Ni América latina ni la Argentina fueron temas de la pelea legislativa en los Estados Unidos. Los resultados son de lectura indirecta y ningún analista local arriesga pronósticos más allá de una constatación doble. Por un lado, perdió la mayoría en la Cámara de Representantes (diputados) el presidente que impulsó en el Fondo Monetario Internacional el acuerdo con la Argentina. Por otro lado ese presidente, Donald Trump, consolidó el control republicano del Senado.
Como se informa aparte, las elecciones norteamericanas de medio término terminaron con una cámara de 222 demócratas (27 más que antes) contra 196 republicanos y un Senado con 51 republicanos (dos más que antes) contra 46 demócratas. Comparadas con las elecciones de 2016, en las que Trump fue electo, el 10 por ciento de los distritos electorales pasó de demócrata a republicano. El diario The New York Times indica que el giro fue menor que el de 2006, cuando también los demócratas ganaron posiciones, y también menor que en 2010, cuando se produjo un giro republicano. Pero el giro, con todo, fue evidente.
James Hohmann, columnista de The Washington Post, escribió que el hecho más importante es que las elecciones fueron un plebiscito sobre Trump porque dos tercios de los propios votantes confesaron en las encuestas de boca de urna haber sufragado teniendo en cuenta el factor presidencial.
“Para Trump perder el control de la Cámara de Representantes supone un límite importante”, dijo el experto Juan Gabriel Tokatlian en diálogo con el programa Te quiero, de la 750.
¿Por qué darles tanta importancia a las elecciones norteamericanas de medio término? El profesor de la Universidad Torcuato Di Tella Tokatlian respondió que “porque los Estados Unidos hoy tienen un presidente que procura tener una política en muchos aspectos muy regresiva, con orientación dura en materia de seguridad, recalcitrante en términos comerciales frente a nuevos, viejos y buenos socios y que en estos dos años era el faro para instalar una suerte de internacional reaccionaria que desde Washington ilumina muchos proyectos de extrema derecha, muy regresivos”. Por eso, “un límite, uno de muy pocos, que eso significa perder el control de la Cámara de Representantes, tiene un valor simbólico importante, muestra la vitalidad de la sociedad estadounidense y por lo tanto debe ser tomado en cuenta”.
El cambio estaría dado por el hecho de que Trump dejaría de operar con “dos Cámaras bajo control, más la mayoría conservadora en la Corte Suprema, que le daba un poder casi omnímodo”.
Otro elemento, a juicio de Tokatlian, es la elección de “demócratas de tinte progresista”.
Durante la campaña Trump no se metió con los temas internacionales salvo para convertir la inmigración en un fantasma, como cuando dijo que la caravana de miles de hondureños estaba sembrada de “peligrosos elementos del Medio Oriente”. Tokatlian explicó que los temas de política exterior suelen aparecer en las legislativas que coinciden con las presidenciales pero son prácticamente inexistentes en las legislativas de mitad de mandato, con temas domésticos. “Esta fue una elección donde se combinaron intereses y valores”, opinó. “Tenemos propensión a creer que el elector se mueve básicamente por las cuestiones económicas, sea argentino, norteamericano o europeo, y por lo tanto si hay un relativo bienestar económico eso es más que suficiente. Bueno, si uno mira la economía, hay crecimiento, claro que a una tasa de endeudamiento enorme, y el desempleo está en el lugar más bajo de las últimas cuatro décadas. Hay proyectos de recuperación relativa en áreas que antes estaban desindustrializadas. Sin embargo hubo mucho voto vinculado a valores, a cuestionar el estilo pendenciero y provocador de Trump, el estilo misógino, contra las minorías, con provocaciones sociales.” Agregó Tokatlian: “Hay un Estados Unidos blanco, rural y conservador que votó ratificando dramáticamente a los candidatos republicanos y a Trump. Y hay un Estados Unidos multirracial, multicultural, urbano y más liberal que se movió más esta vez”.
Como para votar en los Estados Unidos hay que inscribirse previamente, y puesto que el número de votantes creció en porcentajes de hasta un 30 por ciento, fueron claves las exhortaciones del ex presidente Barack Obama y del ex precandidato demócrata Bernie Sanders. El voto anticipado al día de la elección pasó de 27 millones de personas en 2014 a 40 millones esta vez, lo cual supone una mayor vocación participativa. Por ejemplo los demócratas de origen hispano avanzaron. Para ese votante latino el tema de la migración sí es importante en términos concretos.
En las elecciones de noviembre de 2016 tanto el presidente Mauricio Macri como su entonces canciller Susana Malcorra dijeron preferir el triunfo de la demócrata Hillary Clinton. Ese mismo año, el 24 de marzo, Obama había visitado la Argentina. Obama y Macri coincidieron en celebrar la globalización multilateral. Pero ganó Trump, que trocó esa globalización por otra unilateral bajo el lema de “America first” (obviamente en referencia a los Estados Unidos) y el gobierno argentino debió reacomodarse.
Con Trump en la Casa Blanca Buenos Aires y Washington profundizaron la agenda común de seguridad, con visiones similares sobre la militarización de la lucha contra el narcotráfico.
Trump apoyó a Macri como luego celebraría el triunfo en Brasil de Jair Bolsonaro, algo evidente a través de los comentarios entusiastas de su asesor de campaña Steve Bannon. “Claramente el populismo de centroderecha, conservador y nacionalista es una de las tendencias más importantes del siglo XXI”, dijo Bannon sobre Bolsonaro al diario Folha de Sao Paulo.
Este año las relaciones se hicieron carnales cuando dos veces el Departamento del Tesoro, por indicación de la Presidencia, dio instrucciones a sus delegados en el directorio del Fondo Monetario Internacional de apoyar el plan de desembolsos en dirección de la Argentina a cambio de déficit primario cero (el déficit total no es cero porque abarca los pagos de la deuda) y con el compromiso local de emisión cero y tolerancia extrema de la recesión que sea necesaria para garantizar los pagos externos.
The New York Times definió que los demócratas ganaron terreno en los distritos más densamente poblados y educados. No solo les fue bien en Nueva York y Philadelphia sino en Houston y en Oklahoma City, donde los sectores de educación superior se sumaron al voto de las minorías. Una coalición ecléctica formada por blancos moderados, jóvenes progresistas y votantes de origen africano, hispano y asiático.
Los avances republicanos en el Senado se dieron en sitios donde a Trump le había ido bien como en Missouri e Indiana. Allí los republicanos consolidaron el voto de los blancos y los de mayor edad. También consolidó Trump en los Estados clave de Florida y Ohio, esenciales para elegir presidente.
El Nobel de Economía Paul Krugman escribió en Twitter que “los americanos de buena voluntad no consiguieron un repudio completo del trumpismo” porque en algunos distritos ganaron “el odio, las mentiras y el miedo”. Pero la derrota en la cámara baja es más importante que para cualquier otro presidente no porque los legisladores fueran esenciales para desplegar las políticas del Ejecutivo sino porque “se rompió el muro de silencio”. Según Krugman asoma una crisis constitucional: “La mayor presunción es que cuando la cámara demócrata quiera ejercer su autoridad legal para pedir documentación, los trumpistas van a tratar de desafiar la ley”.
Así está el escenario para el aliado de Macri que en 2020, un año después de la votación presidencial argentina, pondrá en juego su reelección.