Luego de décadas de la política bipartidista del nacionalista PRI y el liberal PAN, el país azteca se prepara para recibir a un gobierno de izquierda que augura trabajar contra la corrupción profundizando los baluartes de la revolución social mexicana. “Para nosotros la cuarta transformación significa mayor democratización en todos los ámbitos: políticos, sociales, económicos y culturales de la nación. La democracia es un espacio de lucha y transformación”, afirma en conversación con PáginaI12, Jesús Ramírez Cuevas, vocero y Coordinador de Comunicación Social del gobierno entrante. A un mes de inaugurar un nuevo sexenio bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Cuevas explica cómo será la relación con el país vecino, Estados Unidos, cuál será la política migratoria en tiempos de muros y caravanas y cómo piensan recomponer el lazo social luego de 12 años de guerra contra en el narcotráfico y de una seguidilla de gobiernos impopulares.
–¿Cómo deja el país Enrique Peña Nieto?
–Nos encontramos con un país en quiebra financiera. Un país con gran parte de los bienes públicos hipotecados, entre ellos los recursos naturales energéticos y el futuro de la nación. El principal problema es que frente a eso se reduce el margen de acción porque la mayoría de las finanzas públicas ya están etiquetadas para pago de intereses de la deuda. En 36 años de neoliberalismo la economía no creció prácticamente nada y el único desarrollo que hubo, favoreció, sobre todo, al sector agroexportador ligado a la apertura comercial. Por otro lado, a pesar de las políticas asistencialistas, aumentó la pobreza. A nivel de industrias, la automotriz y las maquiladoras (empresas ubicadas en zonas francas fronterizas) son sectores muy dinámicos de exportación pero cada vez generan menos empleos. En los últimos años crecieron las grandes fortunas de una minoría de mexicanos que están en la lista de la revista Forbes pero, al mismo tiempo, tenemos los mayores índices de miseria y exclusión. Todo eso marca un polvorín. Y aún más si lo cruzas con la política que empezó en 2006 de la guerra contra el narcotráfico, ahora convertida casi en una guerra civil que suma más de 240 mil muertos.
–A más de diez años de la “Guerra contra el Narcotráfico”, ¿cuáles son los principales problemas dejó esta política?
–La guerra contra el narcotráfico solo dejó muertos. Los resultados son peores de lo que se quiere combatir. El narcotráfico se filtró en la policía y en sectores militares y eso terminó convirtiendo a la inseguridad en el principal problema. Además, y a propósito de ello, tenemos un fenómeno de desplazamiento de cientos de miles de mexicanos. Calculamos entre 300 a 400 mil personas desplazadas por la violencia. Víctimas de una política de guerra que fue decidida en Estados Unidos. Ellos dan las armas y lavan el dinero y nosotros ponemos los muertos. Por lo tanto nuestra principal tarea es combatir las ganancias de los grupos criminales y reconstruir el tejido social. Debemos apuntalar a las comunidades como entidades sociales y políticas para que se pueda recuperar el espacio público, la confianza en las calles y el dominio del territorio. En ese escenario vamos a implementar una política de pacificación y para eso estamos creando un ejército especial para la paz. Va ser una guardia nacional que proteja a los mexicanos y garantice la recuperación de la vida de las regiones. Además vamos a discutir la regulación del mercado de drogas porque ya comprobamos que la prohibición abre una ventana de oportunidades a los criminales para crear una economía paralela. La regulación va a ser entonces una forma de cerrar los negocios.
–¿Cómo será la relación con Estados Unidos?
–El 80 por ciento de nuestras exportaciones dependen de Washington, por eso no podemos ir en contra de nuestro país vecino, pero sí apostamos a diseñar políticas que cambien las dinámicas entre nosotros. Y en este sentido, en la renegociación del Nafta (tratado de libre comercio norteamericano) que tuvo lugar a hace poco más de un mes, logramos frenar la ampliación que sugería introducir EE.UU. a los capítulos en materia energética y automotriz. Con ella Trump quería tratar a los recursos energéticos, el agua, y las materias primas mexicanas como un tema de seguridad nacional estadounidense. De esta manera iniciamos un proceso de recuperación de nuestra soberanía. Queremos liberarnos del dominio colonial que vivimos en el sector financiero, energético y alimentario.
–En este momento avanza una caravana hacia Estados Unidos. Trump se negó a recibirlos. ¿Cuál será su política hacia los migrantes?
