Todo el calor y folklore que se palpitaba desde que Central eliminó a Almagro y quedó definido que su próximo rival sería su máximo rival se esfumó por una defectuosa organización que terminó con un clásico rosarino jugado sin público en Sarandí, provincia de Buenos Aires.
La opción de jugarlo en el estadio de Colón de Santa Fe o de un sorteo para definir localía y que el clásico se quede en sus pagos perdió ante esta opción, maquillada por el golazo de taco de Germán Herrera, el bombazo de Fernando Zampedri y el descuento de Joaquín Torres en el adicional. La potencia ofensiva fue la carta ganadora de Central, que no sintió la ausencia por lesión de su goleador, Marco Ruben.
Antes del pitazo de Loustau, los hinchas “mostraron” lo suyo. Una decena de simpatizantes leprosos se hicieron escuchar alentando desde una terraza vecina y luego llegaron los fuegos artificiales teñidos de azul y amarillo en las inmediaciones del estadio. Tras la demostración de afecto, Central salió a jugar adelantado. A intentar arrinconar para marcar tendencia. Pero el ímpetu se frenó rápidamente producto de infracciones, imprecisiones y la tensión con la que ambos jugaban.
La presión canalla hacía mella en un rival carente de figuras, afectado por una crisis económica que conspiró contra su mercado de pases. La elegancia de Mauro Formica –uno que eligió volver por amor a los colores– el optimismo de Luis Leal, delantero portugués que jugó para la selección africana de Santo Tomé y Principe, y alguna subida de Amoroso, que antes de los 20 minutos ensayó un remate desviado, fueron los argumentos de los comandados por Omar De Felippe para intentar seguir su mini-racha de las últimas dos fechas de la Superliga (2-0 ante Tigre de local y 2-0 ante Argentinos, de visitante).
Llegando a los 30, el pibe Nadalín se proyectó hasta el fondo y lanzó un centro bajo, aunque nadie lo acompañó en su incursión ofensiva. Por la derecha volvió a ser profundo con Amoroso, aunque su centro débil quedó en las manos de Ledesma. Un cabezazo defectuoso de Leal, a los 35, fue lo más peligroso del primer tiempo. En el 4-4-2 ideado por el Patón, el doble cinco integrado por Leo Gil y Néstor Ortigoza, acostumbrado al buen pie y a los pases seguros, no estaba tan certero a la hora de la recuperación. Tampoco Carrizo y Camacho, más preparados para atacar que para retroceder.
En el complemento, Central salió del fondo e intentó imprimirle más intensidad a su juego. Así llevó algo de peligro con un córner, tras una serie de rebotes. Un poco más inquietó con un tiro libre de zurda de Gil, que Aguerre desvió al corner a los 62. ¡Y la tercera fue la vencida! corner al primer palo de Gil, taco oportunista de Herrera de sobrepique y golazo. La ventaja desató el festejo y destrabó el partido.
Nuevamente Herrera, esta vez hamacándose de izquierda a derecha, tuvo el segundo, pero el palo lo impidió. Dos minutos después, no hubo nada que frenara el bombazo de Zampedri, que aprovechó una corrida de Camacho tras una pérdida de Bíttolo.
Una calentura de Federico Carrizo estuvo cerca de dejar a su equipo con un menos, pero la reacción infantil del paraguayo Teodoro Paredes hizo que ambos continuaran con 10 tras la trifulca. No por mucho tiempo, porque Bernardello también se hizo echar por una violenta acción ante Zampedri. Para colmo, Torres que acababa de ingresar sintió un dolor muscular cuando los cambios se habían agotado. Así, los espacios que antes no aparecían ahora abundaban. Zampedri y Lioi casi los capitalizan.
Diezmado, con dos hombres menos y cuando se jugaban tres minutos de tiempo extra, llegó el descuento de Joaquín Torres. Aún lesionado, el juvenil le dio un minuto más de vida al juego y a su equipo. Pero no alcanzó. Como en los clásicos de Copa Argentina de 1969 y 1970, el festejo quedó para Rosario Central. Ahora se las verá con Temperley, el único representante del ascenso que sigue en carrera tras eliminar a San Lorenzo por penales.