Sabemos que no todos los militares son fascistas, ni que todos los fascistas son militares, pero la llegada de un militar fascista al gobierno en Brasil parece tener una gravedad inusitada para Latinoamérica, en particular atendiendo a la magnitud de nuestro país hermano en términos económicos, militares y nucleares.
Quiero hacer hincapié en esta cuestión, la nuclear. El desarrollo tecnológico en el campo de la energía atómica es una cuestión de amplios alcances y puede terminar siendo un problema en términos geopolíticos; particularmente, al considerar el profundo entrelazamiento de las tecnologías nucleares de uso pacífico con las de uso militar. Tanto es así, que el tratado de no-proliferación de armas nucleares (conocido en castellano por el acrónimo TNP) está siendo utilizado por las grandes potencias y sus aliados, especialmente por una gran parte de aquellos países que integran el Grupo de Proveedores Nucleares, como herramienta internacional para limitar el acceso a “tecnologías sensibles”, como el enriquecimiento de uranio o la obtención de plutonio. Debe ser recordado que un diplomático argentino presidió recientemente, durante dos periodos anuales consecutivos, dicho Grupo.
Brasil y la Argentina son parte del Tratado y del Grupo desde la década de 1990. Ingresaron juntas luego de un proceso que se inició con la caída de las dictaduras militares que asolaron la región y de la revisión de sus hipótesis de conflicto militar, basadas en las doctrinas estadounidenses de fronteras ideológicas y de seguridad nacional. En 1985 el avance democratizador reclamado por ambos pueblos impulsó sendos acuerdos entre los ex presidentes Alfonsín y Sarney, que inician un proceso de construcción de confianza mutua, dando como resultado principal la creación del Mercosur y los compromisos de un desarrollo nuclear de uso exclusivamente pacífico verificable a través de la creación de un organismo conjunto especializado, la Agencia Binacional Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control del Material Nuclear (Abacc), que comienza a tener vida a mediados de 1991 con su oficina principal en Río de Janeiro.
Este organismo, que efectúa unas 100 inspecciones anuales cruzadas (trabajo realizado por expertos argentinos en Brasil y brasileños en la Argentina) a decenas de instalaciones nucleares de cada país, hoy corre serio riesgo. Algunos elementos fascistoides y falsamente nacionalistas -tanto civiles y militares, como técnicos y políticos profesionales- de ambas naciones, que alimentan la mutua desconfianza y confrontación, y que se disputan ser el más obsecuente amante de los Estados Unidos, quieren liquidar la Abacc.
El cimbronazo que significó para la región el desplazamiento fraudulento de la ex presidenta Dilma Rousseff y la detención injusta y arbitraria de Lula da Silva fue el punto de partida para una etapa que evidencia un creciente manejo de militares brasileños de toda su actividad nuclear (del ejército y la marina desde el Sistema de Protección al Programa Nuclear Brasileiro y de un brigadier de la fuerza aérea al frente de la Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil). Al mismo tiempo, los especialistas del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) entienden que si Brasil quisiese, estaría a pocas semanas de enriquecer uranio en cantidad necesaria para un artefacto explosivo. Es por todo ello que la Abacc es única e irremplazable; la seriedad de su trabajo, potencial y proyecciones de su modelo ha sido reconocida internacionalmente y validada por el propio OIEA. Es probable que su trabajo pueda y deba ser mejorado y que su composición ampliada a otros países del subcontinente, pero debe ser resguardada.
* Secretario por Argentina de la Abacc entre enero de 2015 y enero de 2018.