–Es necesario aclarar algo fundamental: migrar no es un delito. Nosotros tendremos una política comprensiva y respetuosa de los derechos humanos, por la que será imprescindible atender las causas estructurales de la migración. En cuanto a la caravana, la política es pedir pasaporte y visas de trabajo y aplicar el principio de libre tránsito. Además, estamos trabajando en un plan de rescate junto a nuestros pares centroamericanos.
Por otro lado, también tenemos que atender la realidad de los migrantes en Estados Unidos. Sobre todo porque Trump se aprovecha de la mano de obra mexicana. Para evitar estas situaciones, vamos a convertir los consulados mexicanas en EE.UU. en defensorías de los migrantes para acompañarlos en cuestiones referidas a los derechos humanos. Nos apoyaremos en el desarrollo regional para combatir la migración hacia EE.UU. Sobre todo en las zonas más pobres que hacen que la gente se vaya a buscar un futuro que allí no hay.
–¿Cómo será la relación de México con América latina?
–Nosotros estamos obligados, por el mismo curso de nuestra historia, a voltear los ojos hacia el sur. Entre Bolívar, el cura Miguel Hidalgo y José María Morelos había afinidad de proyectos. Llevamos un modelo económico que nos tuvo 36 años mirando al norte permanentemente. Ahora es momento de mirar hacia el sur. Porque además, sin una política de desarrollo continental no habrá crecimiento, ni solución al tema migratorio, como tampoco al crimen organizado. No obstante el escenario cambió el pasado domingo con las elecciones en Brasil. Eso nos obliga a estar aún más pendientes de los tiempos que corren. No va a ser fácil para un gobierno progresista como el nuestro, y menos cercano a Estados Unidos, poder elaborar políticas públicas que contravengan la inercia neoliberal que acecha a toda región.
–¿En qué medida influyeron las fake news en el triunfo de Bolsonaro?
–Efectivamente estamos enfrentando nuevos escenarios de manipulación mediática e informativa para generar determinados comportamientos electorales. Y en este sentido Bolsonaro es un claro fenómeno político y mediático que contradice la tradición que tuvo Brasil desde el fin de la dictadura. Bolsonaro viene a reafirmar las peores herencias brasileñas: la intolerancia, el autoritarismo y la supresión de oposición, y ello no se puede pensar sin el actuar de los medios y la complicidad política.
Ante esto, ¿cuál es el desafío que tienen en el campo de la comunicación los gobiernos progresistas?
–No permanecer pasivos ante el actuar de los medios. Tenemos que construir fuentes directas con los ciudadanos para poder comunicar la necesidad de construir sociedades incluyentes en un contexto que excluye. Nosotros nacimos como movimiento social y político de un golpe blando, del intento de desaforar a Manuel López Obrador como jefe de gobierno de la ciudad de México e impedirle ser candidato presidencial. Ahí vencimos a través de la movilización y de las acciones por las redes sociales que en ese entonces eran muy incipientes. Sin embargo, ahora no solo vamos a convocar a la movilización sino también a participar directamente en lo que llamamos la cuarta transformación del país. Lo que significa para nosotros una mayor democratización de todos los ámbitos políticos, sociales, económicos, culturales de la nación y en ese sentido planteamos dar un paso adelante de la democracia. Más que a convocar a marchas, convocaremos a participar en la evaluación y fiscalización de las acciones del gobierno.
–AMLO llega a la presidencia luego de muchos años de políticas regresivas contra el sector popular. ¿Cómo se construye un desarrollo con equidad social en este contexto?
–Si el neoliberalismo se ha preocupado por generar ganancias y a eso lo ha llamado desarrollo, excluyendo a su vez a las mayorías, el énfasis de nuestra llamada cuarta transformación va dirigido a revertir la precarización de la vida, la mercantilización de las prácticas sociales y de la naturaleza. Tenemos que buscar respuestas en otro tipo de desarrollo económico y ahí pensamos en la autosuficiencia alimentaria y en fortalecer al mercado interno y a las pequeñas y medianas empresas. Si el mercado ya no logra integrar a toda la fuerza de trabajo, ni siquiera en naciones industrializadas, tenemos que buscar respuestas en otro tipo de desarrollo económico que tiene que ver, en gran parte, con la economía social.
Entrevista: Sofía Solari.