Los años 80 marcaron un quiebre en la producción cultural argentina con el advenimiento de la democracia y sus repercusiones a nivel de los creadores que en esos momentos trataban de liberarse de las ataduras y convenciones del período dictatorial.
El joven creador Mauro Lemaire -que hace muy poco nos deslumbró junto a Leandro Doti con su despliegue actoral en la última versión de Litófagas, dirigidos por Oscar Medina– intentan establecer a partir de su nuevo trabajo un puente con aquellos años del emblemático Parakultural y el tiempo que les ha tocado vivir.
“Con una reserva de energía reprimida y una flamante democracia, los artistas de los ‘80 se encontraron rebalsados de colores frente a un lienzo en blanco”, adelantó Lemaire, director y creador de Humo, obra que podrá verse el próximo sábado a las 21,30 y el domingo 18 a las 20 en La Sonrisa de Beckett (Entre Ríos 1051).
Lemaire escogió para armar su trabajo a una de las figuras más representativas de esa movida: el recordado actor Alejandro Urdapilleta, a partir de un libro de culto como es Vagones transportan humo (2000).
El proyecto ya rondaba en la cabeza de los dos a comienzos del 2017, cuando producían el ciclo Pulsión, compartiendo algunas escenas con otra de las integrantes del grupo: Paula Luraschi. Leandro Doti, actor y productor, completa el elenco de Humo, ópera prima de Lemaire.
"Por ese entonces yo comenzaba a bajar la idea de cómo abocarnos al mundo literario de Urdapilleta de una nueva forma, una propuesta que lograra recordar el espíritu de la época sin dejar de ser fresca y vigente. Los invité a los dos a participar de la idea y así comenzó la pre producción del proyecto, que se ve rápidamente interrumpida por una sorpresa que no esperábamos: Litófagas", reveló Lemaire a Rosario/12.
La interrupción fue rica para el grupo ya que pasaron según sus propias palabras por la mano maestra de Oscar Medina, al que asistían los tres; y al ser elegidos para participar en Litófagas, postergaron Humo para este año, en una decisión que confirman hoy como la más acertada.
“Litófagas y Oscar nos atravesaron de formas intransferibles, la experiencia de realizar semejante desafío nos enseñó cuestiones que no se ven en un aula, como el compromiso total con el material, la exigencia a las ideas, el plan de producción, el desafío a la hora de proponer, con toda esa carga, una vez terminada la obra, retomamos Humo”, contó.
-- ¿ Cómo llevan adelante la producción de un trabajo tan exigente?
-- Teníamos ambiciones que nos llevaron a tener una visión clara del proyecto para recurrir a otras manos; así fue como caímos en conversaciones con Carlos Romagnoli para la construcción de nuestro escenario móvil, o en Ani Books para el diseño de nuestro paisaje sonoro ochentoso, a Elisa Pereyra para la asistencia en nuestra exigencia física corporal, entre otros rubros que trabajamos a comienzo del año.
La investigación los llevó a consultar libros, hacer entrevistas y videos inéditos que les permitieron construir el espectáculo con una clara base en los ‘80, desde lo conceptual hasta lo sonoro, desde la puesta móvil influenciada por grupos como la Organización Negra, hasta el relato histórico de la vuelta de la democracia: todo terminó uniéndose en una obra homogénea.
-- ¿Qué vigencia tiene este texto tan emblemático para su época?
-- La literatura de Urdapilleta sigue siendo profunda, humorística e incómoda; hay temas con los que juega Alejandro, como en el caso de Jacinta, que son sumamente vigentes y logran poner al público al límite de lo que le es permitido al artista escénico en este momento social, la respuesta es maravillosa, el público ríe, se asombra, se incómoda y suspira. ¡Late! –se entusiasma Lemaire.
El grupo se asombra de experimentar con la reacción del espectador frente a un texto escrito hace más de tres décadas, y que sigue poniendo en jaque a toda la audiencia. No es sentarse y ver, sino moverse con los actores, acercarse, dejarse, o correrse del camino para no ser atropellado.