“El trabajo en las aplicaciones de delivery o de transporte de pasajeros tiene todas las características del trabajo dependiente. Bien podría migrar de una supuesta autonomía hacia el esquema de relaciones laborales tradicionales y sin por ello perder los beneficios que supone la flexibilidad horaria. Hoy la flexibilidad es absoluta. No es efectiva ni legalmente aceptable”, explica el abogado laboralista Juan Manuel Ottaviano. Las empresas que están detrás de las aplicaciones web subrayan la libertad, facilidad y flexibilidad de la que gozan las personas que deciden formar parte de la red de transporte en bici, auto o a pie. Los propios trabajadores también valoran estos rasgos de la actividad. Sin embargo, los especialistas advierten que existe una clara relación de trabajo que implica generación de valor, del cual se apropian las empresas, exitosas y con cada vez más plata, en detrimento de ingresos magros de sus trabajadores. Advierten además que en todas partes del mundo este tipo de compañías terminan adaptándose a las regulaciones para no perder mercados. En consecuencia, como marca Ottaviano, quien es asesor legal del nuevo gremio APP, es posible mejorar las condiciones de trabajo en las apps sin que estas tareas pierdan su flexibilidad horaria característica.
Las plataformas web están en la base de lo que se denomina en inglés la “gig economy”, algo así como economía ocasional, o la economía “on demand”, a la demanda. Esos términos vendrían a mostrar cómo trabajadores independientes, free-lancers o emprendedores utilizan las plataformas web instaladas en los celulares para comunicarse con clientes, eliminando intermediarios. Este mundo tiene apenas un par de años y registra un crecimiento exponencial. Cabe recordar que el año pasado las cajitas de Rappi y Glovo prácticamente no existían en el paisaje porteño.
Una rama de la nueva economía se denomina, con mucha generosidad, “economía colaborativa”, en donde se ubica Airbnb, el gigante del negocio inmobiliario. Con una lógica similar opera Blablacar, un sitio en donde las personas publican viajes en su auto y se conectan con viajeros para abaratar costos. “En estos casos no se oculta un empleador. Por lo general se trata de aprovechar el intercambio de recursos subutilizados, como un auto o un departamento. Acá no hay creación de valor y no hay control sobre cómo proveer el servicio de alquiler. De todas maneras, son grises, hay que ver cada caso”, analiza Juan O´Farrell, economista del CETyD. Por supuesto que Airbnb y Blablacar son empresas voraces, que buscan la expansión y rinden cuentas ante sus accionistas. Su despliegue genera cambios en la hotelería, inmobiliario o micros de mediana distancia. Esto tiene mayor profundidad en mercados más tecnologizados, como Estados Unidos y Europa.
O´Farrell distingue que “a diferencia de la economía colaborativa, en la economía de plataformas se brinda un servicio y las empresas controlan cómo se da la provisión de ese servicio, que implica creación de valor”. A nivel nacional, la economía de plataformas está liderada por Uber (California), Glovo (Barcelona) y Rappi (Bogotá). Y los “Glovers” y los trabajadores de Rappi fueron los primeros en darse cuenta de la diferencia frente a la economía colaborativa y produjeron varios hechos novedosos: se conocieron, se organizaron, hicieron una asamblea durante la cual no tomaron pedidos y crearon un sindicato: la Asociación de Personal de Plataformas (APP).
“Comenzamos a darnos cuenta de que las aplicaciones funcionaban gracias a nosotros y que no podíamos decidir nada. Las empresas deciden tarifas y comisiones. Trabajamos sin seguro de riesgo ni salario fijo. Pueden bloquearnos y controlarnos cuando quieren”, explicaron los trabajadores de Rappi. Uno de los factores que hizo crecer el conflicto en Rappi fue un cambio del modo de asignación de viajes. La app comenzó a asignar los peores viajes a los trabajadores con mayor antigüedad y viceversa. Con ello, la empresa podría aumentar el grado de expansión con el mayor ingreso de trabajadores. También generó molestia el bloqueo temporario del usuario al no aceptar un viaje. Junto a Uber, Glovo y Rappi, Pedido Ya comenzó como una intermediación y ahora es una plataforma de envíos.
Los trabajadores organizados en la APP piden ART, un ingreso básico y condiciones estables en lugar de los cambios unilaterales en las condiciones de trabajo. “En California, Londres, Valencia y Madrid, por ejemplo, hubo fallos de la Justicia que determinaron que el trabajo en la economía de plataforma no es autónomo sino que se debe encuadrar en el esquema de relaciones laborales tradicionales. El avance de la regulación no implica el fin del negocio sino que las empresas se acomodan y los trabajadores reciben un trato más justo”, explica Ottaviano.