“No se te puede culpar; sólo sos humano. Víctima de la insania” bramaba John Lennon en su primer disco solista al dejar los Beatles en la que crudamente describía el mundo moderno. ¿Cómo explicar que “el animal racional” recurrentemente en su historia caiga en locuras colectivas?
En momentos en que el proceso que llevó a Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil se lo compara con el que generó el surgimiento de Adolf Hitler y el nazismo, se teme que un episodio de la historia civilización humana que se la cataloga como “barbarie” pueda repetirse – como si hubiese sucedido hace muchísimo más tiempo que menos de un siglo. Y, así como cuando apareció el nazismo, la aparición de Bolsonaro no se da en el vacío o como excepción a lo que ocurre en muchas otras partes del mundo. Al respecto, desde Manuel Castells a Roger Waters, pasando por Bill Clinton, públicamente urgieron al mundo que colabore en evitar la presidencia de Bolsonaro para que Brasil se aparte de la actual propagación del fascismo en el mundo.
Lennon explicó que su siguiente disco Imagine repetía el contenido del primero, pero, para que el mensaje tenga mayor aceptación, en forma azucarada: en lugar de explicitar “lo feo” que existía, llamaba a imaginar un mundo en el cual “lo feo” no existiría. En suma, en eso consistió el método de evitar un nuevo nazismo: el discurso moral. Sólo que, Guerra Fría mediante, ése discurso fue acompañado por el Estado de Bienestar y políticas de pleno empleo keynesianas. Luego de la caída de la Unión Soviética, ya no. Cada vez más fue quedando solo el discurso moral.
Este discurso moral estigmatiza, culpa y agrede a quien reacciona mientras ve cómo “lógicamente” lo llevan al borde del precipicio en su posibilidad de existencia a la mayor parte de las personas. Y esto no es un mero juego de palabras. Según hace poco declaró Naciones Unidas en su informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición”, el hambre en el mundo viene en tendencia alcista y afectó a 821 millones de personas el año pasado. Es decir, una de cada nueve personas.
Esto no es por falta de crecimiento económico, sino por el crecimiento económico. La riqueza mundial en la década 2007/17 se expandió 27% de acuerdo con el Informe de Riqueza Global del Credit Suisse. Este crecimiento fue tan dinámico que incluso aumentó el ingreso per cápita, porque superó la expansión de la población mundial. Sólo que, se informa, la distribución de la riqueza está sumamente concentrada: En 2000, el 1% más rico poseía 45.5% de la riqueza mundial; en 2017, pasó a tener 50.1%, dado que absorbió 82% de la generada el año pasado.
La sociedad global: mercados libres… de políticos
A partir de la globalización de los 90s se pasó a vivir bajo el chantaje “de los mercados”. Sociedad que no aplica las medidas que “el mercado” espera es castigada económicamente. Así, la democracia se vuelve una mera caricatura formal mediante la cual la sociedad elige “racional y libremente” las políticas que las irán a empobrecer. Todo discurso que se opone es menospreciado como ‘populismo’, ‘comunismo’, ‘irresponsable’… ¿Qué opción quedaría?
Mientras ‘la política’ – la posibilidad social de confrontar civilizada y democráticamente estas tendencias – es sistemáticamente desacreditada, actos de corrupción del medio político y empresarial – con sus cuentas secretas y paraísos fiscales – son noticias normales. El Informe Global de Crímenes y Fraudes Económicos de PricewaterhouseCoopers destaca la expansión de estos delitos en este siglo en todas las regiones del mundo – 25% por directores de las propias empresas. Al delito de “guante blanco”, se le suman los políticos. De acuerdo a ControlRisks, en 2017 hubo un incremento de casi 17% respecto 2016 también en todo el mundo – destacándose Europa con una suba del 63%. Para ese período, la BBC destaca que en Inglaterra y en el País de Gales los crímenes por odio (religioso, racial, sexual, etc.) subieron casi 30% -- y desde 2014 el incremento se acerca a un 80%, una tendencia que no sorprende salvo por su magnitud, afirma el medio. Por último, los delitos comunes, como analiza Small Arms Survey, también crecen: hubo un aumento de homicidios en el mundo en 2016 ubicándose en 7,5 cada 100 mil personas, fuertemente concentrado en ciertos países y regiones. 14 de los 23 países más violentos no tuvo conflicto violento – uno de ellos, Brasil.
El informe destaca que a pesar de los progresos en sectores claves de desarrollo humano desde los 90, las cifras de Brasil continúan altas. Además, con casi 30% de su riqueza en manos del 1% más rico de su población, de acuerdo con la comparación mundial efectuado por Thomas Piketty, posee la peor distribución en el mundo. Sobre esto, su población en la cual casi 12% de los mayores de 15 años son analfabetos y 51% con más de 25 sólo cursó la primaria, asistió impávidamente la destitución de una presidente elegida democráticamente por quienes, hace poco, admitieron que efectuaron un plan consciente por estar incomodados por la derrota electoral. Luego, un triste espectáculo de justicia selectiva y arbitraria colocó en prisión a quién lideraba las encuestas y que vencería cualquier rival en primera vuelta. En una penosa muestra de irresponsabilidad institucional, el poder judicial – personas con poder de privar la libertad a otras – públicamente confrontaban decisiones y se otorgaban facultad de decidir innumerables cuestiones – no sin presunción de estar siguiendo sus propias visiones ideológicas e intereses de bolsillo.
