Mientras ellas bailan el drama ocurre como una tempestad. Se mueven en grupo como suele pasar cuando la adolescencia está llegando a su fin y la juventud es un exceso de promesas. Pero en los capítulos que la música de Pía Leone recorta como en una especie de trampolín eterno del que las ocho chicas se tiran en un sinfín de arrojo, la juventud es esa alegría que se comparte en abundancia y el dolor extremo cuando todavía no se quiere negociar mucho con la vida.
En Así da batalla la ternura las ocho protagonistas son mujeres que aman. Se enamoran y el deseo surge entre ellas como algo inevitable. Necesitan hablar de ese amor entre mujeres con la sospecha que encontrarán en sus palabras algún consuelo. Las historias se mezclan, se cruzan, lo que le pasa a una podría ocurrirle también a la otra, cada historia de amor es, al mismo tiempo, una extensión de la propia amistad. En grupo se comprenden y arman una dramaturgia que no les permite separarse.
En este mundo creado por Natasha Zaiat el drama que el amor despierta necesita ser dicho. Así, en esa palabra que no quiere guardarse, en ese deseo que no tiene por qué ser postergado hasta alcanzar el momento propicio, las chicas se presentan en un estado de querencia permanente que las lleva siempre a encontrarse, a entender lo que quieren de sí mismas y a pensar que su identidad se construye en esa relación con la otra, en todo aquello que se comparte desde un discurso arrebatado.
El texto de Zaiat apuesta a esa intensidad de los primeros amores y al contacto con la desilusión cuando todavía es posible vencerla. En esa batalla, en esa comprensión de que la juventud no tiene por qué ser el momento más dichoso de la vida, las chicas se sostienen en la decisión de ir tras el deseo, de hacer un poco lo que se les da la gana y de saber que pueden salir heridas.
Hay algo poético que se mezcla con una percepción desconcertante cuando alguna de las chicas cuenta un sueño o delira en la trama que expresa frente al desamor. Zaiat, como autora y directora no se aferra a los hechos, no construye su dramaturgia en base a situaciones que puedan tener un sustento realista. La historia ocurre más en la interioridad agitada de estas ocho mujeres que necesitan hacer de su experiencia una epopeya hablada. Las pequeñas odiseas serán contadas con un lenguaje bello, lleno de bifurcaciones que van en el sentido de sus sentimientos, que no se preocupan por seguir un hilo narrativo sino por obedecer a aquellas asociaciones que la particularidad de la experiencia les brinda como materia para pensarse.
Lo que aparece en ellas es un universo flamante. Un amor a construir, todavía salpicado por los cambios de época, y a veces maltrecho por las indecisiones. Hay en ellas una voluntad de defender la propia autoría, tal vez conscientes de que el pasado debe ser inventado de nuevo. Aparecen como una generación que no busca certezas en lo que quedó atrás y que prefiere tocar su propia música, animarse a intentar su lenguaje.
En la obra de Zaiat se percibe algo incipiente que estalla en las protagonistas, algo que esconde en la emoción, pero también en la reflexión que cada estado despierta, un conflicto que debe ser descubierto. La batalla que estas chicas dan, tiene que ver con mirar desde afuera la escena que protagoniza la otra y opinar al mismo tiempo que ocurre, como en una especie de aprendizaje colectivo que , a veces, sirve para cortar el dolor, para aplacar lo que podría ser un drama. Porque, después de todo, están juntas para tirarse a dormir en una colchoneta, para tocar la guitarra y cantar, para bailar, para meterse en el mar, para jugar a que son las interpretes de las canciones de ABBA y también para crear su inminente rap.
Así da batalla la ternura se presenta los domingos a las 17 en Espacio Sísmico.
Lavalleja 960. CABA.