La foto circuló bastante en las últimas semanas y podría haber sido parte de Jane Fonda In Five Acts (hoy a las 22 por HBO). Allí se ve a la actriz con el pañuelo verde a favor de aborto en el cuello mientras sostiene en su mano un cóctel. La actriz luce comprometida, imanta con su belleza, es chispeante y graciosa, condensando en una sola imagen varios de sus perfiles. Eso sí, el documental de Susan Lacy se toma algo más de tiempo para abarcar a esta mujer desbordante nacida en 1937. Dos horas para recorrer la vida íntima y pública de quien en sus comienzos fue la inocente hija de un tótem de Hollywood, luego Barbarella, repudiada como Hanoi Jane, reconvertida en una magnate del fitness, siempre diva de la gran pantalla, la esposa a la sombra de Ted Turner, sólo por mencionar algunos rótulos, hasta llegar a su presente renovado en los medios audiovisuales.
El retrato sobre Fonda, por otro lado, es parte de la llamada “temporada de documentales” dedicada por la señal al género hasta fin de este mes (ver aparte). Confeccionado a partir de doce largas entrevistas con la mujer mamushka, con apariciones de su círculo íntimo y de famosos (Robert Redford y Lily Tomlin, entre otros) y acceso al largo arcón de fotos y videos hogareños, el trabajo permite una catarsis para la intérprete. Aquí hay tiempo para tragedias, equívocos, el pedido de perdón y contradicciones a flor de piel. La dos veces ganadora del Oscar se expresa sin tapujos sobre el suicidio de su madre, su ambición profesional, la necesidad de aprobación externa, el tenso feedback con su padre, sus problemas alimenticios, la relación con sus hijos, y sus vínculos con hombres muy públicos de un perfil diametralmente opuesto. “Aprendí de todos los hombres en mi vida pero ninguno de mis matrimonios fue democrático”, se despacha.
Al igual que en el extraordinario David Bowie: Five Years, donde Francis Whately elegía cinco discos del artista para trazar la metamorfosis del cantante, Lacy opta por períodos puntuales de Fonda. El último se llama “Jane” pero los otros cuatro llevan el título de los hombres que la marcaron. Uno es para su padre –Henry Fonda– y el resto para sus tres esposos, Roger Vadim, Tom Hayden y Ted Turner. Contrariamente a lo que podría pasar por una elección rancia, uno de los méritos de Lacy es vincular esos trapitos al sol con la visibilización de los reclamos femeninos, la lucha contra el patriarcado e incluso las mismas contrariedades de lo que significa ser mujer. ¿Ejemplos? Cuando la actriz habla sin tapujos sobre la importancia que le da a su estética: “Amo las caras viejas, como la de Vanessa Redgrave, pero no voy a negar que me hice mis cirugías, en fin, soy lo que soy”. O en su relación con el director de Barbarella, mentor de su ciclo como epítome de la liberación sexual de los ‘60. “Un montón de gente me definía, todos hombres. Nunca me sentía real. ¿Qué hago? Voy y me caso con Roger Vadim, el hombre que definió la femineidad”.
La directora dijo que tomó la decisión de dividir su existencia en actos al leer la biografía de Fonda donde trata de entender su presente desde el pasado. Siguiendo esa lema, más allá del orden cronológico el documental emprende idas y vueltas por la biografía de la actriz. Por otro lado, la cineasta expresó su interés en profundizar en las vulnerabilidades de la retratada. “Su hijo y sus amigos dicen que todavía batalla contra las inseguridades. Es una persona que te conmueve, un continuo work in progress”, planteó la realizadora que en 2017 entregó, también para HBO, el documental Spielberg.
Hay varios momentos con gran poder de pregnancia. El comienzo es con una grabación de 1971 donde se oye la queja de Richard Nixon por su postura durante la guerra de Vietnam y que le valiera el mote de “Hanoi Jane”. Le siguen sus preparativos para ir a unos Globos de Oro, mientras Fonda le explica a su maquillador que la gala es un calvario porque únicamente sirven vino y champagne “y yo sólo bebo vodka”. Que diga que creció a la “sombra de un monumento nacional” –refiriéndose al actor de Viñas de Ira– y se la vea en videos caseros disfrazada como una indiecita: “Yo quería ser Toro”. Las charlas de backstage con Lily Tomlin, su compañera en Cómo eliminar a su jefe, quien le expresa sus celos porque a Fonda siempre la convocan para las tapas de Vanity Fair. La anécdota sobre la secuencia de apertura de Barbarella que debió ser rodada dos veces, borracha en una ocasión y con resaca en la siguiente. El momento que ella define como la “epifanía del pelo” y antecedió su rol activista. La reconciliación postmortem con su madre y el mea culpa por sus fallas en ese mismo rol con su hija. La revelación de que el dinero conseguido por sus videos de ejercicio físico iba a parar a su trabajo social. El viraje que implicó su relación con Ted Turner y el dolor que manifiesta el magnate de medios por el fin de su matrimonio. Distintas secuencias de la mujer que por estas mismas horas está en plena producción de una nueva temporada para su sitcom Grace & Frankie. “Tu edad es menos cronológica que espiritual y emotiva, a los veinte me sentía vieja, tardé en encontrar mi propia narrativa”, repasa la mujer que a sus ochenta años asegura estar preparando para “su último acto”.