A partir de la confirmación del súper clásico Boca-River el país ha entrado en receso temático. Sólo algo importa: ese súper clásico. No se hablará de otra cosa. Quedaremos suspendidos en medio de una gran burbuja que silenciará todo lo que no se encuadre dentro de ella. La cosa estalló cuando el presidente salió por la tele y anunció que se permitirá la entrada de la hinchada visitante al estadio. El macrismo es pragmático y oportunista a morir. El tuit del Presidente fue demagogo y populista. ¡Vean, qué Presidente tan sensible a los intereses populares! ¡Boca-Ríver para todos! Ha llegado, además de dar mayor felicidad al pueblo, el momento de demostrar que somos una comunidad pacífica y unida. Este es el Mundial del 78 de Macri. No juegan River contra Boca, juega Argentina entre sí misma para demostrar una vez más que somos derechos y humanos. Nunca, desde el Mundial de Videla, se había utilizado al fútbol tan descaradamente como herramienta de propaganda política. Hay que mostrarle al G20 un país solidario y pacificado. Lo mismo al FMI y a todos los inversores que quieran invertir en territorio argentino. Boca-Ríver deberá ser la fiesta de todos.
El Presidente dijo: “me desperté esta mañana”… y ahí decidió el dislate de permitir la hinchada visitante. Es una jugada de una imprudencia casi inconsciente. El operativo de seguridad (a cargo de la impiadosa ministra Bullrich) deberá ser enorme. Tan enorme que demostrará lo contrario de lo que quiere Macri. El que no confía en los modales civilizados de los argentinos es el gobierno que convoca al espectáculo multitudinario, para todos. Ante todo, bastará decir que si se desea que el espectáculo sea para todos deberá transmitirse por la TV Pública, cosa que aún no se ha resuelto. Pero las aspiraciones del Gobierno son políticas y sociales. Demostrar que podemos jugar un súper clásico en paz. ¡Qué temerarios, qué arriesgados son! La Bullrich declaró: “El que no arriesga no gana”. Pero el riesgo es en vidas humanas. La seguridad, al amparo de la mano dura de la ministra, tendrá el garrote fácil y el gatillo ídem. ¿Calculó Macri el “factor Cromañon” que late en el corazón de su decisión intempestiva? Nadie dirá que no hay riesgos muy graves en la decisión de sumar a la tribuna visitante. A un hincha de Boca acaban de masacrarlo porque tenía puesta la camiseta del club y andaba tranquilamente paseando sin otro propósito. Si esto es así, ¿qué podrá ocurrir la jornada de las pasiones desatadas?
Ya se ha adueñado tal histeria del país que no se habla de otra cosa. Algunos tratan de tomar distancia y pasar a otros temas. El país está en crisis. No hay trabajo. La nafta no para de subir. El dólar está estable pero al costo de eliminar la liquidez de la plaza. Los pequeños y medianos comercios cierran, liquidan su stock. Cunde la xenofobia. Pero no importa. Sólo importa el Boca-Ríver.
El lunes se reúnen los presidentes de los clubes y verán si pueden hacer que el Gobierno desista de su empeño por demostrar que somos civilizados (derechos y humanos) siempre y cuando se destine todo el aparato de seguridad para vigilar a los turbulentos hinchas. Nadie gobierna a las barras bravas. Habrá que desguarnecer la ciudad para proteger un solo evento.
El macrismo sigue haciendo campaña electoral con el deporte. Primero fueron los Juegos Olímpicos de la Juventud, cuya ceremonia inaugural derrochó dineros en un país con hambre y desocupación. Ahora una platea para el súper clásico saldrá cuarenta mil pesos. ¿De quién es la Argentina? ¿Cómo pueden tolerarse tales desigualdades? ¿Cuánto saldrá el operativo de seguridad para el resonante partido?
Hay que hablar del súper clásico porque no se lo puede ignorar. Pero no hay que dejar que ensombrezca los otros temas. En el país “civilizado” en que se jugará sigue presa Milagro Sala, se intenta encarcelar a CFK, la gente en estado de calle suma un número pavoroso, el FMI rige la economía, el endeudamiento crece, el peronismo no se une, un gobernador dijo que si ellos, peronistas, no se dejaban de boludear, Macri gana en 2019.
Una propuesta para Macri. Para demostrar que somos unidos y civilizados, ¿por qué no deja libre a Milagro Sala? ¿No sería un gesto humanitario? ¿No demostraría que el Gobierno desea la paz social?