Las noticias sobre delito, inseguridad y violencia dibujan víctimas y victimarios alrededor de los eventos. Centran la atención en las personas, dramatizan y crean espectáculos políticos, interpelando emocionalmente así a las audiencias que se identifican con los protagonistas de la escena. Estas impresiones surgen del Proyecto de Investigación Orientada (PIO), financiado por el CONICET y la Defensoría del Público, que dirigen los investigadores Gabriel Kessler y Martín Becerra. El estudio retoma diversas líneas de investigación y atraviesa los momentos de la producción, la circulación y la recepción de este tipo de noticias.
Universidad conversó con cuatro de sus integrantes -Natalia Aruguete, Nadia Koziner, Lorena Retegui y Ornela Carboni- sobre los rasgos más sobresalientes de estos discursos mediáticos.
Una idea extendida entre los trabajadores de prensa es que las noticias sobre violencia, crimen e inseguridad resultan más atractivas para las audiencias. ¿Coinciden con esta idea?
Lorena Retegui: El rating es una variable muy importante en la producción de un noticiero, sobre todo cuando se mide en tiempo real. No tiene el mismo impacto en los canales del interior que, por una cuestión de costos, no contratan ese servicio. En esos casos, las mediciones llegan hasta con quince días de demora, por lo que resulta complejo precisar qué contenido “funciona”. Otra variable importante es la línea editorial. Entonces, el rating condiciona los contenidos, pero no los determina necesariamente. Y esto excede a las noticias policiales.
Ornela Carboni: Hay que considerar, además, la incidencia de la pauta publicitaria oficial y privada para la inclusión o exclusión de determinados temas debido a que pueden afectar los intereses de quienes financian las producciones.
Los medios son identificados como responsables de masificar experiencias que, aunque no afecten a las audiencias, son interpretadas como personales. ¿Cómo influyen los medios en la percepción de la realidad?
Natalia Aruguete: No acordamos con la idea de que los medios tienen efectos todopoderosos sobre sus públicos. Si bien son actores importantes, participan de la construcción de aquello que entendemos como “realidad” en conjunto con otros actores sociales y políticos. En este sentido, convocan esquemas de comprensión de esa realidad que están latentes en el imaginario social.
Nadia Koziner: Al detenerse en experiencias personales, este tipo específico de noticias interpela la sensibilidad de la audiencia y la invita a evaluar moralmente la situación. La tendencia a identificar víctimas y victimarios alrededor de los acontecimientos, independientemente de sobre qué actor recae la acción violenta, le otorga mayor importancia al delito contra la propiedad que al derecho a la vida. Si una persona roba —con o sin violencia— y luego es asesinada por un miembro de las fuerzas de seguridad, será identificada como delincuente y nunca como víctima de un asesinato.
OC: Cabe agregar que el tratamiento de los acontecimientos es diferente de acuerdo a la clase social de pertenencia de la víctima/victimario: no es lo mismo un femicidio en un country que en una villa. Eso condiciona la percepción que las audiencias puedan tener sobre estos hechos.
¿Cómo se da la relación entre los periodistas y los distintos tipos de fuentes en las noticias sobre delito?
LR: Encontramos una relación discursiva inestable con fuentes no oficiales de clases sociales bajas, que se acentúa en función de las zonas geográficas. Es decir, muchas veces se cubre un caso solo si están dadas las condiciones para que los periodistas “entren” a un barrio. Dicho de otro modo, si hay policías en el lugar. De lo contrario, se recurre a fuentes oficiales, que son las más estables. Eso puede marcar una significativa diferencia entre el punto de vista desde el cual se construye la noticia y las voces que legitiman su perspectiva.
NK: Observamos que la presencia de ciertos actores no oficiales como fuentes de información no implica necesariamente que se acredite su versión de los acontecimientos. Muchas veces se acude a la palabra de familiares de víctimas o victimarios —siempre según el relato del medio— y su visión es desautorizada frente a la mirada del medio que, por lo general, coincide con la versión oficial.
En la era de la posverdad, ¿cómo construyen legitimidad los medios tradicionales?
NA: Aun cuando los medios no son los únicos constructores de la realidad son una palabra autorizada y estable que da forma al relato de aquellos acontecimientos considerados de interés público.
NK: De todas formas, esa credibilidad que solemos asignar a los medios tradicionales no es indiscutida ni para siempre, sobre todo si consideramos que, con la extensión de las redes sociales virtuales, la relación que los públicos establecen con los medios no es generalizada y homogénea sino selectiva, en la medida en que el discurso mediático contribuye a reforzar creencias previas de las audiencias.
¿Qué análisis hacen sobre “cómo se informan quienes nos informan”?
LR: Las fuentes oficiales en las noticias sobre delito no son necesariamente las más confiables para los propios periodistas. La Policía y los ministerios de Seguridad son los mayores proveedores de material para las redacciones, además de ser habitualmente el primer acercamiento de los periodistas a esa información. Sin embargo, no cuentan con el mismo nivel de legitimidad que otras fuentes oficiales, como las del Poder Judicial.
OC: En general, los datos que se utilizan son los que ofrecen las fuentes oficiales. Aunque a veces esas estadísticas no concuerden con lo que se percibe en el espacio público, sirven como cita de autoridad. Mientras que las voces de los testigos y de las víctimas pueden quedar desdibujadas. Entonces, la calidad de la información se ve afectada mientras no existan estadísticas fiables o se produzcan dilaciones en los procesos judiciales y su comunicación.