PáginaI12 En Brasil
Desde Porto Alegre
La cáscara del huevo de la serpiente ya se rompió. Una joven diputada electa del PSL –el partido de Jair Bolsonaro– lanzó una campaña desde Santa Catarina para que los alumnos en las universidades filmen a los profesores que los “adoctrinan” y ella se encargará de recopilar las denuncias. En Bahía, al nordeste de Brasil, una estudiante de 19 años fue apaleada por la policía cuando intentaba separar a simpatizantes del PT y del militar que gobernará al país desde el 1º de enero. En Río de Janeiro y San Pablo se replicaron tensiones y agresiones entre manifestantes. Una familia con tres niños se sacó una foto haciendo el gesto de disparar con ambas manos como si estuviera en el far west. El asesor de prensa del nuevo presidente trató de “basura” a los periodistas que cubrieron los comicios, aunque ayer se disculpó. Las cinco son algunas de las postales que empieza a mostrar un país que a su violencia estructural, ahora le suma dosis renovadas de odio político y racial.
En esta capital de Rio Grande do Sul, los votantes de Bolsonaro festejaron hasta bien entrada la noche su demoledor triunfo electoral. El parque Molinos de Viento ubicado en una zona acomodada fue el epicentro de una movilización espontánea de las clases media y alta. Los seguidores del PT que se habían mostrado temprano con algunas banderas y un distintivo de la lista 13 de Fernando Haddad sobre el pecho, se retiraron pronto de las calles en la barriada universitaria de la Ciudad Baja. No hubo hechos que lamentar, a no ser que se miren con el prisma de los vencidos en las urnas.
Jair Krischke (ver pág. 8) referente histórico del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de Porto Alegre dice que a partir de 2019 tendrá mucho trabajo. Ya mantuvo reuniones con sus compañeros para prepararse por lo que vendrá. En los ambientes donde se mueve el progresismo –y que no necesariamente se identifica con el PT– el clima es de un pesimismo perturbador. Marco es un profesor universitario de 61 años que dice: “No pensaba volver a vivir como en los años 70 y escuchar que te exilias o vas preso”. Su compañera Clarisa lo escucha con atención. Está preocupada como él. No es que pasen zozobras económicas o sufran más que la media una inseguridad que se palpa en cualquier gran urbe latinoamericana. Los inquieta el futuro. Una violencia espiralada de desarrollo imprevisible.
Rejane y Angela son amigas. Viven con angustia el porvenir. La primera es periodista, la segunda abogada. Un posteo en Facebook sobre una vieja denuncia contra Bolsonaro por discriminador, provocó que Angela recibiera una andanada de comentarios críticos, violentos, incómodos, que la hicieron desconectarse de la red. El abogado Onir Araujo de la Organización para la Liberación del Pueblo Negro (OLPN) local afirma con la certeza de su convencimiento: “Porto Alegre es la capital de Estado más racista de Brasil”. Se basa en hechos históricos y agrega que “Bolsonaro es la expresión descarada de 518 años de racismo y colonialismo en el país”.
Leonardo Boff había anticipado días antes de la elección que “ya hay intelectuales que se están yendo de Brasil por temor a que asuma Bolsonaro”. Las palabras del célebre teólogo adquieren una relevancia mayor con el resultado puesto. ¿Se incrementará esa tendencia en los días por venir? Los hechos producidos en las horas posteriores inmediatas a los comicios no son alentadores.
Santa Catarina es famosa por sus playas que frecuentan en masa los argentinos durante el verano, como Florianópolis, Camboriú y Bombinhas. En ese estado la diputada electa del PSL e historiadora, Ana Caroline Campagnolo, abrió un canal informal de denuncias contra profesores que en las aulas hablen de política o critiquen a Bolsonaro ante los alumnos. Su mensaje posteado en Facebook dice, casi como un bando militar: “Atención estudiante catarinense.
En la semana del 29 de octubre muchos profesores adoctrinadores estarán disconformes y revolucionados. Muchos no conseguirán disfrazar su ira y harán del aula una audiencia cautiva para sus quejas políticas partidarias en virtud de la victoria del presidente Bolsonaro. Filme o grabe todas las manifestaciones político-partidarias o ideológicas que humillen u ofendan su libertad de creencia o conciencia. ¡Denuncie! Envíe el video y las informaciones (da un número), describa el nombre del profesor, el nombre de la escuela y ciudad. Garantizamos el anonimato de los denunciantes”.
Eduardo Guimarâes, el asesor de prensa de Bolsonaro, llamó “basura” a un grupo de periodistas brasileños por WhatsApp. Se le soltó la cadena apenas habían cerrado los comicios y les enrostró que hubieran difundido encuestas que daban a los candidatos casi empatados. Les dijo que eran algo así como un fraude del periodismo y cerró con la palabra Lixo (basura) en mayúsculas. Tuvo que disculparse mediante un comunicado donde escribió que se sentía arrepentido por haber actuado “de forma ruda y equivocada”. Una señal de los tiempos que vive Brasil.