“Aguantá un instante, tengo la olla en el fuego”. Escena cotidiana en la vida de Alejandro Medina. Es mediodía, se nota que está cocinando algo en tiempo y forma. Algo de cuidado, además, para la vida de este titán que viene de transitar una dura travesía: un cruce de hepatitis C, que contrajo tras un accidente automovilístico en Brasil, y un trasplante de hígado que lo mantuvo convaleciente durante más de un año. “Es largo el tratamiento, pero la voy llevando bien, cuidándome”, dice al teléfono, mientras vuelve de regular el fuego. El fuego de la hornalla, no el de una llama blusera que puede –y debe– prescindir de intervenciones. Así será, luego de cierto silencio, esta noche a partir de las 20, cuando el teatro IFT (Boulogne Sur Mer 549) abra sus puertas al “Negro” y a una tremenda pléyade de amigos: Gustavo “Chizzo” Nápoli, León Gieco, Luciano Napolitano, Claudia Puyó, Lito Vitale, Alambre González, Kubero Díaz, Gady Pampillón y Paloma Sneh, quienes, ensamblados con la Medinight Band (Juan Cavalli + Diego Toledo + Lola Medina), festejarán al hombre en su retorno.
“Vida nueva, aprendí mucho”, reflexiona Medina, que justo estará cumpliendo 69 años durante la velada. “El dolor es jodido, el sufrimiento. Te pinchan, te duele todo; es una cagada pero, bueno, es la medicina moderna y te cambian el hígado, loco. Tomás conciencia de eso y decís, ‘¡Guau!, si espiritualmente avanzáramos igual que la ciencia seríamos todos como Cristo”. Bajo el nombre de “Volviendo a las bases, naciendo de nuevo”, el legendario compositor, bajista y cantante tiene pensado hacer casi treinta temas de todas sus etapas. Tanto la solista, como la de Manal (obvio), La Pesada y Aeroblus. “Tal vez se sume Claudio Gabis, si es que lo largan temprano de una entrevista en la Rock & Pop”, se entusiasma Medina, ante la posibilidad de que otro ex Manal sea parte. “¡Va a tocar con Johnny Tedesco, el enano”, se ríe él. “La idea es que, si llega, se integre a un show en el que todos van a ir subiendo y bajando... Está planteado un poco así”.
–Parece que se quieren, aún después de todos los tembladerales que atravesó Manal...
–Sí, yo lo quiero mucho, y lo de los tembladerales son cosas de la música. Me quedo con las notas musicales y las virtudes de cada uno de los tres. Ellos aparecieron en mis pensamientos durante el proceso de curación, tanto como Pappo, Pinchevsky, músicos que estuvieron a mi lado, se fueron, y tal vez estén por ahí esperándome.
–¿Spinetta?
–Obvio, el Flaquito también... Un hermano, un amigo querido del alma. Hemos compartido muchas cosas cuando él estaba en Almendra y yo en Manal... ¡éramos tan jóvenes! Tuvimos una larga vida al rock, sí.
Parte de esa larga vida al rock es lo que mostrarán Medina y sus amigos esta noche. Entre las piezas que el bajista tiene pensado tocar están “Solísimo”, “Una casa con diez pinos”, “Para qué nos sirven”, “Tontos”, y muchos temas de su cosecha solista, entre ellos “Paraíso perdido”, que da debida cuenta de su nueva vida. “No suelo hacer diferencias entre los temas que toco, todos los hago con mucho sentimiento. Toda nota que sale de mi ser tiene sentimiento; es como respirar: estás acostumbrado a hacerlo y cuando te falta el aire, te das cuenta que te está faltando algo. De eso me daba cuenta cuando estaba internado. Por momentos te ponés mal y por otros te la tenés que bancar, porque tenés mucho que arreglar dentro tuyo. Calmarte, pensar en el futuro, y tirarte buena onda porque estás volviendo a la vida otra vez”.
–Proceso complejo el de alejarse de la música.
–Es como que te metan preso, sí. No pensás en otra cosa que en salir de ahí. Es duro. Dormís mal, sufrís, son muchos meses de amansadora, pero una vez que estás ahí, te la bancás y te metés en esa. Además, te meten tanta droga, tanto remedio, que mucho la cabeza no te da para pensar. Después, con el post operatorio te vas ubicando, pero quedás muy ablandado tras tantos meses sin comer.
–Y alejado de “hábitos rockeros”. A propósito, ¿cómo atravesaste esa carencia?
–No sé si hablar de hábitos rockeros en especial, porque conozco tangueros y folkloristas que son más descontrolados. Lo que pasa es que ellos la caretean más y a nosotros nos importa un carajo. Por eso, preferiría decir que hay que acostumbrarse a menos comida, a menos alcohol y a menos drogas. Alcohol y drogas, cero. Igual, no es la primera vez que me pasa. Una vez me chocaron en Brasil, me explotó el hígado y estuve diez días en coma con hemorragia interna, y más de cuarenta años con hepatitis C. Eso me comió el hígado. Es más, cuando la cosa se manifestó, me daban seis meses de vida, y ahora me quedan entre seis y diez años.
–Un verdadero gladiador blusero.
–(Risas.) Con la diferencia de que ya no tomo. Miro la copa de whisky y me mareo... La huelo y ya estoy en pedo.