Floresta es un barrio sitiado por un tipo de especulación particularmente cortoplacista, tonto y berreta, el de la furia de los locales de ropa. Lo que arrancó como el equivalente textil del parri-pollo o la cancha de paddle se sigue extendiendo como una mancha que rompe el barrio. Caen casas demolidas en fines de semana largo o en enero, cuando los jueces descansan, aparecen locales ilegales, sin papeles, todos gestos que aprovechan la certeza de la Ciudad no vigila. Una característica del PRO en gestiones es que ni piensa invertir en regular a los privados, los grandes porque son amigos, los chicos porque alimentan la cadena de la alegría para lo cuadros inferiores.
Todo esto fue denunciado una y otra vez por un barrio particularmente movilizado y peleón, con vecinos que caminan con sus cámaras y avisan de los desmanes. Cada tanto se frenan negocios de diversas escalas y siempre aparecen más claros los límites de la impunidad municipal. Es por esto que ahora se sabe que se vendió el terreno de la calle Venancio Flores 3525, vecino a Automotores Orletti, que se encuentra plenamente dentro del Area de Protección Histórica Floresta. Pese a esa protección, todos en el barrio asumen que se van a construir más locales para vender ropa, pese a que la ley del APH explícitamente prohíbe ese uso comercial en la zona.
El lote es además conocido porque su dueño hasta ahora se lo presta a la escuela 9 para que los chicos hagan gimnasia, otro caso en que la Ciudad se hace la distraída de sus deberes más elementales. En parte por esta asociación escolar y sobre todo por su vecindad con la prisión de la dictadura, los chicos pintaron un mural en el frente del terreno ahora en venta. Esto se inauguró el 28 de marzo de 2012, fue pintado por los alumnos de plástica de sexto grado y diseñado por el artista Armando Dillon. En ese momento, el mural fue auspiciado por la dirección de Participación Ciudadana de la Junta Comunal 10 y por el Instituto Espacio para la Memoria.
Con lo cual se entiende que no sólo hay preocupación en la escuela y en el barrio por el futuro uso ilegal de la construcción que ahí se haga, sino que el equipo de trabajo del Sitio de Memoria en el campo de concentración también están en alerta. Se pierde un mural y un patio de juegos y ejercicios de una escuela, ante la indiferencia de un gobierno porteño que podría haber comprado el lugar.
Orletti parece ser un lugar donde suceden cosas desproporcionados. En mayo de 1976 empezó a usar el lugar el Ejército, colaborando con los uruguayos en el Plan Cóndor. Que a alguien se le ocurra montar una cárcel clandestina para torturar y matar prisioneros secuestrados en pleno barrio de Floresta es una muestra de la desmesura de la época. El lugar tenía dos plantas, con un gran salón en la planta baja, con piso de hormigón sucio y engrasado, lleno de pedazos de autos y de los autos de las víctimas, robados por sus secuestradores. Entre las instalaciones del campo había un tanque de agua con una roldana de la que colgaban a los torturados para hacerles un submarino.
Orletti se usó poco por la fuga de José Morales y de su compañera. Fue un escándalo y el campo se cerró en noviembre de 1976. Ahora es un simple vecino para un negocio inmobiliario que ni debería suceder, por ley.