Alejandro Boverio es filósofo y sociólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA), docente de las materias Fundamentos de Filosofía y Filosofía Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), y de Teoría Estética y Teoría Política en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). También forma parte del comité editor de la revista El Ojo Mocho y del sitio web cultural espaciomurena.com. Este año, además, participó de la Noche de la filosofía, evento realizado en la Ciudad de Buenos Aires. 

Universidad dialogó con Boverio acerca de sus investigaciones actuales ligadas al problema de la filosofía de la imagen en sus tres regímenes -ontología, estética y política de las imágenes- y, a su vez, a la cuestión barroca, en tanto forma, para comprender el pensamiento. 

 

¿Considerás que se ha popularizado de alguna manera el conocimiento filosófico? ¿Creés que el desarrollo de las industrias culturales y de las nuevas tecnologías, o el surgimiento de divulgadores permiten que haya mayor acceso a la filosofía?

Creo que eventos como la Noche de la Filosofía tienen la complejidad de ser acontecimientos que suceden en el contexto de lo que Guy Debord ha llamado la sociedad del espectáculo, en donde la imagen pretende capturar todas las relaciones sociales que atraviesa. El riesgo, entonces, del público y de quien habla, es quedar capturado en esa lógica alienante. He corrido el riesgo para poner en acto el gesto de la crítica. Creo que la filosofía es una actividad crítica, y como tal, debe aplicarse en todos lados y, fundamentalmente, sobre uno mismo, por ello cada vez que participo en ese tipo de eventos trato de cuestionar los fundamentos de lo que sucede en ese momento y en el presente en general: crítica de la imagen-espectáculo, crítica del dispositivo de autoayuda, crítica de la vida amorosa, esos son los temas sobre los que pienso y hablo, de manera que cualquiera pueda sentirse interpelado desde su cotidianeidad. En la medida en que la filosofía se vuelque sobre la vida, y en ese sentido vuelva a sus orígenes, ya que la filosofía griega fue más que nada una filosofía práctica, va a seguir ganando adeptos.

¿Pensás que la filosofía, como exponente del campo intelectual, del pensamiento y del mundo académico, está más cerca de los problemas y las preocupaciones sociales?

Creo que los momentos de crisis activan e impulsan el desarrollo del pensamiento. Platón escribió República, un gran tratado de filosofía política donde desarrollaba su modelo de ciudad ideal, justo cuando la polis había entrado en crisis. Cuando todo marcha bien, nadie se pregunta demasiado. La crisis que generó una ebullición del interés por la filosofía en nuestro país, es menos la crisis económica y social de esta coyuntura que una crisis más profunda que tiene que ver con la conflictividad que se ha vuelto visible para la vida política argentina desde hace una década. Crisis viene del término griego krisis, y éste, a su vez, del verbo krinein, que significa separar o decidir. Así que la crisis es algo que está partido y sobre lo que hay que decidirse, creo que la filosofía brinda los elementos para pensar esa partición y tomar partido en ella. 

En este sentido, ¿cuál creés que es el rol de la universidad o del campo intelectual para comprender, derribar mitos o dar sustento a los debates actuales?

Al menos en el ámbito de la filosofía y de las ciencias sociales, que son las áreas que más conozco, creo que la universidad no ha estado a la altura de los debates que se han venido produciendo en la sociedad en la última década. Lamentablemente, las dinámicas de acreditación científica en las que se encuentra cada vez más entrampada la lógica académica, han hecho que la universidad se mantenga en una dimensión más o menos autónoma con respecto a los debates sociales, girando un poco en el vacío. La época kirchnerista le brindó a la universidad y a las agencias de investigación un nivel de financiamiento inédito, y eso es algo destacable, sin embargo, la lógica academicista de investigación se mantuvo más o menos incólume. Creo que los importantes debates culturales en la actualidad se van enhebrando en un intrincado circuito de librerías, centros culturales y bares, y se nuclean en torno a revistas de crítica cultural y publicaciones en las que puede desarrollarse un pensamiento más libre que no se encuentra encorsetado por la tiranía del paper. Como mojones de esto, pienso en la librería Caburé (México 620, San Telmo) en donde se desarrollan una enorme cantidad de actividades, talleres y debates, librería en la que participo activamente, como así también en la revista El Ojo Mocho, de la que ahora hacia fines de noviembre va a salir un nuevo número dedicado al preocupante presente.

Has desarrollado artículos sobre la filosofía de la imagen y la metáfora. ¿Pensás que el texto y la palabra escrita están destinados a ocupar un lugar marginal en los nuevos flujos comunicacionales de la época actual o creés que las narrativas textuales tienen todavía mucho por decir y significar?

Mirá, creo que hay tipos diferentes de imágenes: así como hay un tipo de imagen-espectáculo que se impone de arriba hacia abajo, o también rizomáticamente, pero surgiendo de nodos fundamentales (Google, Facebook, etc.), hay otro tipo de imagen, que yo llamo imagen metafórica, una forma de la imagen que no es impuesta unidireccionalmente, sino que surge de manera horizontal, al amparo de la comunidad. Las imágenes metafóricas no necesariamente tienen que ser “sin palabra”, pueden ser también imágenes narrativas. En todo caso, y para ser más concreto, son las imágenes que nos brinda el arte en general, y que