Así, numerosos responsables de las instituciones sociales y numerosos ciudadanos en la cima de la sociedad no respetaron las reglas sociales de esta misma sociedad en la cual son los más favorecidos – como el empresario arrepentido Augusto Mendonça, que distribuyó 60 millones de reales en coimas a directores de Petrobras, que cumple prisión domiciliaria en su departamento de lujo de 565 metros cuadrados del exclusivísimo barrio Jardim Paulista en San Pablo, y cuyas fiestas son el terror para sus vecinos. La contracara de gran parte de las ‘condenas’ y libertades totales de las infinitas noticias de corrupción activa, es la prisión de Lula por ‘corrupción pasiva’. Ella acabó juntando al PT como parte de este contexto: ya sea por la veracidad real o creída en las acusaciones que recibió, ya sea por ser tomado como parte de ese sistema por el mero hecho de haber convido con él, ya sea por su falta de poder para frenar lo sucedido, explicitado en la incapacidad de conseguir que Lula sea candidato.
Voto en contra de…
Para mucha gente, Bolsonaro representa la bronca y saturación misma. El que dice que será duro con todos “los abusadores”. Es cierto que existen serias dudas que lo será – y, peor, que no será uno de ellos –; no obstante, es una apuesta para muchos que no tienen nada a perder – o así lo quieren creer – ya que lo existente les viene siendo sumamente insatisfactorio. Sus ataques misóginos, racistas y homofóbicos son vistos bajo la misma óptica de que son minorías que se benefician a costa de una mayoría que se perjudica. Siguiendo a Gramsci, hay que ver la racionalidad en cada acción humana. Llamar a Bolsonaro, aunque él lo sea, fascista y otros epítetos no afectó su electorado de los sectores más bajo de la pirámide social simplemente porque no lo es. La mayor parte de sus seguidores acumulan mera rabia y frustración, además de seguir siendo los más vulnerables económica, cultural y criminalmente.
Las clases medias más acomodadas, en general, también siguieron a Bolsonaro. Sintiéndose perjudicadas por el PT y también, hasta, apuntadas como victimarias de la situación de las clases populares, se sienten – guardadas las importantes diferencias – en situación similar. Afirman que han pagado, en gran parte, el discurso moderno de “tolerancia a minorías” del PT. En parte es cierto. Pero también en parte es resultado de los cambios que la “globalización” le impuso al Brasil ya en los 90 – sumados a la implantación en el país de una democracia verdadera a partir de la Constitución de 1988. No obstante, irritadísimos, optaron por rechazar ‘todo’ con Bolsonaro, inclusive a todos los partidos que venían recibiendo sus votos hasta esta elección y que creyeron haber tomado el gobierno como algo propio – con sus actos corruptos – luego de perpetrar el impeachment.
Le queda a Bolsonaro el peso del tercer sector de la sociedad brasileña: ese 1% de los grandes negocios. El que demuestra, en Brasil como en el mundo, que democracia, derechos humanos y libertad sólo habrá bajo la tutela de lo que ‘el mercado quiere’. Los que esperan que bajo su posible ministro de Economía Paulo Guedes se privaticen y extranjericen las empresas y bancos estatales y los recursos naturales brasileños, que se le quite a los trabajadores el aguinaldo y las vacaciones pagas y demás derechos, que se imponga la brutal reforma jubilatoria que Temer no pudo y que se ajuste violentamente todo gasto social.
El sector que muestra su moralidad disparando la bolsa de San Pablo (BOVESPA) de alegría cuando Bolsonaro hace cualquier referencia en ese sentido, así como la hace caer bruscamente cuando se expresa en sentido contrario. Que también, como denunció Lauro Jardim en O Globo, aplaudió rabiosamente la ‘solución final’ de Bolsonaro, cómo éste denominó en un discurso ante los grandes empresarios, su estrategia para terminar en la favela Rocinha – la que con casi 100 mil habitantes es la más grande de Rio de Janeiro – con la criminalidad: ametrallarla si no responden a su ultimátum. Esta incomodidad moral ante la ‘terrible corrupción del PT’ sufre un lapsus cuando el propio Bolsonaro y Paulo Guedes poseen denuncias más pesadas que las de Lula, como tampoco tienen ninguna incomodidad que los más salpicados por la Lava-Jato como Eduardo Cunha o Aécio Neves estén con Bolsonaro. La expectativa de que harán grandes negocios, compensa.
Uno de estos grandes negocios posibles que provoca gran excitación en la BOVESPA es el avance sobre zonas ambientales actualmente protegidas. Bolsonaro ya manifestó que cerrará la Agencia gubernamental que fiscaliza la desforestación de la Amazona, que este año ya superó tres veces el área afectada el año pasado. Poco importa que por ser la mayor selva tropical del mundo, es una región crucial contra el calentamiento global. La euforia de la ‘racionalidad’ de los mercados no es afectada ni siquiera por el reciente Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas que alerta que al mundo le quedan tan sólo 12 años para evitar una catástrofe climática si no se frena urgentemente el ritmo de destrucción del medio ambiente.
Así, Bolsonaro condensa dos tendencias de calentamiento global: el social, empobreciéndose en medio de la opulencia concentrada; y el del capitalismo neoliberal, cuya ansia ciega ‘por los negocios’ está llevando a catástrofes ambientales. Dos comportamientos que, vistos de la lógica de la individualidad absoluta, son impecables – seres tan sólo humanos, sin culpas, víctimas de la insania que puede sólo imaginarse un mundo mejor, no construirlo.
(*) Economista y profesor, Rio Grande do Sul. @Argentreotros