* Steve McQueen está preocupado por la reacción de la crítica ante su más reciente película, Viudas. No porque sea negativa –de hecho, como la mayoría de sus películas ha sido muy bien recibida– pero porque muy pocos críticos hombres supieron reconocer las verdaderas intenciones del film. “Se perdieron el punto principal”, dice el realizador de 49 años, y deja escapar un suspiro. “Eso fue lo más interesante hasta el momento sobre la respuesta a la película, que los hombres son un poquito sordos a ciertos aspectos del feminismo. Creo que fue algo muy revelador para mí”.
La mayoría de las reseñas de Viudas fueron escritas, como suele suceder, por hombres. Y esa misma mayoría la ha celebrado como una ajustada y notable pieza de entretenimiento pochoclero, una movida sorprendente con respecto al más serio trabajo anterior de McQueen, que ingresa así en el área del thriller, aun con consciencia política.
Viudas es una remake de la serie televisiva que hizo Lynda La Plante a comienzos de los ‘80. Todo comienza con la muerte de tres hombres en un robo fallido, y las mujeres que quedan detrás –interpretadas por Viola Davis, Michelle Rodriguez y Elizabeth Debicki– deciden terminar el trabajo, sumando a otra mujer (Cynthia Erivo) como chofer para el escape. Aun así, los discursos que rodean a la pelìcula dejan fuera lo notable de esta unión entre mujeres, y la importancia de lo que representa. “Los hombres se enganchan porque es un thriller”, dice McQueen. “Pero a las mujeres también las atrae porque se están viendo ellas mismas por primera vez en ciertas situaciones en las que nunca antes se vieron”. Es, también, una historia sobre aquellas personas que han sido subestimadas por demasiado tiempo, y sobre aquello de lo que pueden ser capaces cuando la situación lo demanda y lo que pueden lograr cuando confían unas en otras. Como la líder Veronica le dice al grupo, “nadie piensa que vamos a tener las pelotas para hacer esto”, y es por eso que sabe que lo harán. Viudas es también una búsqueda consciente de traer ciertas cuestiones bajo la luz, con un elenco de cuatro mujeres que normalmente nunca serían vistas juntas en una película de Hollywood, de manera tan competente, sin peleas ni mezquindades. “A menudo en las películas las mujeres se odian”, dice McQueen. “El hecho de que esta gente se junte y se respete tanto es algo muy poderoso”.
McQueen ha pasado su carrera guiado por el deseo de confrontar lo que usualmente se oculta. Abordó los “Troubles” de Irlanda en su debut Hambre (2008), la adicción sexual en Shame: Sin reservas (2011) y el racismo inherente a la historia de Estados Unidos en 12 años de esclavitud (2013), todas ellas con alto éxito crítico y, de manera más sorprendente, financiero: 12 años de esclavitud terminó recaudando 188 millones de dólares... y un Oscar a la Mejor Película. Su trabajo como artista visual no fue menos exitoso. Tras pasar su infancia en Hanwell, al oeste de Londres, McQueen estudió en el Chelsea College of Arts y el Goldsmiths College en la Universidad de Londres, para luego tener un breve paso por la Tisch Chool of Arts de la Universidad de New York. Luego de una serie de llamativos trabajos visuales, de su debut Bear (1993) –que mostraba un extraño, ambiguo match de lucha– a Deadpan (1997), que volvía a poner en escena uno de los más famosos trucos de Buster Keaton, McQueen fue premiado con el Premio Turner en 1999 por esta última.
De cualquier modo, Viudas es un territorio nuevo para el realizador, el primer film en centrarse en personajes femeninos. Y está esa sensación de que el manejo de los críticos se convirtió en una sorpresa para él. La conversación es variada, y pasa por la colaboración con el coguionista Gillian Flynn o los ecos políticos de su ambientación en Chicago, pero cada tanto McQueen vuelve a caer en los mismos pensamientos. Pide disculpas por irse del tema, pero hay allí un enojo del que no puede escapar ni quiere ignorar. “Por eso es que necesitamos más mujeres críticas”, señala. “¡Es un hecho! Porque si los críticos hombres no pueden ver lo que está justo frente a ellos –lo cual, desafortunadamente, es lo que sucede en muchos casos, si no todos– es bastante triste. No podés tener una situación en la que gente que está conectando con el mundo y juzgando cómo otras personas reflejan el mundo está integrada en un 90 por ciento por hombres. La respuesta a la película ha sido fantástica, pero tenemos que enfocarnos en aquello a lo que refiere”.
