El 12 de enero se estrenó en Buenos Aires Invasión zombie, adocenado título local de Train to Busan (ignoramos si el título original coreano es el mismo que tiene en inglés), primer largometraje de acción real del realizador Yeon Sang-ho, quien hasta el momento se había dedicado exclusivamente al cine de animación. En contra del monolítico prejuicio de que el cine asiático sigue siendo objeto, esta inimitable tragedia-con-zombies (“una película de zombies de la que se sale llorando”, dijo alguien por ahí) finalizó su primera semana en la cartelera porteña en el tercer lugar en recaudaciones, logro poco habitual para el cine coreano en la Argentina. Daría la impresión de que “algo tiene” la película de este realizador de 38 años, que cortó diez millones de entradas en su país (un apabullante 20% de la población total) y lleva recaudados 100 millones de dólares en el mundo entero. Ese “algo” debe ser, básicamente, que es una muy buena película de zombies. Aunque puede ser que el relato intimista de la relación en crisis padre-hija, que es central (más importante tal vez que el relato de la lucha contra los muertos vivos) también “pegue” en un público menos básico. La buena noticia es que las películas previas de Yeon Sang-ho están para bajar o ver online. Son tres largometrajes, ya que sus cuatro cortos iniciales, realizados entre 1997 y 2008, no se consiguen en la red. Estos tres largos animados de Yeon son The King of Pigs (2011), The Fake (2013) y (2016).
Presentada en la prestigiosa Quincena de Realizadores de Cannes, The King of Pigs gira alrededor del reencuentro de dos ex compañeros de secundaria, a quienes la patota de la clase “bulleaba”. Según la división zoológica del curso, los alumnos dominantes eran los perros, y los dominados, los cerdos. Los dos “cerdos” que se reencuentran en el presente, quince años más tarde, soportaron, en aquel pasado que ahora recuerdan, todas las humillaciones. Hasta que aparece un compañero silencioso, en el que nadie había reparado, venciendo a los violentos en su propio terreno. Yeon no es de hacer las cosas fáciles: el chico “nuevo”, el Rey de los Cerdos del título, no es precisamente un justiciero inmaculado, sino un despiadado (pero muy consciente) practicante de la violencia, que constituye con los otros dos una pequeña hermandad, iniciada con un chocante ritual de sangre.
Dando una nueva vuelta de tuerca, el hogar destruido del chico puede servir como explicación de su conducta nihilista. El realizador declaró dos cosas: que la película se basa hasta el último detalle en hechos reales y que esos hechos están tan próximos a su historia personal que lloró mientras escribía el guión. Bullying, abuso, dolor, violencia, crueldad, nihilismo: falta agregar que The King of Pigs empieza con un crimen y termina con otro, para concluir que el mundo de Yeon Sang-ho no está muy próximo de la idea de “cine de animación” que se tiene en Occidente.
The Fake transcurre en un pueblo del interior que está a punto de ser sumergido como consecuencia de la construcción de una represa. El gobierno federal ha pagado un resarcimiento a los pobladores por sus propiedades, y un falso predicador aprovecha la ocasión para prometer el cielo a los vecinos... a cambio de una suma equivalente a la de la indemnización.
Para ganar credibilidad, el predicador se asocia con un pastor joven, serio y apuesto, que no participa directamente de la estafa pero pone la linda cara. El único que se opone al arreglo es el tipo más impresentable del pueblo, un borrachín y ludópata que acaba de salir de prisión y se enteró de la estafa por casualidad. Nadie le cree, justamente por su condición de impresentable, incluidas las autoridades y la policía local. Nuevamente Yeon vuelve a complicar las cosas, haciendo del héroe un tipo verdaderamente despreciable, que no sólo castiga físicamente a su esposa e hija sino que le roba a ésta los ahorros con los que pensaba pagarse el costo del colegio secundario de calidad al que se candidateó, y en el que salió elegida.
“Cuando una persona de aspecto agradable miente con voz suave y educada, y cuando una persona opuesta dice la verdad con lenguaje grosero, la mayoría de la gente va a creerle al primero de ellos”, dice Yeon. “Pensando en ese fenómeno social elaboré la idea de The Fake y sus personajes”, completa el realizador, que además reconoce que escribió el guión en 2009, cuando el gobierno coreano lanzó el gigantesco proyecto hidroeléctrico conocido como de los Cuatro Ríos Mayores, muy discutido desde algunos sectores. Sobre el final aparecen dos elementos que hasta el momento no faltan en ninguna película del realizador: la sangre y el suicidio. Y un tercero, la prostitución inducida, que aparece en las tres mencionadas en esta nota.
Una adolescente a la que su novio desempleado explota sexualmente es una de las protagonistas de Seoul Station, primer film de zombies de Yeon Sang-ho, estrenado en su país en agosto pasado (la terminó antes de Invasión zombie, pero la estrenó después). Como haría en Invasión zombie, el realizador yuxtapone la tensión y dinámica propias del film de zombies –con logradas escenas de encierro, que posponen el ataque inminente– con el más resuelto melodrama, centrado en la relación no sólo entre la chica y su novio-explotador, sino también en la figura de quien dice ser el padre de ella, que supuestamente viene a su rescate. En las tres películas, la interpelación al espectador es muy directa y la apelación a la crueldad recuerda los comienzos de su compatriota Kim Ki-duk.
En términos estrictamente plásticos, es notoria la evolución que lleva de The King of Pigs a Seoul Station. Mientras que la primera presenta movimientos todavía duros, y en ocasiones esos breves congelamientos de las figuras que caracterizan algunos animés no muy desarrollados, Seoul Station exhibe ya una técnica consumada, de gestos fluidos, gran dinamismo, admirables escenas de masas en movimiento y un culto por el detalle expresivo que asomaba en las películas anteriores. Yeon sostiene que su intención es seguir trabajando, en el futuro, en ambos tipos de cine. Aunque, como se sabe, la animación es más sacrificada y diez veces más costosa. De todos modos, quien vea sus películas sabrá que la idea de sacrificio no es una que el realizador rechace, precisamente.