Distinguida en el concurso nacional de dramaturgia del INT, seleccionada para integrar el ciclo Radar Escénicas del Centro Cultural Recoleta, Céline no está solo es una obra escrita por el actor y dramaturgo Mateo de Urquiza. Montada bajo su dirección en el Centro Cultural 25 de Mayo (Triunvirato 4444, jueves a las 21), Céline... toma como punto de partida la novela Viaje al fin de la noche, obra en la que el francés Louis-Ferdinand Céline habló acerca de sí mismo desde un personaje que retrata la explotación y la violencia de la Francia colonial de entreguerras. Pero lo que más parece interesarle a De Urquiza es la actitud crítica que tuvo respecto de su tiempo este autor fallecido en 1961. Así, tomando ese año como referencia de inicio, la obra realiza un recuento de todas las ignominias sucedidas en el mundo hasta el presente, letanía cruel y, aunque parezca imposible, humorística. Todo a cargo de un grupo de actores que va turnándose para tomar la posta de este “stand up negro”, como lo define el autor, en medio de esforzadas acciones performáticas. Actúan Maite Abril Anaya, Martina Greiner, Cintia Hernández, Esteban Pucheta, Juan Pablo Sierra, Liza Taylor y Lucía Tomas.
Además del fresco político y social que describe, hay muchas otras cuestiones que aparecen en este viaje de varias décadas hacia la oscuridad actual: la precarización laboral disfrazada de libertad individual, las promesas y estafas del neoliberalismo, los esloganes de la autoayuda y el neo activismo social que permiten las redes, entre otros temas que entran dentro de este pronunciamiento crítico y coral. Egresado de la carrera de dirección de la Emad, De Urquiza subraya ante PáginaI12 que tuvo maestros disímiles entre sí (César Brie, Emilio García Wehbi y Silvio Lang, entre otros) y que sus lecturas lo moldearon como autor de piezas que, como sucede en ésta y en su anterior Tito Andrónico quiere decir Hábeas Corpus, no hay un desarrollo convencional de una trama conflictiva sino que todos y cada uno de los componentes del montaje se convierten en el conflicto mismo.
–Céline es un autor discutido...
–Céline ocupa un espacio reaccionario pero es, a la vez, tan irreverente que no es aceptado ni por los mismos reaccionarios. Su voluntad adolescente a no someterse a ningún monarca, sea quien fuere, su insurrección y su cinismo lo vuelven muy interesante.
–¿Por qué hay en el montaje tanta alusión a los perros?
–Céline terminó divorciado del mundo, rodeado de perros. Y Diógenes, el primero de los filósofos cínicos, también estaba acompañado por perros. Discursos cínicos hubo y hay muchos. Hoy tenemos cínicos tanto de izquierda como de derecha: están los de la incorrección política y los otros, los cínicos como los que nos gobiernan.
–¿Qué dice el espectáculo acerca del trabajo?
–En la obra se cruzan Viaje al fin... y La corrosión del carácter, de Richard Sennett. En Céline, un colectivo se pronuncia contra las jerarquías, contra la producción de valores, y habla del triunfo del neoliberalismo y sobre la situación del que trabaja como free lance, en la que uno es su propio jefe, su propio explotador. Algo que hasta en el teatro experimentamos cuando trabajamos a cualquier hora y todos los días hasta el estreno.
–¿Y qué dice acerca del yo individual y el yo colectivo?
–Hay una tesis que tiene que ver con el endurecimiento del espíritu, con la práctica de la individuación permanente. La autoayuda es la manera de fortalecer el yo, caballo de batalla del capitalismo. Y si hay una herramienta de domesticación del espíritu, es la autoayuda. El discurso de “vos podés y si no lo hacés es porque te estás negando a hacerlo” es equivalente a decir “sos pobre porque querés”. Un discurso egoísta que sostiene a un yo individual, que se extiende a un yo-mayoría que descansa sobre sus oprimidos.
–El espectáculo mismo es una pregunta coral ante este estado de cosas...
–Sí, un “¿qué vamos a hacer ante el horror de este mundo?”. Se podría pensar en darle la espalda al sistema pero no desde la pasividad sino, como hicieron las dadaístas, desde una postura beligerante. Pero el sistema es más inteligente que la retórica disidente, porque se actualiza con mayor velocidad y la termina fagocitando.