No hay por qué disculparse. Es la ventaja de sentarse con alguien como McQueen, que ve cada palabra como una extensión de su trabajo. Para él, una entrevista en una gira de prensa no es la obligación de un contrato; no es algo que signifique un sufrimiento hasta terminar el día y llegar al relax de tomar unos tragos en el bar del hotel. Es casi como si todo su ser fuera su arte, y por eso las palabras que ofrece están tan cuidadosamente consideradas como cualquiera de sus trabajos. Así, cuando una idea lo posesiona recorre ciertas oraciones al galope. A veces se detiene bruscamente, hace una pausa y comienza de nuevo. En un punto, vencido por sus propias ideas, levanta las manos en el aire y suplica: “¡Haceme sonar bien!”. Eso, claro, no es algo en lo que haya que poner cuidado. Y no es difícil compartir sus frustraciones, porque lo que está diciendo se siente como algo vital.
En los últimos meses se ha visto a varias figuras notables de Hollywood haciendo pronunciamentos sobre el desbalance de género en la crítica cinematográfica. Brie Larson (actriz y directora, protagonista de la inminente Captain Marvel) subió al escenario de la convención Women in Film en Los Angeles para subrayar la necesidad de una crítica que refleje mejor la situación del mundo actual, y agregó: “No necesito que un tipo blanco de 40 años me diga qué es lo que no funcionó en Un viaje en el tiempo”. Sus comentarios tuvieron poco después un agregado a cargo del elenco de Las Estafadoras (Ocean’s 8, versión femenina de la célebre saga de robos impactantes), quienes argumentaron que el predominio de críticos hombres es “injusto”, especialmente para películas dirigidas por mujeres o con elencos liderados por ellas. Días después, un estudio confirmó que, en promedio, las películas reseñadas por hombres suelen obtener un diez por ciento menos de puntaje que las reseñadas por mujeres. De todos modos, el foco en películas que obtuvieron críticas no muy elogiosas, como Un viaje en el tiempo y Las estafadoras, llevó a acusaciones de estar demasiado a la defensiva. McQueen se destaca como el raro ejemplo de un director que se muestra crítico de la reacción dominada por los hombres, a pesar de obtener artículos elogiosos de manera unánime (en el sitio Rotten Tomatoes, de hecho, obtuvo un 96 por ciento de comentarios elogiosos).
A medida que la entrevista avanza, queda claro que las frustraciones de McQueen en realidad son el reflejo del hecho de que está orgulloso de su película. O, de manera más crucial, está orgulloso de las mujeres que aparecen en su película. Cada charla sobre el elenco está acompañada por una cascada de palabras como “asombrosa”, “extraordinaria” o “excepcional”, y ve una intensidad especial en su presencia conjunta en pantalla. “Mirá estas cuatro mujeres”, dice. “Elizabeth Debicki, un metro noventa; Cynthia Erivo, un metro cincuenta, mujer de piel oscura; Michelle Rodriguez, una latina llena de actitud; Viola Davis, una mujer de mediana edad de piel negra. Estas no son las típicas mujeres de Hollywood, pero estas son las mujeres que conozco, con las que me relaciono todos los días”, dice. “Todas estas mujeres han sufrido retrocesos en esta industria, de uno u otro modo, a causa de su apariencia. Todas.” Actrices como Davis y Erivo son constantemente estereotipadas por Hollywood: “No son vistas como sexuales, son vistas como algo sagrado, de algún modo ni las ven como mujeres”.
Pero aquí, el personaje de Davis es exhibido en una amorosa y sexual relación con su marido (Liam Neeson), y a Erivo también se le dio una pareja en pantalla. Entre los tres compartieron una broma en la que el director podía decirles “¡Te estoy dando una vagina!”. En la mente de McQueen, Viudas era la oportunidad para que su elenco dejara de tener que fingir y “simplemente ser ellas, carajo”.
Ese sentimiento de unidad entre las cuatro mujeres es también capital para la película. Aunque en la serie original el cuarteto era presentado como de clase trabajadora, McQueen sintió que era importante para sus personajes que vinieran de diferentes extracciones sociales en términos de raza y clase. Sirve a la vez como reflejo de la profunda segregación de Chicago y como una declaración de empoderamiento, con estas mujeres uniéndose a pesar (y a causa de) sus diferencias. “Porque en estos momentos, políticamente, nos encontramos en una burbuja, esta o la otra burbuja: nadie se está relacionando con el otro, porque no pensamos que podamos tener nada en común”, dice. “Y eso no es verdad. Y esa es la razón por la que algunas personas llegan y toman el poder y hacen lo que quieren. Porque están dividiendo más y más. Por eso creo que todos tenemos que juntarnos para hacer que las cosas funcionen”.
En efecto, a pesar de la desolación que ha caracterizado a buena parte del trabajo de McQueen, él tiene esperanzas con respecto al futuro. “El futuro es lo único que tenemos”, señala. Incluso su desesperación por la falta de mujeres críticas termina con una nota optimista. A la hora de la despedida, señala con una sonrisa: “¡Cambien el mundo! Ustedes tienen el poder”.
Q De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.