La mayoría de los cuentos del nuevo libro de Pía Bouzas (Buenos Aires, 1968) transcurre en casas. Habitados por familias ensambladas, matrimonios crepusculares o jóvenes parejas con todo el tiempo por delante, esos escenarios tan comunes se vuelven, lentamente, en seres animados mediante el dibujo en espiral de la escritura de Bouzas, en el que participan narradores pero también los ecos de otras conciencias. Los personajes, como le pasa a la protagonista de “El estanque de los cocodrilos”, están atentos a esas señales. “A partir de entonces empecé a observar los movimientos de su casa con regularidad, estaba siempre de imaginaria”, revela una joven mujer alerta, casada y madre, que entabla conversaciones mentales con un vecino que parece mostrar un interés similar al que ella siente por él. Las motivaciones de los personajes de los cuentos de Una fuga en casa no son las mismas en los inicios que en los desarrollos y finales de los cuentos; de hecho, se podría decir que la materia cambiante de los deseos y las búsquedas de los personajes son los verdaderos núcleos de los relatos. Lo que al principio se asemeja a la atracción puede convertirse en indiferencia, y el temor, en una impostura.
Incluso a la distancia, la imagen de la casa surte efectos. En una casilla del yacimiento de una empresa petrolera en la Patagonia, un hombre se duerme con la imagen de su mujer y de su hijo ante la mesa. En ese cuento, “Un largo viaje en la noche”, las casas sueñan con casas. “Y por eso últimamente estaba viendo qué negocio podía inventar: alquilar casillas para el personal de otras petroleras, construir cabañas en Villa La Angostura, algo, cualquier cosa para salir del yacimiento”, piensa Tato mientras cruza el desierto rumbo al encuentro fugaz con una amante. En “Fly Fishing”, Daniel compara a las mujeres que desea con casas a oscuras. “Uno iba tanteando las paredes para no tropezar y de pronto ellas aparecían desde el fondo con lentes infrarrojos”, razona. En los cuentos de Bouzas, los personajes van y vienen a tientas, apenas iluminados por la lente narrativa.
“Una fuga en casa reúne cuentos que fui escribiendo a lo largo de tres años, sin proyecto o plan diseñado, pero sabiendo que conformaban un pequeño mundo propio. Algo está por estallar en las ‘casas’ de los cuentos, pero no necesariamente ocurre eso. Suelo escribir alrededor de obsesiones que se me imponen en un momento determinado”, cuenta la autora. Las fantasías de los personajes se imprimen en las casas verbales que construye Bouzas. “Me interesaba la potencia que adquiere la fantasía erótica en la vida cotidiana, pero como verbo: fantasear, que no es muy diferente de escribir, de construir ficciones, dobles vidas o relatos imaginarios que nos contamos a nosotros mismos y a otros”.
“Las mujeres son raras”, se dice a sí mismo uno de los personajes. En efecto, las mujeres de los cuentos de Bouzas se desmarcan. Con su fuerza, pueden gobernar una o dos casas; gracias a su encanto, cortan el aliento o, si no soportan más el régimen de la casa (que suele ser el de la familia o la pareja), prevén pequeñas fugas cerca del mar, en soledad o entre extraños. Los demás las perfilan mientras ellas viven en el espacio que abre la lectura.
A estas alturas, con un sexto libro de cuentos, es posible afirmar que Bouzas es una artista de ese género. Ya en su libro anterior, Un largo río, se había aventurado en el territorio de la intemperie. En Una fuga en casa, la inmensidad se esconde en la interioridad de los personajes. “Soy muy lectora de cuentos, y por lo tanto es muy natural para mí escribirlos. Me gusta el cuento largo, es una extensión dúctil, que se presta muy bien a los cuentos de personaje. No comparto la idea del cuento como objeto de relojería perfecta, redondo, implacable y con una estructura fija. Un cuento, para mí, solo tiene que encontrar la forma que le pide la historia que quiere contar, y puede admitir extensiones, digresiones, cambio de rutas”, dice la autora. Gracias a esa libertad narrativa, los cuentos de Bouzas moldean una cartografía anómala, donde lo que parece distante se encuentra insólitamente cerca.
Una fuga en casa
Pía Bouzas
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