La nueva película de Dominga Sotomayor, “Tarde para morir joven”, se sitúa en 1990, en los albores de la democracia chilena. El escenario elegido es una comunidad ecológica del sur, al pie de los Andes. En este ámbito, el de una construcción social alternativa -liberadora por donde se la mire, y opuesta al encierro de los años terribles-, un grupo de adolescentes experimenta su propio despertar. La cámara de Sotomayor sigue sus sufrimientos y otras vicisitudes amorosas con tal naturalidad que nos hace olvidar que estamos en el cine. La sencillez de las actuaciones y la belleza de una fotografía que retrata con la misma cercanía la intimidad y la intemperie, nos hacen sentir en ese bosque, o frente a ese micrófono, viendo cantar a Sofía, el personaje que encarna Demian Hernández, una versión de la noventosísima Eternal flame de The bangles: “Do you fell the same/ I’m only dreaming…”. Demián reflexiona: “En ese momento, durante la filmación, todavía no asumía mi identidad. No fue ningún conflicto el género de ese personaje, y hasta el día de hoy tampoco lo es. Construí a Sofía desde emociones, sutilezas, que escapan un poco a que sea hombre o mujer. Yo me conecté con mi adolescencia, con mis experiencias; como ella, sí viví el desamor y las ansias de libertad, viví cosas profundas, no de la misma forma que ella, pero a través suyo volvieron mis propios anhelos, los que tenía a los 14 años”.
Entonces…. ¿empezaste el proceso de tu transición durante el rodaje?
No. Habría sido muy caótico, estás todos los días metido en el personaje, se filmó veinticuatro siete. Fue un poco después. Terminó el rodaje, quise volver a mi vida como siempre y no pude. Ahí empecé a hacer este cambio.
¿En qué influyó la película?
En eso que te decía, en conectar con mis anhelos y deseos. Creo que cuando uno es joven sabe las cosas de manera más intuitiva y natural, pero no tiene el lenguaje o las herramientas para decodificar y entender esas cosas que sabe. Entonces, desde una perspectiva más madura –aunque tampoco soy tan adulto– volví a reconectar mi vivir. Esta sabiduría que tenía de más joven me hizo tomar la decisión: quería vivir mi vida de otra forma.
Horas antes del estreno en Buenos Aires de “Tarde para morir joven”, haciendo caso omiso de su identidad, el diario La Nación publicó en una nota su nombre anterior y lo hizo figurar como mujer en la ficha técnica (¿?). Haberse encontrado con este atropello lo tiene perturbado. En Chile, hace apenas un mes fue sancionada la Ley de identidad de género y el lapso de gestación de este proyecto coincidió con el de su transición. “Yo encuentro algo peligroso el tema de la Ley de identidad de género porque, aunque es un gran paso y no tengo dudas, me da miedo que la discusión se cierre acá. Tenemos muchas más problemáticas y trabajo por hacer. Para mí el mérito, más que del gobierno, ha sido de la lucha que han llevado adelante las comunidades trans en Chile durante años. No toda la gente está preparada, pero algunos sectores sí. Las culturas son muy diversas, dentro de una cultura dominante puede haber muchas subculturas que sí están preparadas para dar la pelea, hacer cambios tangibles y enfrentar a esa cultura dominante que no está lista para la empatía, para el cariño y para el amor.
Hay algo del te acepto, pero hasta ahí…
El tema de fondo no es si al final si ciertas partes de la cultura nos van a aceptar. Como comunidad disidente LGBTI, estamos mucho más orgullosos y eso me da una fe y una esperanza en el futuro increíbles. Cada vez hay más espacios para hablar sobre nosotros mismas. Se trata, no sobre si nos van a aceptar, sino que cada vez estamos más listos para dar batalla. Ese es el meollo del asunto”, dice.
¿Te ves a vos mismo como un activista?
No, pero sí es algo que me gustaría mucho ser. No me imagino haciendo música, actuando, proyectando en la vida sin pensar en el activismo. De todas maneras a la gente trans no le exijo el activismo. Cada cual vive su vida como quiere y puede. Nadie está obligado a hacer activismo. Y eso sí, cuando hay personas trans que viven su vida de manera artística y activista para mí es un alivio. Estoy eternamente agradecido de que personas así existan y se representen a sí mismas. Que empiecen a aparecer personas trans en el cine, en las artes, en la cultura. Yo creo que el mayor problema de la visibilización trans es que está muy estereotipado por los clichés, porque no tenemos una representación real en la media. Entonces cada vez que van apareciendo nuevxs actorxs se va enriqueciendo y complejizando la discusión. Al fin, nos van viendo como personas que están haciendo su trabajo, mucho más allá de las etiquetas.
Hace no tanto se estrenó Una mujer fantástica. Qué refresh para Chile, que dos actorxs trans protagonicen películas en poco tiempo. ¿Te sigue la prensa como la sigue a Daniela Vega? A ella la volvieron loca…
Todavía no se estrenó nuestra película en Chile, solo hemos ido a festivales pequeños. Se va a estrenar en mayo del próximo año. Quizas me vuelvan un poco loco también. Yo encuentro muy importante lo que hizo Daniela. Más allá de que la película sea buena o no, ella es una referente. A mí me gustaría tener espacio, una voz, para poder hablar de esta comunidad. Encuentro importante lo que voy a hacer con mi vida, no solo por mí sino por muchas más personas. Está muy estigmatizado, se dice que las personas trans se sienten así o así, o que son de un cuerpo equivocado. Es mucho más complejo. No se puede banalizar la experiencia de ser trans, cuando es solo un aspecto de la persona. Lo encuentro un arma de doble filo, ser un actor trans o persona de la política o lo que sea, te da esta posibilidad de la visibilidad, pero te condiciona al mismo tiempo: no soy solamente una persona trans.
¿Cuál es, desde tu mirada, la situación actual del colectivo trans chileno en este momento?
Con todo el auge del feminismo siento que desde los espacios universitarios ha habido mucha apertura del tema. Por ejemplo, antes de la ley, logramos el cambio de nombre para personas transgénero adentro de mi universidad. Conozco muchas chicas trans muy preocupadas de hacer política. Es importante irrumpir en los espacios porque estamos acostumbrados al encasillamiento: esta persona trans, nació así pero se siente de esta otra forma. Yo me puedo definir como un hombre trans, pero esto no quiere decir que yo me mire al espejo y vea un hombre. No quiero llegar a construirme a mí mismo como demasiado masculino. Es importante reconectarte con el cuerpo, que te represente, que sea parte del mundo. ¿Si no cómo te comunicás? En el mundo universitario se abre la discusión, pero afuera siguen las persecuciones y los asesinatos.
El ámbito de la educación se presenta como el gran territorio en disputa.
Sí. Ahora la educación será feminista, o no es.