El escenario económico no se enfría ni siquiera ante la tranquilidad que atraviesa por estos días el mercado cambiario. Se trata de un sosiego que no calma la conflictividad interna en la CGT porque, a pesar de algunos de sus integrantes, la profunda crisis los obliga a tener que dar una respuesta. Sin embargo, sorpresivamente la semana que pasó la central obrera postergó hasta el próximo jueves la decisión de convocar a una nueva medida de fuerza que ellos mismos anunciaron. En ese contexto reapareció una organización satélite de la CGT a presionar por el paro. Se trata de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) que se planteó la necesidad de elaborar, para dentro de 15 días, un plan de lucha que incluye una huelga a nivel nacional del sector en contra de las políticas de ajuste. La advertencia tiene como destinatario tanto al Gobierno como a la conducción cegetista a pesar de que curiosamente muchos de los miembros de la CATT forman parte del dubitativo consejo directivo de la CGT.
La CATT y los 30 gremios que la integran representan un sector poderoso del universo sindical. No en vano garantizan el éxito de un paro nacional pero, como ocurre en el seno de la CGT, la diversidad de características, intereses y compromisos sectoriales provocó que en estos últimos tres años también llevara adelante una relación tan vacilante con la Casa Rosada como la propia CGT que en su gran mayoría integran.
La conducción de este espacio está en manos del hasta no hace mucho triunviro de la central obrera, Juan Carlos Schmid, quien se retiró entre distanciado de sus compañeros de conducción y desilusionado de su propio rol en el secretariado general de la CGT. Ahora, en apariencias recuperado de aquel sacudón, parece buscar su reivindicación y trabaja en revitalizar la CATT. El viernes pasado reunió a la mayoría de sus miembros donde acordaron esperar que el consejo directivo de la CGT decida si va al paro, el quinto de la era Macri, o retome su senda dialoguista al ultranza. Por si acaso, anunciaron formalmente que volverán a reunirse el 15 de noviembre. Ese día planean realizar “un plenario nacional para establecer un plan de lucha”. La advertencia incluye una toma de posición que sostiene que “no vamos a tolerar que líderes del G20 avalen en nuestras narices políticas de ajuste y hambre”.
El plan de lucha, reconocieron algunos de los participantes del encuentro, incluye un llamado a un paro de 36 horas con movilización en los días previos al encuentro internacional que con tanto entusiasmo y también preocupación organiza el Gobierno nacional. Sin embargo hay dudas sobre el compromiso de algunos de sus integrantes que ya dieron muestras de fragilidad a la hora de respetar los acuerdos. Todas las miradas se posan sobre el líder de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), Roberto Fernández y recuerdan que en diciembre pasado el colectivero conspiró contra el paro lanzado en repudio a la reforma previsional al votar por la media de fuerza y luego, en un santiamén, retroceder sobre sus pasos haciendo fracasar el paro donde uno de sus principales impulsores había sido Schmid. Para esta reunión de la CATT, Fernández envió al secretario de Prensa del gremio, Mario Calegari. El enviado provocó otro recuerdo amargo porque en diciembre pasado había enviado a Calegari a expresarse a favor del paro luego tumbado. Es por eso que el temor porque la UTA repita su actitud se difundió entre los participantes del cónclave de los transportistas.
El otro dato curioso que tiene este satélite de la CGT es que en su interior conviven, al menos en los papeles, gremios que en este último tiempo están participando de otro grupo como es el Frente Sindical para el Modelo Nacional (FSMN). Allí están los gremios aeronáuticos y camioneros que no participan de la actual conducción de la CGT. En la CATT también están la UTA y La Fraternidad que lidera el ferroviario Omar Maturano que a su vez ocupan sillas en el consejo directivo de la central obrera. Los camioneros enviaron un representante al encuentro, Omar Pérez, pero para cumplir. Todavía sobrevuela un alto grado de desconfianza. Sobre todo con Maturano aunque en estos días haya sido uno de los dirigentes que más presionó en la CGT para lanzar el paro.
A diferencia de lo que ocurrió con la conducción de la central obrera, los camioneros no tienen previsto romper con la CATT y esperan ver cómo avanza el recuperado espíritu combativo. Los hombres de Hugo Moyano miran con recelo este reverdecer de la lucha sindical y sospechan de que se trate de una maniobra coordinada con los sectores conocidos como gordos e independientes, más proclives al diálogo que a la calle, para conseguir del Gobierno la efectivización de algunos compromisos nunca cumplidos como es el pago de la deuda a las obras sociales sindicales. El escenario es favorable a estos intereses pero para los gremios del FSMN la prioridad es defender a los trabajadores de los efectos de la crisis y no aprovechar el río revuelto para conseguir algunos beneficios sectoriales.