidente que no está absolutamente preparado para el ejercicio del poder.
–¿Cómo ve el papel de Brasil en el damero internacional con Estados Unidos como fuerza omnipresente y el acercamiento a Israel que pretende llevar adelante Bolsonaro?
–Ese es otro tema delicado porque Paulo Guedes el futuro ministro de Hacienda dijo que el Mercosur no será una prioridad. Eso es gravísimo. La relación con Estados Unidos será bastante más fuerte y en cuanto a Israel, diría que desde el gobierno de Dilma Rousseff ya había negocios de tecnología militar y acercamiento a nivel económico. Esto se comprobó con algunos ejemplos. Varios aviones Cazas F5 de la fuerza aérea brasilera fueron repaginados en Israel. Durante la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos la tecnología israelí ya había sido utilizada por el gobierno del PT. O sea que eso ya existe. Aunque por supuesto, esa relación se profundizará si Bolsonaro cumple su promesa de trasladar la embajada a Jerusalén.
–¿La diplomacia de Itamaraty tendrá una tarea que se insinúa muy complicada?
–Yo creo que la diplomacia es un sector del funcionariado público brasileño muy bien ubicado y pienso que impedirá las barbaridades que Bolsonaro está anunciando. Itamaraty siempre fue muy competente y va a lograr frenarlo.
–Por último, ¿qué sensación le quedó después de la frase del nuevo presidente sobre las minorías, que deben inclinarse según él ante la mayoría?
–En una reunión de nuestro Movimiento de Justicia y Derechos Humanos, la semana pasada yo les advertí a los compañeros que debemos garantizar un espacio democrático en el país. A partir del 1ºde enero vamos a tener mucho trabajo. Pero es la sociedad que debe resistir y nosotros trabajar con la gente humilde de las favelas, organizaciones sociales y sindicatos con esta visión: garantizar ese espacio democrático porque si no la cosa se va a poner muy fea.