En las estanterías de la biblioteca reposan incansables volúmenes de libros marcados por lecturas. Anotaciones al margen, apuntes, papeles sueltos y dibujos se cobijan en sus páginas. Un viaje imaginario que tejiera relaciones entre títulos y autores podría perfilar una biografía intelectual de su dueño; pero en el caso de Luis Felipe “Yuyo” Noé, esas notas resquebrajan la noción del tiempo y participan de una memoria atemporal que va encontrando nuevos casilleros que completar en este crucigrama vacilante que es la vida. Día a día, semana a semana, año a año, Noé trabaja incansablemente concibiendo ensayos, apurando proyectos inconclusos, imaginando obras en formatos y materiales heterogéneos, embarcándose así en nuevas aventuras cuyos puertos son, la mayoría de las veces, desconocidos.
Noé está vivo y, por ahora, el terreno más propicio en el que desplegar sus creaciones es su propia condición de ser libre. “¡Oh, la vida!”, exclama dejando de lado los pretéritos para afirmar un presente continuo comprometido con la incesante satisfacción de compartir con otros su quehacer artístico.
En esos “otros” se incluye un público espectador (entre los que se cuentan cada vez más jóvenes) que no deja de sorprenderse de su vitalidad creativa, un público lector aficionado a sus juegos de palabras y un equipo de colaboradores con los que desarrolla las ideas de sus nuevas creaciones, aquellas que exceden el campo específico de la pintura. Así, para esta nueva exposición realizó junto a Merifé Perales, un vitral para una de las ventanas de la galería Rubbers.
En Siempre buscando la luz (así se denomina el vitral), Noé llevó la antigua técnica de ensamblaje de vidrios de colores a una nueva imagen, interviniendo con dibujos y espejos las distintas superficies y texturas de los vidrios que, dependiendo de la hora del día, dejan que la luz se cuele a través de sus trazos.
Otra apuesta distinta que ensancha las técnicas a las que el artista presta su imaginario (vale aclarar que Noé siempre está buscando nuevos formatos: desde las pioneras instalaciones de los años sesenta, donde el concepto de “visión fragmentada” tomaba protagonismo con bastidores dados vueltas o yuxtapuestos en el espacio, a los espejos cóncavos o las grandes obras que mostró en la Bienal de Venecia de 2009, en las que los fragmentos se conjugan con el todo y el espacio juega a la par de la obra como articulador de las formas) son las cerámicas realizadas junto a Natalia Revale: Somos y Panorámica.
En esta última, podemos imaginar al artista sobrevolando con el avión su propio campo florecido de experiencias, artísticas o afectivas, que hacen a su historia, y que este atraviesa considerando el trayecto como un caótico ir y venir; y no como un tiempo lineal con un solo punto de llegada.
En este sentido, la labor artística e intelectual de Noé se eleva a la medida de su libertad; en ese atreverse sin cesar a cuestionar formatos, valores, reglas, opiniones propias y ajenas. “No creo en los artistas que expresan su mundo sino en los que son compelidos por ese indagar, porque el artista no es de determinada manera, y luego se expresa, como es, sino que va siendo a través de su relación con la obra”, afirmaba en 1963, en el ya mítico Texto de presentación para el Premio Internacional de Pintura Torcuato Di Tella. Declaración que no pierde su vigencia y que todavía hoy podemos cotejar en sus pinturas, esculturas, textos, dibujos, instalaciones, etcétera.
La exposición que inauguró el sábado pasado, que lleva el título Por ahora, moviliza una memoria visual del contexto actual donde la reflexión sobre la sociedad y el individuo ocupan un lugar central. ¿Qué es ser, hoy?, ¿y ahora qué?, ¿cómo sobrevivimos ante tanta confusión? son preguntas que se precipitan frente a un horizonte y una coyuntura inciertos pero que, a la vez, invitan a pensarnos como sujetos que comparten espacios y situaciones comunes.
Por ahora presenta también escenarios conflictivos como la violencia hacia la mujer (“Cálmate” es una obra de gran formato, al modo de un ícono sobre las lamentables situaciones que viven las mujeres cotidianamente), los cambios generacionales y las perspectivas humanas ante antiguos problemas de difícil solución, como el amor o la muerte. Así como en Panorama un avión se apresta a emprender el vuelo, en otra obra denominada Por encima, un pájaro (inserto en el paisaje) se dispone a sobrevolar una cartografía de líneas y colores que se desdibuja tal como, en el mundo actual, nuestras certezas se van derritiendo para ir tomando nuevas formas, cuestionables e incómodas, con las que debemos enfrentarnos como individuos y como sociedad.
Por ahora figura un mundo que nos atrapa y envuelve, nos interpela (Somos lo que podemos es el título de una obra en la que una de las figuras principales está compuesta de pixeles mirando de reojo a otras figuras que participan de la composición y parecen estar en permanente lucha consigo mismas) a la vez que nos dispara preguntas urgentes y complejas.
En Por ahora, pareciera que Noé se puso de pie en el medio de un escenario con una cámara, girando en 360º a su alrededor pero que después se percató de que era él quién sostenía la cámara y daba vueltas, mirando la vida sin marearse.
“Si decimos la vida es un caos, es confesar estar dominados por él, pero si afirmamos que el caos es la vida misma, conseguimos asumirlo. Esto es, hacernos cargo de él”, asevera este eterno militante del caos que, además, se define como “un escéptico optimista”.
La paradoja lo ubica en perspectiva: en tanto artista encara su obra atreviéndose a jugar sin reglas y sin condiciones, concibiendo la creación como una búsqueda permanente; en tanto ser humano, aborda la vida con la misma curiosidad con que afronta la idea de la muerte: sin temor. Un sabio que, por ahora, se dedica a atrapar la vida.
Lorena Alfonso: Periodista especializada en arte y curadora. La exposición Por ahora, de Luis Felipe Noé, sigue en la galería Rubbers, Avenida Alvear 1640, PB, hasta el 15 de diciembre, con entrada libre y gratuita. De lunes a viernes, de 11 a 20. Sábados, de 11 a 13.