“Antes se separaba a la música popular en tango, chamamé y folklore”, recuerda el acordeonista chaqueño Lucas Monzón sobre la tensión que existía con el chamamé, un género muchas veces relegado en el ambiente folklórico pero hoy puesto en valor. “Yo conozco músicos que dicen que está bien que nos separen, que no nos metan adentro de la misma bolsa, pero me parece que mirar la música desde ese lugar no construye nada”, entiende Monzón, una figura clave para comprender la actualidad del género, su fortalecimiento y expansión. El compositor de 34 años acaba de publicar su tercer disco, Franco (Los Años Luz, 2018), que lo encuentra en su mejor momento creativo. En formato quinteto, lo presentará este jueves a las 21 en Café Vinilo (Gorriti 3780), con la cantante Cecilia Pahl como invitada.
Monzón nació en Charata, pero pasó su infancia y adolescencia en Hermoso Campo, en el sudoeste chaqueño, el límite entre Santa Fe y Santiago del Estero. "Hace unos años me aquerencié en Resistencia, generé muchos vínculos con amigos músicos. Y logré desarrollarme y hacer mi música acá. Hay muchos espacios para tocar y proyectos activos, en todas las ramas. No te aburrís nunca”, dice Monzón sobre una postura que adoptan muchos artistas de su generación: construir desde su lugar. Si bien por la zona en la que vive se filtraban otros ritmos folklóricos, como la chacarera, el chamamé fue el punto de partida natural para empezar a explorar su música. “Cuando era chico, en mi casa se escuchaba música de géneros distintos, pero el chamamé era la música predilecta de mi viejo. A veces mi mamá le decía que pusiera otra cosa, pero con el tiempo terminó disfrutando el chamamé”, cuenta el chaqueño. De los parlantes salían discos de Los Cantores del Alba, Los Fronterizos, MPA, Isaco Abitbol, Raúl Barboza y Monchito Merlo. “Escuchábamos música todos los días, no podíamos estar en silencio”, se ríe.
A los 14 años editó un casete inconseguible, Verde profundo, pero en 2013 sorprendió con el contundente Noctámbulo, un disco lúdico y audaz que amplía los horizontes del chamamé. En este nuevo material, Franco, consolida el trabajo grupal y profundiza la apertura estética, sin perder identidad. “Muchas cosas van saliendo inconscientemente. En algunos temas tenía melodías específicas, pero en otros también coopera toda la música que uno escucha; músicas variadas que van apareciendo solas”, dice el chaqueño, un apasionado del jazz, la MPB y admirador de Astor Piazzolla. “El jazz tiene un material inmenso para estudiar, no soy un improvisador, pero ese lenguaje me permitió poder conocer mejor mi instrumento”, revela el chaqueño.
En Franco, el músico encuentra un equilibrio entre composiciones propias y de otros. Se trata de un repertorio poco transitado y construido con paciencia. “Se torna necesario confeccionar un repertorio para tocar y buscar obras con las que uno se sienta cómodo. Me gusta buscar canciones de otros artistas que siguen una misma estética”, dice sobre este conjunto de instrumentales llenos de nostalgia y reflexión. “Intenté ponerle música a algunas letras de escritores que me gustaron, pero nunca me sentí conforme. Me interesa indagar en las diferentes tímbricas de los instrumentos”, confiesa. Entre ellas, se destacan los chamamés “El cartucho” (Roque L. González) y “Chamamé oscuro” (Patricio Hermosilla). También sobresalen la galopa de su autoría “Tarde dorada”, la canción litoraleña “Pensando en vos” y la versión de “Así es Formosa”, una pieza con arreglos de Niní Flores, notable bandoneonista correntino fallecido en 2016. La única cantada del disco es “El río del zurdo”, del pianista entrerriano Carlos “Negro” Aguirre, que aporta su voz como invitado. “Es un gran referente para mí, siempre lo sigo muy de cerca porque es un artista que se renueva constantemente”, distingue Monzón.
-El chamamé ha sido un género marginado, pero actualmente se encuentra en un momento de reivindicación y expansión, ¿Por qué cree que sucedió esto?
-Los músicos en general empezaron a habituarse en otros espacios en donde el chamamé no era tan común, porque el género nació en un contexto de bailanta. Los músicos tenían que tocar hasta que la gente se cansara de bailar. Pero actualmente hay formatos muy diversos para percibir la música. Y eso hace que la escucha sea más atenta, más intimista. Entonces, los músicos toman en consideración los lugares a donde su música se va a escuchar y se van adaptando al medio. Muchos están proponiendo obras para escuchar en salas y teatros, músicas más sofisticadas y sutiles. No solo pasa en la escena litoraleña, también pasa con músicos que tocan otros ritmos folklóricos. Jorge Fandermole, por ejemplo, ha incorporado en su repertorio el chamamé, con su impronta. Y eso abre otros espacios y formas de hacer las cosas. Se está planteando un nuevo escenario. A veces no es fácil romper los prejuicios, sin pensar quién la toca o a dónde se toca. Lo notamos quienes no tocamos chamamé tradicional. Nuestra tarea es que se conozcan diferentes formas de poder tocar esta música para que siga creciendo, porque el chamamé sigue muy vivo.