No abundan en el mapa los grupos de heavy metal que, instalados ya como viejos y chamánicos clásicos, saquen a la calle un álbum que reivindique su pasado desde una estética actual, que no sólo funcione como conservador del mito, sino como catalizador. Para dar con ese tipo de excepción se debe revisar el caso de Judas Priest con Firepower, su decimoctavo disco de estudio, que se conoció en marzo y que automáticamente alcanzó la condición de necesario para este 2018.

En el disco persiste el viejo Judas de los ‘80, algo del espíritu de Defenders of the Faith, con un sonido fiel y vigente, canciones frescas y la voz de Rob Halford en excelente forma. En diálogo con PáginaI12, el propio cantante expone una de las principales razones para semejante éxito artístico: la combinación de dos buenos productores. “Buscando opciones, nos pusimos a revisar nuestro recorrido. Pensamos en la leyenda, en convocar a alguien que hubiera conocido el trasfondo de Judas Priest, que nos hubiera ayudado a elegir una dirección en algún momento. Por eso llamamos a Tom Allom, que había participado de muchos de nuestros discos más exitosos. Podría haber resultado algo extraño o desfasado, habiendo pasado tanto tiempo, pero con la incorporación de Andy Sneap como segundo productor nos aseguramos un sonido bien actual. Por eso este disco mezcla vieja y nueva escuela en un solo espacio. Ambos fueron clave para este resultado”.

Halford es, a sus 67 años, una de las figuras más sustanciales de la música pesada mundial. A pesar de que canta hace más de 45 años, dice que cuando escucha Firepower es la primera vez que no encuentra fallas en su trabajo: “No tengo rutinas de ejercicios para entrenar la voz —despeja—. Debe ser alguna condición natural la que me permite seguir cantando y hasta quedar satisfecho con lo hecho. Lo único que necesito es descansar al menos un día entre conciertos”. La vigencia de una voz y un estilo se combinan con el bajo perfil por fuera del escenario, y la intención de avivar el fuego, si se necesita, hasta el punto de operar como un auténtico puente generacional, como si de cumplir esa función social se tratara. Por eso deslizó hace algún tiempo la intención de trabajar colaborativamente con Tobias Forge, líder encubierto de la banda sueca Ghost, que registra un alto crecimiento a nivel mundial. “Creo que con Tobias nos conecta la música, más allá del género. Pero es cierto que este estilo nos sienta bien a los dos. Escuchamos respetuosamente los discos de cada uno, vamos a los shows cuando podemos... En parte, de eso se trata el heavy metal. Lo mismo nos pasó a nosotros con Black Sabbath que, en su momento, siendo nosotros unos chicos, nos abrazaron desde lo alto, porque valoraban lo que hacíamos. Tobias es además un buen tipo, espero que alguna vez lo podamos concretar”.  

El quinteto británico vuelve a Buenos Aires después de su soberbia presentación en el Monsters of Rock de 2015, cuando compartió escenario con Ozzy Osbourne –que este año anunció su retiro de las giras mundiales–, y Motörhead, meses antes de la muerte de Lemmy Kilmister y su posterior disolución. El grupo sigue aferrado a lo más alto, aun cuando sobre las tablas faltan sus dos guitarristas insignia, factor elemental de su sonido: K.K. Downing, que se bajó en 2011 y fue reemplazado por Richie Faulkner, y Glenn Tipton, quien a principios de año comunicó que, dado que padece de mal de Parkinson, durante la gira le dejaría su lugar al productor Andy Sneap.

Esta vez será otro festival, el Solid Rock, el que los agrupe hoy en el Microestadio Tecnópolis con bandas extranjeras como Black Star Rides, y las leyendas de Seattle Alice In Chains, con quienes nunca había compartido cartel. “Recuerdo estar en Phoenix, Arizona, la primera vez que escuché por la radio ‘Man in the Box’, y pensar: ‘Esta banda va a ser gigante’. El sonido, la performance, todo me sonaba muy eléctrico y especial. Me hice fanático desde ese momento. Ahora disfruto de la posibilidad de compartir escenario ante uno de los mejores públicos del mundo”, se entusiasma el músico.

–Richie Faulkner parece haber tenido mucha más influencia en la composición respecto del disco anterior. ¿Su condición de antiguo fan influyó de alguna manera? 

–Desde que se sumó para tocar en vivo hasta este momento, habiendo pasado dos veces por el estudio, el aporte de Richie es cada vez más grande. Cuando empezó a tocar con nosotros, le dijimos que tenía la oportunidad de mostrar quién era dentro de un universo que ya conocía. Resultó ser un muy buen puente entre los fans y la banda. Y al tener más influencia sobre la composición, logramos generar una atmósfera muy armónica y relajada, porque ya nos tiene menos respeto. Esta conexión se dio en gran parte por él: nos hizo ver lo importantes que éramos para otras personas. Por esa fuerza, considero que este es el disco más exitoso que hayamos hecho.

–Más allá del sonido y la producción, el trabajo de las guitarras es conciso tanto en riffs como en solos. Esa parecería ser otra clave...

–Siempre queremos dar lo mejor de nosotros mismos en cada disco, antes de mostrárselo a cualquier productor. Una vez hecho eso, necesitamos que esa persona sea lo más objetiva posible al escuchar lo que hicimos y no tenga miedo de hacer los cambios que considere necesarios para que cada canción mejore. En ese este caso, vuelvo a destacar el trabajo de Richie, que fue el de compositor, intérprete y hasta productor al mismo tiempo. En Firepower no sólo fue un gran guitarrista, fue un gran creador. Es increíble ver cómo alguien hace ese tránsito desde el escenario al estudio. Sabíamos lo que podía dar como guitarrista, pero él tomó ese potencial y lo convirtió en algo más poderoso.

–¿El disco y la gira sirvieron como terapia para superar las consecuencias de la enfermedad de un miembro tan importante como Glenn Tipton? 

–El rock and roll y el heavy metal expresan la certeza de que no podemos controlar el caos universal. Tenemos que crecer entendiendo eso. Mientras uno crea música, cualquier cosa puede pasar. Podríamos ver la enfermedad de Glenn como una desgracia, pero todavía tenemos la posibilidad de viajar por el mundo todos juntos, y que miles de personas vengan a vernos. Él mismo lo toma así. Es una lástima que no pueda estar sobre el escenario con nosotros, pero sigue siendo parte del corazón de Judas Priest. Creo que en Firepower eso también se deja ver. Hay que saber explorar las oportunidades que nos da la vida, que no siempre son buenas.