Desde mediados de 2016 el Banco Central retomó el denominado Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM). Esta encuesta consiste en un “seguimiento sistemático de los principales pronósticos macroeconómicos de corto y mediano plazo que habitualmente realizan analistas especializados, locales y extranjeros, sobre la evolución de variables seleccionadas de la economía argentina que recopila el Banco Central de la República Argentina (BCRA)”. Sin embargo, los pronósticos macroeconómicos de los “expertos” se alejan mucho del desempeño real de la economía. Entre los especialistas consultados, seleccionados por el BCRA en función de la “experiencia” en el análisis de la coyuntura económico–financiera, figuran una veintena de bancos, unas treinta consultoras (de claro sesgo ortodoxo) y dos universidades. 

Más allá de los nombres, la clara inclinación ideológica de los participantes hace presumir la cercanía con la mirada económica del Gobierno. Dicho de otro modo, sus expectativas son la expresión de confianza hacia las políticas implementadas por Cambiemos.

Un análisis detallado contrasta las características de la información brindada por estas entidades y la evolución real de las distintas variables, que demuestra que las previsiones realizadas por estos actores, que median en las tomas de decisiones tanto de las autoridades como de los agentes económicos privados, se acercaron muy poco a lo que sucedió en la vida económica de la Argentina. De hecho, el propio BC expresa en su propia página que “La información que proporciona resulta de gran relevancia, no sólo para las decisiones de política monetaria y económica, sino también para las decisiones de consumo e inversión, constituyéndose como un bien público al proveer a la comunidad ‘la mejor información posible’ respecto de las estimaciones que realizan los especialistas sobre el comportamiento futuro de las principales variables económicas”.

Para su evaluación se consideraron las variables inflación, tipo de cambio, crecimiento y tasa de interés. Vale mencionar que el Banco Central realiza el relevamiento los últimos tres días hábiles de cada mes, consultando en ese momento las proyecciones para el mes siguiente y para los meses e incluso años subsiguientes. Esta mención resulta de particular importancia dado que se analizará cómo fueron variando las expectativas a medida que se acercaba la fecha de estimación y que incluso en el mes inmediato anterior (en los últimos tres días), los consultados estimaban por debajo de lo que la realidad finalmente mostró. 

Proyecciones

  • Inflación. La distancia entre las expectativas y la realidad es muy grande. En general, las entidades consultadas en el relevamiento estimaron, entre diciembre de 2016 y agosto de 2018, una inflación mucho menor a la que se produjo. Por ejemplo, para abril de 2017 estimaron tres días antes del cierre del mes un 1,91 por ciento, tres meses antes habían previsto 1,87 por ciento y seis meses antes consideraron que sería de 1,62. La realidad es que la inflación fue de 2,66 por ciento, según el IPC-Indec, lo que significa un error de 39, 42 y 44 por ciento, respectivamente.

En promedio, es posible indicar que las estimaciones fueron erradas en un 18 por ciento promedio (en el período 2017/2018) cuando fueron realizadas en los tres últimos días del mes anterior al proyectado, un 32 por ciento de errores en promedio cuando las proyecciones se hicieron tres meses antes y 58 por ciento de errores en promedio cuando las proyecciones se efectuaron seis meses antes del período estimado. 

Las estimaciones para 2018 fueron aún mas desacertadas: cuando fueron realizadas en los tres últimos días del mes anterior al proyectado, el error alcanzó el 30 por ciento; cuando fueron realizadas tres meses antes, el promedio de error alcanzó el 57 por ciento; y cuando se realizaron estimaciones seis meses antes el error alcanzó el 112 por ciento en promedio.

Así, tanto para los meses en que estimaron una inflación más alta (la gran mayoría), como aquellos en los que estimaron una inflación más baja, el denominador común es que a lo largo de todo el período bajo análisis las expectativas de las entidades “expertas” y la realidad estuvieron muy disociadas la una de la otra. Las coincidencias o cercanías constituyen una excepción. 

  • Tipo de Cambio. Cuando se observa el desempeño de esta variable, se percibe que particularmente en 2018 y desde la corrida en abril de ese año, se mantiene muy por debajo de las expectativas relevadas por el Banco Central. Por ejemplo, en mayo de 2018 las expectativas indicaban un valor del dólar en 20,53 pesos en las proyecciones dos meses antes y de 18,65 pesos en las proyecciones realizadas seis meses, pero el valor finalmente fue de 25,51 pesos. 

En promedio, es posible indicar que las estimaciones fueron erradas en un 11 por ciento promedio (en el período 2017/2018) cuando fueron realizadas dos meses antes al mes proyectado y un 18 por ciento en promedio cuando las proyecciones se efectuaron seis meses antes del período estimado. Las estimaciones para 2018 fueron aún más desacertadas: cuando fueron realizadas dos meses antes, el promedio de error alcanzó el 20 por ciento, mientras que cuando se realizaron seis meses antes el error alcanzó el 38 por ciento en promedio. 

  • Crecimiento. Las estimaciones de crecimiento económico también ilustran la confianza de los “expertos” en el modelo de Cambiemos. A abril de 2018, el promedio de las opiniones indicaba un crecimiento de la economía para ese año de 2,5 por ciento. Esas proyecciones fueron cayendo sensiblemente mes a mes, llegando a septiembre de 2018 a considerar que el resultado del año sería una caída de 2,5 por ciento. Algo parecido sucedió con las proyecciones 2019, donde en abril de 2018 se consideraba que en promedio la economía en 2019 crecería 3,2 por ciento, pero ya en septiembre de este año las estimaciones hablaban de una caída de 0,5 por ciento. Las estimaciones de 2020 mantienen aun las expectativas positivas. 

Teoría

La recurrencia de los errores de estimaciones realizadas por consultoras, bancos y universidades consultadas por el Banco Central lleva a pensar que el problema es más profundo, y remite a los marcos teóricos que guían los análisis predominantes en el mundo económico. 

La economía ortodoxa entiende que las políticas de desregulación monetaria y financiera, así como las políticas de austeridad fiscal, son clave del crecimiento en la medida en que ordenan las cuentas fiscales, permiten bajar la inflación ajustando la emisión y generan incentivos para la inversión del capital porque el Estado no pone trabas al sector privado.

Todo ello fue lo que Argentina aplicó desde finales de 2015 a partir de la eliminación del control de cambios, bruscos ajustes en partidas de subsidios económicos (tarifas) –dolarización de servicios y combustibles–, recortes en gasto social y previsional y ajustes en personal del Estado. Con este paquete de medidas es lógico que los defensores de la ortodoxia hayan esperado mejores resultados que los que arrojaron las estadísticas del Indec y del Banco Central. 

Lo que fracasó no fueron solo las mediciones y proyecciones, sino las teorías en las que se basan.

* Economistas del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).