La canciller alemana, Angela Merkel, rechazó ayer los temores de perder influencia en el mundo tras el anuncio de su progresiva retirada política, mientras se abre en Alemania la carrera para sucederla. “No creo que ello cambie la influencia en las negociaciones internacionales. Al contrario, tendré incluso más tiempo para concentrarme en las tareas de jefa de gobierno”, declaró la canciller en Berlín, durante una conferencia de prensa con el presidente egipcio Abdel Fattah al Sisi.
En el poder desde hace 13 años, Merkel –que sufrió el domingo un nuevo revés electoral regional– anunció el lunes que su actual mandato de canciller de Alemania será el último. Además, dijo que renunciará en diciembre a la presidencia de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), que dirige desde hace 18 años. Pese a las afirmaciones de la canciller, muchos temen que se debilite tanto en el ámbito interno como en el internacional. “El rol de dirigente de Merkel en la Unión Europea podría ahora ser cosa del pasado” considera Lüder Gerken, analista del Centro de política europea (CEP), un instituto alemán. Además, hay dudas sobre la capacidad de Merkel –record de longevidad en el poder en Europa occidental– en poder mantenerse tres años más en el cargo de jefa de gobierno, hasta el final de su mandato en 2021. “Se acaba el reino de Merkel”, tituló ayer el diario Bild. “Llega a su fin la era Merkel”, coincidió el rotativo Süddeutsche Zeitung.
La dirigente, que se niega a inmiscuirse en el debate por su sucesión en las filas del partido, recalcó que la elección del nuevo líder de los conservadores alemanes será un proceso abierto y que habrá que esperar poco más de un mes para ver quién sale elegido en el congreso federal que tendrá lugar en Hamburgo.
Su decisión abrió una carrera por la sucesión en la que por el momento figuran tres candidatos: su ministro de Sanidad y crítico acérrimo, Jens Spahn; el ex líder parlamentario del bloque conservador Friedrich Merz y la actual secretaria general de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, considerada por muchos la heredera natural de Merkel. Merz, el ex jefe del grupo conservador en el Parlamento alemán y rival interno declarado de Merkel, ya anunció que presentará su candidatura en el congreso de de la CDU en diciembre. El político de 62 años lideró el grupo parlamentario entre 2000 y 2002, entonces desde la posición de jefe de la oposición, pero quedó relegado a un segundo plano cuando Merkel asumió ese puesto. En cuanto el lunes la canciller comunicó su decisión de no optar a la reelección como presidenta del partido, se desataron los rumores de un regreso de Merz a la palestra, lo que finalmente formalizó ayer en un comunicado. Merz dejó claro que no ha abandonado su hostilidad hacia Merkel en marzo pasado, cuando calificó de humillación, desde el diario Bild, las concesiones hechas por la canciller a los socialdemócratas –como la adjudicación a sus socios del Ministerio de Finanzas– a cambio de lograr el sí al pacto de coalición con el que accedió a su cuarto mandato.
En medios alemanes se apunta asimismo a la posibilidad de que opte al puesto el jefe del Gobierno regional en Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, persona de confianza de Merkel.
A la par que aumentan los rumores sobre su sucesor, la canciller afirmó que no piensa influir en la elección. “Lo sé por experiencia”, dijo, en lo que parece una alusión a su propio ascenso a la jefatura del partido, en 2000. Presidía entonces el partido Wolfgang Schäuble, quien había sido durante años el delfín del canciller Helmut Kohl, hasta que con el paso a la oposición del partido salió a la luz un escándalo de financiación irregular que salpicó al sucesor del patriarca y precipitó su renuncia. Merkel tomó entonces las riendas del partido, tras abandonar Kohl su presidencia honorífica, y empezó a partir de ahí a imponerse lentamente sobre sus rivales internos, incluido Merz.
El pulso de entonces es recordado ahora por los medios alemanes, donde se ha recibido con respeto la decisión de Merkel de iniciar su retirada y se considera que eligió el momento oportuno para hacerlo, tras el desgaste en su liderazgo y las reiteradas caídas de votos sufridas por su gran coalición.