Café y almuerzos

Pablo Mehanna

A paso lento pero firme los sitios donde beber buen café en la ciudad se multiplican más allá de zonas álgidas como Palermo y Microcentro. Arthur Pasta Maker es un buen ejemplo: abierto hace menos de tres meses en la zona comercial de Parque Patricios, este pequeño local apuesta a dar de beber café de calidad, con desayunos y almuerzos rápidos muy bien resueltos. El nombre del lugar hace referencia a la casa de pastas familiar de los mismos dueños, ubicada a tan solo unas cuadras y con más de cuarenta años en el barrio, mucho antes de la creación del distrito tecnológico o de la llegada del subte. El espacio es sencillo, con algunas mesas altas, la cocina que asoma al fondo y un mostrador que exhibe unos bocados dulces para acompañar. Detrás de la barra, la máquina para espressos italiana Nuova Simonelli  pone sobre aviso que aquí esta infusión se toma en serio. Mientras, un par de pantallas muestran la oferta de la cocina que cambia con el correr del día. Por la mañana se sirven desayunos con tostadas, huevos revueltos o tostado de jamón y queso ($99 a $190, con jugo de naranja), siempre acompañados de café con leche, elaborado a la temperatura justa para no quemar los granos. Vale también la pena darle una oportunidad a la rica pastelería de la casa. Al mediodía cambia el cliente y salen fuerte las pastas frescas de la familia ($150 simples, $170 rellenas), que llegan con alguna de las 12 salsas a elección (también se venden en caja o por peso para cocinar en casa). De tarde, si el día es lindo, hay que pedir el café filtrado frío (lo hacen en una V60) mezclado con jugo de naranja ($75), una bebida tan energética como adictiva. Por fuera de todo circuito gastronómico, Arthur es muy buena apertura con dos ofertas muy queridas por los porteños: la pasta fresca y el café, en este caso tratado con el respeto que se merece. 

Arthur Pasta Makers queda en La Rioja 2091. Teléfono: 6091-1409. Horario de atención: lunes a sábados de 8.30 a 20. 


Panes e ingredientes

Pablo Mehanna

El living de una casa. Esa es la sensación que transmite  El Obrador apenas se traspasa la puerta. Algunas mesas comunitarias, sillas variopintas, una pequeña selección de productos a la venta, cajas de galletitas y un tablón de madera sólida que separa la cocina del salón terminan de armar una ambientación relajada, donde dan ganas de sentarse para aprovechar todo lo rico que se ve en las bandejas. Para la elaboración de los panes (excepto la baguette que fermentan con poolish, una maezcla de muy poca levadura y mucho tiempo) utilizan masa madre y fermentaciones prolongadas, logrando panes con un característico tono levemente ácido. Generoso en nueces el de centeno ($195), bien crocante las baguettes ($48) que se hornean dos veces al día, mañana y tarde, para mostrar siempre su mejor versión. En una primera visita, vale la pena sentarse en una de las mesas y conocer la variedad de panes pidiendo las tostadas con queso blanco y mermelada casera ($155, acompañado de una infusión a elección). A la hora del almuerzo se sirven algunos sandwiches sencillos: recomendable el de pollo de campo con mayonesa de zanahorias ($185), también las tartas con vegetales agroecológicos ($135/145), ensaladas y alguna sopa (prometen una fría para cuando el calor apriete). Para beber, café, alguna limonada, jugo de naranja y copa de vino de la bodega Zuccardi a $100. Lo mejor de El Obrador es su elección por materias primas de calidad: aceite de oliva y vinagres Zuelo, aceite de girasol Campo Claro, chocolates Fénix para los postres, huevos de yema naranja (disponibles para llevar a $60 la media docena) son algunos de los ingredientes que eligen. Y gracias a los cuales lograron, con apenas seis meses de vida, una fiel clientela, en un momento histórico en el que la gastronomía vive épocas difíciles. 

El Obrador de panes y galletas queda en Chile 524. Horario de atención: jueves a domingos, de 8 a 20.30. 


Cócteles y sánguches

Pablo Mehanna

A menos de cien metros del Parque Centenario, sobre la primera cuadra de la avenida Warnes, abrió sus puertas Pantano, una muy original combinación de sanguchería con barra de tragos. La carta arranca con una serie de “sánguches” a $150, en los que se nota el gusto de la casa por los pickles caseros. Sabroso el de roast beef asado, pickles de espárragos, mostaza y hojas de perejil. El de roquefort, repollo, manzana y yogur logra un buen equilibrio entre los lácteos y las verduras. Los que quieran una opción vegetariana saldrán más que contentos con el de berenjenas ahumadas, pimiento, pasta de zanahorias, pickles y cebolla marinada. Todo envuelto en los muy ricos panes que llegan de la histórica panadería italiana La Pompeya. La otra especialidad de Pantano son los cócteles: la casa ofrece una selección de diez combinaciones (entre $120 y 150), con clásicos reversionados como el Negroni oscuro, donde reemplazan el Cinzano y el Campari por Aperol y Punt e Mes. El Gordon’s Cup lleva una base de gin, con miel, limón, pepino, sal marina y cayena, logrando una bebida refrescante que logra un gran equilibrio entre los sabores ácidos, dulces, salados y el picante. Y una buena manera de cerrar la noche (o la tarde, porque en Pantano todo arranca a las 16) es el Espresso Cóctel, con gin, Hesperidina, café, bitter de naranja y perfumado de lavanda. Detalle nada menor para bebedores: se sirve agua de cortesía. Buenos tragos y sanguches a precios amables en un ambiente relajado, todo sobre una cuadra de hermosa arboleda y poco trafico, alejado de los polos gastronómicos. Uno de esos lugares donde demorar el tiempo con un vaso en la mano, aprovechando los bancos de la vereda. Más aún teniendo en cuenta que Pantano abre domingos y lunes, dos días donde la mayoría de los bares de Buenos Aires cierran sus persianas.

Pantano queda en Warnes 35. Horario de atención: jueves a lunes, de 17 a 24.